Cómo controlar tu energía para gestionar mejor el tiempo y rendir más
Bienestar y productividad
El desgaste físico, emocional o la falta de motivación pueden hacer que el día cunda menos de lo deseado
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Alejandra es madre de dos hijos y directiva de una gran empresa. Anoche decidió acostarse antes de terminar un proyecto que debía presentar hoy mismo. Esto hizo que, preocupada, se levantase cuando el despertador aún no había sonado. Sin mirar el reloj fue a prepararse un café. En unas horas debía presentar la propuesta final y aún le faltaban algunos datos que había solicitado a su equipo. Mientras encendía el ordenador, no dejaba de darle vueltas a si había hecho bien en acostarse sin finalizar el trabajo. Ahora podría estar durmiendo y recuperando energía ya que el día iba a ser complicado e intenso.
En casa eran cuatro los que debían acceder a internet durante la jornada y la tensión de que la conexión fallase suponía para ella un plus de estrés. Si antes del confinamiento las jornadas eran, a veces interminables, ahora solían ser extenuantes. Además de la carga laboral y familiar, la intranquilidad de una fuerte reestructuración en su empresa y la de su marido, y la preocupación por la salud de los suyos sumaban aún más presión a su realidad. Un cóctel molotov que resultaba en una menor productividad en todos los ámbitos de su vida, un aumento del cansancio. La falta de energía había desencadenado una menor productividad.
¿Cómo funciona la energía?
En muchas ocasiones, una mala gestión de la energía puede generar un desaprovechamiento del tiempo. Porque este último es un recurso limitado, pero con la energía ocurre algo diferente. Si se siguen una serie de pautas, puede expandirse. Sin embargo, a lo largo del día, suele ocurrir precisamente lo contrario. “El desgaste físico y emocional, las conversaciones tóxicas, la dispersión, el modo multitarea o la lucha con los medios tecnológicos pueden incrementar la pérdida de energía”, comparte Beatriz Valderrama, doctora en psicología organizacional y social de la consultoría Alta Capacidad.
“Hay días en los que pensamos que hubiera sido mejor no habernos levantado de la cama y todo nos cuesta un tremendo esfuerzo; por el contrario, otros días somos capaces de movilizar a un regimiento y nos sobra energía por todas partes”, indica Juan José López Jurado, profesor de comportamiento organizacional en ICADE.
Eficacia, poder o virtud para obrar. Capacidad para realizar un trabajo. Esta es la definición que la Real Academia Española da de la energía. Cuando flaquea, acometer las tareas diarias puede convertirse en un absoluto desafío, más aún, si el tiempo es insuficiente.
“Si no duermo, tengo cualquier dificultad física para realizar una tarea o me siento débil mentalmente, por muy bien que gestione el tiempo, no voy a obtener un buen rendimiento”, comenta Myriam Varela, experta en inteligencia emocional de La Salle IGS Madrid.
Estos síntomas se acusan más aún cuando las responsabilidades a desarrollar son muy importantes; es el caso de los directivos o de familias intentando conciliar con el teletrabajo. De hecho, si los niveles de energía se encuentran en sus mínimos durante un periodo sostenido y se mantienen las obligaciones, el colapso es cuestión de tiempo.
Consejos para aprender a gestionarla
La gestión de la energía está directamente relacionada con el cuerpo, las emociones, la mente y el espíritu. “Dependiendo de cómo percibimos la realidad, de los sentimientos o reacciones ante diferentes sucesos o noticias del día nos vamos moviendo de un estado de ánimo a otro. Aquí reside la clave para gestionar nuestra energía”, explica Jurado.
Existen ciertos comportamientos que si se practican intencionalmente y se programan con precisión ayudan a mejorarla. “Cuando me dirijo a mi mesa de trabajo, reviso mi estado emocional, pues sólo desde la quietud y la positividad decido encaminar el día. Es decir, gestiono primero mi energía y luego mi tiempo. Sólo el trabajo que hagamos a pleno rendimiento y en óptimas condiciones será siempre de mejor calidad y generará mejores resultados, por eso es fundamental realizar actividades previas para encontrar la calma y el equilibrio”, recomienda Varela.
Mantener una serie de hábitos y rituales hacen posible que los niveles de energía de la tarde sean similares a los de la mañana. Estos son algunos de los consejos para conseguir amplificarlos:
1. Comer poco y a menudo
Las pautas para mejorar la energía física son de sobra conocidas. Dormir bien, hacer ejercicio y alimentarse de forma saludable. Son hábitos que suelen pasarse por alto cuando existen muchas responsabilidades o tareas a acometer a lo largo del día. Sin embargo, la falta de alguno o de todos estos rituales deriva en la dificultad para manejar las emociones, una pérdida de la atención y, por supuesto, un nivel bajo de energía.
El simple hecho dividir las dos grandes comidas diarias en otras más pequeñas y tomar tentempiés cada tres horas ayuda a estabilizar los niveles de glucosa y evitar picos o bajadas, que influyen directamente en la energía.
2. Tomar descansos
Según indicaba un artículo publicado por la revista Harvard Business Review, los pequeños descansos a lo largo del día son necesarios para preservar la energía. Su importancia radica en los “ritmos ultradianos”, ciclos de entre 90 y 120 minutos durante los cuales el organismo pasa de un estado de alta energía a uno de baja.
“Hacia el final de cada ciclo, el cuerpo comienza a anhelar un período de recuperación. Las señales incluyen inquietud física, bostezos, hambre y dificultad para concentrarse”, comentaban en la publicación. Para evitar el agotamiento de la atención, Valderrama recomienda hacer pausas para descansar, caminar, airearse y beber agua.
3. Controlar las emociones
El desgaste emocional también merma la energía. Para controlar este aspecto lo primero es ser consciente de cómo varía el estado anímico a lo largo del día y cuáles son los detonantes del cambio. “Tanto las relaciones como las conversaciones tóxicas restan energía”, comparte la psicóloga organizacional, que propone como contrapunto cultivar la empatía y las relaciones positivas en el trabajo.
De la falta de recuperación física y mental también manan emociones negativas. La razón está en que el organismo no está diseñado para mantener sensaciones altamente positivas durante largos periodos de tiempo. Cuando la realidad es demasiado exigente y surgen desafíos inesperados, el organismo entra en modo de defensa y desencadena ansiedad, inseguridad o miedo, entre otras emociones. Como consecuencia disminuye la capacidad reflexiva, por ejemplo. Para contrarrestar su efecto, es importante dedicar un tiempo a identificarla y a través de la respiración consciente aceptarla para, después, dejarla marchar.
“Sólo el trabajo que hagamos a pleno rendimiento y en óptimas condiciones será siempre de mejor calidad y generará mejores resultados, por eso es fundamental realizar actividades previas para encontrar la calma y el equilibrio” antes de exigirse rendir, insiste la experta en inteligencia emocional y presidenta en El mundo de las emociones.
Asimismo, el pensamiento positivo, el cultivo de afectos y relaciones personales y el autocuidado son patrones que contribuyen a mantener emociones positivas.
4. Desactivar el modo multitarea
Aunque parezca que desarrollar varias actividades al mismo tiempo es una forma de agilizarlas, el resultado es el contrario al deseado y la multitarea no resulta beneficiosa. Esto se debe a que el cambio del foco de atención de una tarea a otra acarrea un coste que puede aumentar en un 25% el tiempo de ejecución de la principal. Valderrama recomienda terminar siempre una tarea antes de empezar la siguiente.
5. Encontrar motivación
El aburrimiento, la falta de propósito o la procrastinación son otro tipo de ladrones de energía. “Para combatirlos es necesario conocer lo que a uno le motiva, lo que le hace fluir, para lo que se encuentra capacitado, lo que le disgusta o el ritmo biológico”, sugiere Valderrama.
En el ámbito laboral, encontrar el propósito dentro de la empresa y sentirse motivado son herramientas para fomentar el compromiso. Algo que en muchas ocasiones se pasa por alto debido a las altas exigencias y plazos ajustados. “Cada miembro de la organización, en su medida, necesita apoyo para estar en la fase donde se encuentre, no caben las amonestaciones para que se mueva con prisas y cambie antes. No sirve de nada. Un gran pensador del arte de la dirección, Tannenbaum, escribía: Los directivos deben estar profundamente sensibilizados con los efectos que acarrearía el sancionar procesos dentro de la propia organización que puedan liberar impredecibles, y las más de las veces, poderosos sentimientos”, concluye Jurado.