¡Ánimo! Que tu hijo sea obstinado puede ser una buena noticia
Crianza
Este y otros rasgos incómodos del carácter infantil, bien llevados, pueden ser una ventaja de adultos
Por qué gritar a tus hijos no sirve para que hagan caso
Decía Albert Einstein que la imaginación es más importante que el conocimiento. Sin embargo, habría que constatar esta máxima con algunos padres cuando les avisan del colegio para reprocharles que su hijo parece encontrarse en otra dimensión durante la clase; o cuando han de pelear con él en casa para que termine las tareas porque se obstina en seguir jugando. Pero lo cierto es que, aunque este tipo de carácter pueda incomodar a los progenitores, si desarrolla en una buena dirección puede convertirse en una ventaja en la edad adulta.
La idea tradicional y generalizada de que un niño diez –si es que se puede validar dicho término–, es aquel que obtiene buenas notas y nunca suele fallar, es cuestionable. Porque hay ciertos atributos de personalidad, percibidos como incómodos, mejorables o moldeables, que pueden dar frutos más adelante. “Muchos de los rasgos de carácter durante la niñez, cuando se aprenden a manejar y poner al servicio de ciertos objetivos, resultan siendo muy adaptativos y diferenciadores”, expone el psicólogo infantil Abel Domínguez.
Así que no se debe perder la esperanza. El ejercicio de paciencia que puede suponer para los progenitores lidiar con un hijo que no sigue las reglas, que se empecina en sus deseos, o que con el balón es un desastre total pero que no desfallece en el intento, puede ser recompensado después. A continuación compartimos cuatro rasgos del carácter infantil que, bien manejados, pueden ser la llave del éxito de esa persona en el futuro.
1. El obstinado
Que convencer a tu hijo de que ha llegado la hora de salir del parque sea a diario una odisea puede ser una buena noticia (a largo plazo). Más allá de los berrinches y desencuentros entre ambas partes, el carácter obstinado en los niños podría determinar una mayor capacidad de negociación en la edad adulta. Así lo refleja un estudio pulbicado en Developmental Psychology que investigó a 700 niños desde los 8 años hasta los 40 y cuyos resultados indican que los niños que desafiaron la autoridad de los padres y rompieron las reglas fueron los que recibieron sueldos más altos y más éxitos profesionales en la etapa adulta.
“Algunas de las conductas que se señalan en dicho estudio, como las desafiantes, hostiles o desobedientes, cuando se llevan al extremo y perduran en el tiempo, conforman un trastorno del comportamiento y suponen un gran deterioro en la vida del niño y su familia. Sin embargo, si se dan en menor grado y, probablemente, combinadas con otras variables que todavía no están identificadas, favorezcan una capacidad para luchar por las propias metas de forma asertiva. Esto podría conllevar un mayor éxito económico”, explica Marta Campo, jefa de Psicología del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela.
Para fomentar la resiliencia hay que incidir en relacionarse desde el respeto. “Es necesario ayudarles a tener relaciones sociales satisfactorias y equilibradas, entre otras cosas. Los comportamientos desafiantes y agresivos promueven todo lo contrario. Puede que los niños irritables, desobedientes y que no respetan las normas acaben teniendo salarios más altos cuando son adultos, pero también tienen mayor riesgo de, por ejemplo, desarrollar una personalidad antisocial”, advierte Campo.
Con el paso de los años, la terquedad podría convertirse en una gran herramienta para negociar. Esto no significa que los padres deban fomentar este comportamiento, sino trabajarlo de forma adecuada. “También deben aprender a ceder, porque para conseguir un objetivo hay que hacer ciertas concesiones”, comparte Domínguez. El psicólogo añade que estos niños tercos suelen ser personas que también tienen más probabilidad de alcanzar sus sueños: “Porque si la obstinación la aplican a luchar y a reponerse, se alimenta la constancia”.
2. El perdedor
¿Cuántos intentos se necesitan antes de admitir una derrota? Pues parece que no hay que ponerse un límite. En una sociedad obsesionada con el éxito, el fallo es un tema bastante ingrato. Pero la realidad apunta a todo lo contrario. Ante el fracaso, surge la oportunidad de valorar la situación y aprender de ella.
“Hay niños que muestran una especial fortaleza para afrontar situaciones vitales traumáticas (como es el caso de ciertas víctimas que estuvieron en campos de concentración nazis, que sufrieron graves accidentes o pérdidas de personas importantes) y no sólo no desarrollan problemas psicológicos en la edad adulta, sino que salen fortalecidos. Esto se llama resiliencia y se describe como la capacidad de superar adversidades, de renacer de las propias cenizas con una actitud vital positiva”, comparte Campo.
En terrenos más cotidianos, aquellos niños que acostumbran a perder, ya sea en el juego, el entorno académico o el deportivo, pueden desarrollar una ventaja sobre quienes salen victoriosos. “Pero deben contar con un componente de perseverancia importante, estar seguros de que antes o después lo van a conseguir. Perder por perder puede hacer que se frustren y abandonen. Por ello necesitan confianza en uno mismo y constancia”, revela Domínguez.
3. El distraído
Los niños no pueden vivir sin reglas, pero hay algunos casos en los que se deben hacer excepciones. Por ejemplo, es normal que en los grupos infantiles aparezcan perfiles que parecen estar siempre en las nubes. En estos casos no siempre se trata de desinterés. Puede ocurrir que el niño tenga un mundo interior muy desarrollado.
“Hay niños con una forma de pensar desordenada, que parecen muy distraídos e imaginativos; estas aptitudes bien desarrolladas pueden evolucionar en grandes creadores. Porque para inventar algo hay que pensar en transversal a lo establecido”, comenta Domínguez.
Estos perfiles tan creativos y caóticos a nivel mental, no suelen rendir sentados en un pupitre atendiendo a una explicación o haciendo ejercicios. “A no ser que consigas captar su atención. Es un poco incómodo, porque los profesores se preocupan y hablan con los padres con frases como: ‘Tu hijo no se entera de nada, está en otro mundo’”, continúa. Es importante identificar en estos casos las pasiones del niño, cómo expresa la creatividad, y proponerle métodos de aprendizaje adaptados a ella.
4. El social
Que un niño tenga amigos es una buena noticia. Pero, cuando se pasa el día dedicado a ellos, comienzan las disputas con los padres, sobre todo si desatienden sus obligaciones o se vuelcan en exceso con los problemas de su entorno.
Algunos menores “suelen mostrar un compañerismo excepcional. Siempre están dispuestos a ayudar, tienen un carácter prosocial. Este rasgo puede hacer de ellos grandes educadores, psicólogos, trabajadores sociales o personas con una sensibilidad social para la intervención en crisis”, aclara Domínguez.
Estar siempre dispuestos a ayudar puede hacer de ellos grandes educadores, trabajadores sociales, psicólogos...
Es importante trabajar y establecer con ellos una buena gestión de los tiempos, respetando momentos de estudio pero fomentando también actividades sociales. El voluntariado es también una actividad a través de la que desarrollar esta capacidad de forma positiva.