Las claves para entender a los adolescentes (y sus reacciones)
Relaciones familiares
Empatía, comprensión y conocimiento de lo que ocurre en el cerebro de los jóvenes son básicos para sobrellevar la adolescencia
Por qué debes estar atento a los cambios de conducta de los niños y adolescentes
La adolescencia acostumbra a identificarse con un periodo de crisis –y de conflictos familiares–, pero también puede leerse como una etapa de oportunidades. Cambios en el comportamiento y el físico que difícilmente pueden manejar los jóvenes y que resulta en reacciones complejas y desmedidas. Pero que muchos adolescentes compliquen su comportamiento no implica que sea un camino difícil también para los padres. Para ello es esencial entender y ser empático con la gran transformación biológica de quienes la están atravesando.
“Cuando aceptamos esto, comprendemos que abordarla como una posibilidad de mejora nos permitirá enfocarnos de modo positivo en nuestro hijo o hija y así ayudarle a encontrar su camino”, comparte Javier Quintero, doctor psiquiatría y autor del libro El cerebro adolescente (Shackleton Books, 2020).
Hasta hace relativamente poco, la ciencia no había prestado demasiada atención a la evolución del cerebro en la adolescencia. Sin embargo, las últimas investigaciones de la neurociencia permiten entender los cambios que los más jóvenes experimentan en este órgano y en su comportamiento. Quintero nos ayuda a entender cómo funciona el cerebro en la adolescencia y comparte las claves para lidiar con ella.
La maduración del cerebro
Si durante los primeros años de vida la principal característica del cerebro es el crecimiento, en la adolescencia son la organización y la maduración. “Estudios recientes han descubierto que durante la adolescencia, la producción de mielina es constante, siendo esta la clave en la maduración del cerebro. Podríamos decir que nos hacemos adultos cuando ha madurado de manera suficiente, lo que no siempre ocurre a los 18 años”.
Casi todo ocurre en la región prefrontal, donde se localizan funciones como la planificación, reflexión, anticipación, que se desarrollan en esta etapa. “Además es interesante entender que la maduración de cerebro no se produce toda a la vez, sino que va desde las regiones posteriores hacia las anteriores, y desde las regiones inferiores hacia las superiores; en seguida nos damos cuenta que la última parte en madurar va a ser esta zona” prefrontal, explica el psiquiatra.
El comportamiento visceral
Mediante estudios de imágenes del cerebro, a través de resonancia magnética funcional, se ha descubierto que la mielinización o mielogénesis (proceso mediante el cual se recubren de mielina las neuronas para mejorar su funcionalidad) es continua en los adolescentes y que los circuitos cerebrales son vulnerables ante muchas circunstancias del entorno o ambiente.
Entre ellas destaca especialmente la acción de las hormonas sexuales. Afectan sobre todo al sistema límbico, que está relacionado con la toma de decisiones, el autocontrol, la regulación emocional o la búsqueda de conductas de riesgo, sobre todo de los más jóvenes. “Podríamos decir que se junta el hambre, con las ganas de comer. Durante la adolescencia, se produce una tormenta hormonal que actúa sobre un cerebro en transformación. Es decir, sin todos los filtros de autorregulación funcionando plenamente y con una corteza prefrontal incapaz en muchas ocasiones de organizar estímulos intensos”.
Las hormonas sexuales afectan al sistema relacionado con la toma de decisiones, el autocontrol y la regulación emocional, aún sin terminar de madurar
Entender este circuito es clave para dar respuesta a las reacciones típicas de los adolescentes: “Lo emocional pesa más que lo racional en muchas de sus decisiones”. Por ejemplo, ante una emoción intensa, son menos capaces de valorar las consecuencias o los riesgos de la acción.
Cómo tratar con el adolescente “incomprendido”
La autorregulación y anticipación de las consecuencias son clave para hablar el lenguaje adolescente. “Se mueven por el aquí y el ahora y se dejan llevar por las emociones. Se ven suficientemente mayores para tomar decisiones o emprender acciones, pero no son consciente de sus limitaciones. Se sienten poco vulnerables, creen que todo lo pueden conseguir y que nada les puede ir mal”, explica Quintero.
Sin embargo, los padres se mueven en el extremo opuesto. “Quizás la clave la podríamos encontrar en el punto de equilibrio, que lo vamos a encontrar en un espacio intermedio, entre lo que los padres piensan y lo que el adolescente cree”.
Por ello, la empatía es una de las bases para reajustar el nivel de protección paternofilial y ayudar a calibrar las decisiones de los jóvenes. “El papel de los padres como modulador de la adolescencia es crucial, y debe servir como catalizador en la interacción del adolescente con el ambiente que le rodea, que dará como resultado ese adulto en el que se convertirá”.
La comprensión es importante para poder caminar con ellos y servir de referente, algo que buscará dentro o fuera de la familia. “¿Por qué no tratar de ser el mejor influencer analógico de su hijo adolescente?”, comparte el también director de PsicoKids.
Emociones, oportunidad para el aprendizaje
Pero toda esa vorágine emocional que se desencadena durante unos siete años, también puede verse como una oportunidad para el aprendizaje. “Las emociones son clave en nuestro aprendizaje, es la energía que nos impulsa a ello. Además, facilitan la consolidación de lo adquirido. Cuanto más motivado esté un adolescente, más fácil será que lo haga, más fácil será que se esfuerce y se supere a sí mismo”.
Pero para que las emociones se pongan al servicio del conocimiento es importante fomentar dos aspectos clave: “Un entorno que haga atractivo el aprendizaje, y propiciar el éxito del mismo. De esta manera que el cerebro disfrutará aprendiendo cosas nuevas y la motivación se reforzará con el logro”.
Aunque el aprendizaje es algo de lo que disfruta el cerebro, no ocurre lo mismo con el esfuerzo. Por ello, si no consigue sus objetivos aparece la frustración, una emoción que intentará esquivar en el futuro. “Si la frustración es repetida tenderá a tratar de evitar el esfuerzo. Algo que situará la emoción como vector del aprendizaje, pero justo en el sentido contrario”.
Los grandes enemigos
De sobra conocidos son los efectos negativos del alcohol y las drogas sobre el cerebro, sobre todo en el del adolescente. “Particularmente el cannabis, una bomba de destrucción masiva de neuronas, sobre todo cuando impacta en un cerebro en expansión. Interfieren en la mielinización, la acción clave en esta etapa del desarrollo”.
Pero no son los únicos enemigos del cerebro adolescente. Caer en la pasividad y la desidia es otro riesgo para el buen crecimiento de este órgano. “Demasiados jóvenes entran en una dinámica que no incluye acciones que estimulen al cerebro. Aquí entra en juego, también, el papel de las nuevas tecnologías y cómo están los patrones de ocio de los más jóvenes, su forma de relacionarse y de comunicarse. Durante la adolescencia, aprendemos historia, pero también a relacionarnos, a gestionar nuestras emociones o a afrontar nuestros problemas. Los jóvenes de hoy están aprendiendo de otra manera, ya veremos en el futuro si es mejor o no”, concluye el doctor Quintero.