Esto es lo que puedes hacer para ayudar a tu hijo con sus terrores nocturnos
Padres y crianza
Cuatro de cada diez niños menores de entre dos y seis años padecen estos temibles sueños
A medida que los niños crecen, los padres observan su evolución y crecimiento en pequeñas cosas. Se resuelven algunos inconvenientes, pero otros nuevos aparecen. Es el caso de los terrores nocturnos, que comienzan alrededor de los dos años. A nivel científico se conocen como parasomnias. Estas indican el padecimiento de una experiencia no deseada mediante el sueño, que se traduce en una sensación de miedo real, en gritos y agitación, mientras todavía se está dormido.
Según la psicóloga clínica y psicoanalista Mercè Collell, “hablar de terror nocturno es hablar de pesadilla en grado superlativo”. Estos temibles sueños se producen durante la noche, cuando el niño está dormido. Por ello, no existe un control voluntario acerca de lo que se sueña, simplemente sucede.
En esta línea, “todos estamos indefensos acerca de lo que soñamos y esta situación se incrementa en el caso de los niños” señala la experta. Que continúa: “los sueños son producto de nuestra imaginación. Se sabe que responden incluso a una necesidad biológica. El sueño es un drenaje para la vida psíquica, en él se expresan temores, deseos, expectativas, vivencias, etc. El psiquismo necesita de estas imágenes para proyectar una salida a las tensiones y las angustias”.
Un estudio de la Academia Americana de Pediatría constató que el 39,8% de los niños entre los dos años y medio y los seis padecen estos terrores. El motivo es fácil de adivinar, el desarrollo psíquico del niño esta creciendo y los terrores nocturnos son un indicador de esta evolución lógica. “La presencia de estos miedos transitorios indican este crecimiento, además de la incorporación de nuevas relaciones en lo que era una exclusividad materna”, dice la experta.
Comienzan alrededor de los dos años y son un indicador de la evolución psíquica del niño
Debido a esta evolución, el universo del niño empieza a crecer, se vuelve más complejo y su relación con los adultos empieza a adquirir otros matices: “por un lado, siente cariño por los adultos, pero, por otro lado, enfado y rabia cuando no acceden a sus deseos. En los sueños del niño, estas vivencias agresivas toman cuerpo en figuras que le persiguen porque quieren dañarlo. Los niños no son todo bondad, sino que a veces quieren desobedecer, enfrentarse, desafiar a sus padres ante el sentimiento de que limitan su vida”.
Hay que saber distinguir entre las pesadillas, que forman parte del desarrollo normal del niño, y los terrores que pueden indicar otra cosa más grave. “Todos los niños por más amorosa que sea la crianza experimentan contradicciones y dificultades”, explica la psicóloga. “Cuando hablamos de terrores excede en cierto punto lo que es admisible. Sería un síntoma de que en la vida de ese niño que los padece, hay aspectos que le son difíciles de sobrellevar”. Lo que a los adultos les parece algo sin importancia, pueden ser problemas o dificultades que este interpreta como un obstáculo insalvable en su vida.
Sería un síntoma de que en la vida de ese niño hay aspectos que le son difíciles de sobrellevar”
¿A qué niños afecta y cómo afrontarlo?
Collell indica que los niños más introvertidos y con dificultades para expresarse pueden ser más propensos a padecer pesadillas. Para evitarlo, habría que proteger al niño evitando que presencie situaciones violentas, puesto que “estas vivencias sí podrían incrementar las pesadillas.”
Otra cosa que está en manos de los padres es vigilar lo que sus hijos ven en ciertas series o películas: “Hay que evitar algunos filmes o escenas en función de su maduración psíquica, ya que pueden ser traumáticas en la medida que su psiquismo no puede entenderlas”.
Además, hay otras causas que influyen en su aparición: cambios de domicilio, escuela, enfermedades de los padres o familiares, el fallecimiento de alguien con quien tuviera relación, dificultades escolares, o problemas familiares de separación, están entre las posibles causas de aparición. “En la medida de lo posible sería conveniente favorecer la comunicación entre los padres y el hijo de manera que pudiera expresar sus pensamientos, temores, emociones, etc. Los padres son su gran soporte y apoyo,” señala la especialista.
Si después de tener en cuenta todo esto, el niño padece estos terrores nocturnos, los padres deben actuar de la siguiente manera: ir a su cama a despertarlo y darle consuelo y apoyo. “Es importante abrazarlo y darle la seguridad de que lo que está viviendo no es real. En el caso del terror hay un sufrimiento que no encuentra salida y, obviamente, tener este tipo de sueños afecta al niño, porque se trata de dificultades que debe afrontar y, frente a las cuales, se siente impotente y desvalido”, apunta la psicóloga
Poniendo en práctica todos estos consejos, lo normal es que los terrores vayan desapareciendo a medida que el niño crece y evoluciona. “Un niño que puede contar con la ayuda de sus padres, que sabe que puede compartir sus preocupaciones, es un niño que crecerá con una dosis extra de seguridad”, finaliza Collell.