Cómo lograr que tu perro supere el miedo o la agresividad y juegue con otros canes
Problemas de comportamiento
El miedo o la falta de socialización de cachorro causan problemas de conducta que pueden reconducirse
La mayoría de propietarios de un perro quieren que su animal se relacione y juegue con otros perros. O que simplemente conviva sin conflictos cuando se encuentra con otros canes en los espacios comunes, como un parque, un camino, el bosque, una playa, o paseando simplemente por la calle.
Pero son muchos los perros que rehúyen el contacto con otros perros o que reaccionan con cierta agresividad cuando se cruzan con otros canes. Son comportamientos mucho más habituales de lo que podría pensarse, y que a menudo preocupan o desesperan a los propietarios del animal, aunque la buena noticia es que en la gran mayoría de los casos estas conductas pueden reconducirse con eficacia, según los expertos.
“Es muy frecuente que un perro no se relacione con otros perros porque tiene miedo, o porque existe un componente de agresividad motivado por otros factores”, explica Marta Amat, doctora en Veterinaria, jefa del servicio de Etología del Hospital Clínico Veterinario de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).
Descubrir la causa
Un diagnóstico certero y preciso es el primer paso para poder abordar y tratar con eficacia a cada animal con el objetivo final de lograr que el perro se acabe relacionando bien con otros, sin conflictos. Para lograrlo conviene acudir a un veterinario y recurrir a los conocimientos de un experto en etología (la parte de la biología que estudia el comportamiento de los animales), que serán quienes diagnostiquen qué le pasa al animal, cuáles son las causas de que no se relacione bien, y planifiquen el tratamiento.
Los especialistas en conducta animal explican que son cuatro las causas más comunes por las que un perro no se relaciona bien o simplemente rehúye el contacto con sus congéneres. Una de las más habituales es una muy mala experiencia con otro perro, lo que hace que sienta miedo cada vez que se tiene que relacionar con otros animales. “El perro un día está paseando por la calle y otro perro le muerde, y a partir de entonces los evita y siempre tienen una reacción de miedo”, ejemplifica la etóloga Marta Amat.
A menudo el animal reacciona mal por miedo, porque tuvo una mala experiencia con otro perro
La segunda causa más común es la falta de relaciones con otros perros durante el período inicial de socialización, que va desde las tres semanas de vida hasta los tres meses. Si el animal no se ha socializado de cachorro, “puede ser que cuando sea adulto reaccione con miedo ante otros perros”, añade Amat.
Existen otros factores que los expertos relacionan con un componente de agresividad, que nada tiene que ver con el miedo. Hay perros que son muy territoriales e intentan expulsar a otros animales de su zona.
A ello se suma lo que los expertos en etología denominan agresividad intrasexual: perros machos adultos que no quieren a otros machos en su territorio porque los ven como a competidores directos. En cambio, cuando es una hembra la que se acerca a estos mismos perros su comportamiento es radicalmente distinto. “Son perros que con machos pueden ser muy agresivos, pero en cambio cuando se acerca una hembra son muy dóciles”, explica Amat. Y lo mismo ocurre a algunas perras con otras hembras.
Algunos muestran agresividad intrasexual, ven a los perros del mismo sexo como competidores
Lourdes Farré, veterinaria especialista en comportamiento (etología) de perros y gatos, coincide en que las dificultades de relación de los perros obedecen a motivos muy diversos, desde “las experiencias que haya podido tener el cachorro cuando está con la madre, su socialización, la educación que haya recibido del propietario, o si el animal sufre alguna enfermedad”.
Por ello, para detectar la causa en cada caso y tratar el problema de comportamiento de ese perro en concreto es imprescindible un buen diagnóstico que empiece descartando que exista cualquier patología. Para ello los etólogos citan al propietario con su perro y realizan una entrevista en profundidad.
Ahora bien, tanto Farré como Amat enfatizan que a la hora de buscar un diagnóstico y tratamiento es importante cerciorarse bien de a quién se acude. “Hay mucha confusión entre lo que es un etólogo, un educador y un adiestrador de perros, y son cosas muy distintas”, advierte Farré, que precisa que el adiestrador puede trabajar una “obediencia básica” del animal, pero no es especialista en comportamiento animal.
Amat, por su parte, coincide en que “hay mucha mala praxis e intrusismo; hay gente que hace un curso de tres semanas y ya dice que es educador de perros”. Y cree que algunos programas divulgativos, como El encatador de perros , de César Millán, que se emitió en televisión, no solo no ayudan sino que resultan contraproducentes porque las técnicas que se difunden no son las adecuadas, “se afecta gravemente el bienestar del animal y se pone en riesgo a los propietarios”.
Tratamiento personalizado
La experta de la UAB remarca que “cada perro y cada problema requiere un tratamiento personalizado; el enfoque del etólogo es totalmente distinto: que exista un tratamiento no quiere decir que siempre funcione y se solucione el problema, y algunos perros puede que no se lleguen a relacionar con fluidez con otros animales, porque hay perros que responden muy bien, otros que necesitan más tiempo, y algunos animales que sencillamente no responden al tratamiento”.
En todo caso, reconducir las conductas requiere un trabajo en equipo del perro y su dueño, con la participación del etólogo, en la clínica veterinaria y, sobre todo, en el ámbito doméstico. Y no hay un protocolo estándar, porque cada causa y cada animal es un mundo.
Reconducir la conducta requiere un trabajo en equipo del perro y su dueño, guiados por un etólogo
En el caso de los perros que responden con agresividad hacia otros animales de su misma especie, los especialistas empiezan el tratamiento recomendando evitar las situaciones conflictivas susceptibles de propiciar el enfrentamiento entre individuos, que en los casos más extremos acaba con un perro mordiendo a otro. “A partir de evitar estas situaciones que generan el conflicto, si se puede, empieza el tratamiento”, dice Farré.
Y aunque la implicación de los propietarios es clave, por interés que estos pongan lo cierto es que los resultados dependen de cada animal. Cuando se trata de perros agresivos, después de seguir las pautas de los etólogos algunos llegan a jugar con otros animales, mientras que otros solo logran tolerar su presencia, sin enfrentamientos, lo cual ya es un avance significativo.
Cada animal es un mundo: unos logran poder jugar; otros, sólo tolerar la presencia de más perros
Y no siempre es cuestión de trabajar con ellos más o menos tiempo. A veces los tratamientos pueden ser muy cortos, de unas tres semanas y dar resultados, y en otros casos ser más largos y requerir varios meses de trabajo entre propietario, animal y etólogo. En general, “los perros que no se han relacionado desde pequeños con otros canes suelen ser los más complicados de tratar”, dice Amat. La socialización, explica, “es como una puerta que se abrió cuando el animal era joven, en los primeros meses de vida, y ya se ha cerrado porque se ha hecho mayor, y esto complica el tratamiento”.
Reconducir la conducta de nuestro perro es, en cualquier caso, un trabajo progresivo, gradual. Se comienza siempre por las tareas más simples para que el perro tenga éxito y pueda ser premiado, y así aprenda a comportase de otra manera ante una determinada situación. Luego esas tareas se van complicando. “Se necesita paciencia y trabajo”, destaca Amat.
En el caso de perros que no toleran bien a otros perros por miedo, se empieza trabajando a una cierta distancia, para que el animal vea que puede superar esos miedos. Se incide también en cambios de conducta, fomentando el autocontrol del animal. Los ejercicios se van dificultando poco a poco para no generar de entrada frustración en el animal. “Nosotros, como etólogos, damos las pautas de modificación de conducta, pero después es cada propietario quien debe trabajar con su perro”, explica Farré.
“Siempre se buscan refuerzos positivos, con premios, nunca hay que utilizar el castigo o la violencia; será contraproducente, funciona siempre mejor el premio. Perros educados con métodos violentos tienen muchas más probabilidades a lo largo de su vida de desarrollar agresividad”, añade la etóloga.
“Siempre hay que trabajar con premios, nunca utilizar el castigo o la violencia”
Lourdes Farré
Veterinaria y etóloga
Los premios pueden ser comidas que gusten al animal, o también un juguete, o jugar simplemente con el animal. Se intentan crear vínculos afectivos positivos con los propietarios que nada tengan que ver con el miedo a un castigo.
Los ejercicios que se hacen fuera de la consulta son seguidos también por los expertos a través de vídeos grabados por los dueños y de las experiencias relatadas.
La raza no es determinante
Las dificultades para relacionarse suelen hacerse más evidentes cuando los perros son de mayor tamaño, pero los problemas de comportamiento no tienen nada que ver con la raza. “Es una mentira que las razas consideradas potencialmente peligrosas sean más conflictivas o agresivas. La agresividad en perros pequeños pasa prácticamente desapercibida pero existe igual; lo que ocurre es que si un perro grande muerde es mucho más grave y es noticia; cualquier raza de perro puede presentar problemas de agresividad”, asegura Farré.
“Se le ha dado un peso a la raza en la conducta que no tiene, su papel es mucho menos trascendente”, coincide Amat. Ah, y que un perro se relacione mal con otros perros no significa tampoco que tenga problemas cuando interacciona con las personas, apostillan las dos expertas.