Así es cómo la soledad deteriora el cerebro: “Es como cuando dejas de regar una planta”
Longevity
Psicólogos, psiquiatras y neurocientíficos han analizado el impacto de la soledad en el cerebro, la salud física y la salud mental, y han comprobado que tiene consecuencias similares al tabaquismo o la obesidad, afectando procesos biológicos clave
En 2018, la entonces primera ministra británica, Theresa May, instauró una Secretaría de Estado para la soledad. En 2021, se creó en Japón el Ministerio de la Soledad y el Aislamiento Social. Ambas medidas reflejan la magnitud de un problema global con consecuencias directas sobre la salud, especialmente en las personas mayores. Lejos de ser una simple emoción, los estudios demuestran que se trata de un fenómeno con consecuencias tangibles y medibles en la salud cerebral, con efectos negativos en la neuroplasticidad, es decir, en la capacidad del cerebro para adaptarse y reorganizarse.
El destacado psicólogo y neurocientífico estadounidense John Cacioppo, pionero en el estudio de la soledad, refiere que no se trata simplemente de una sensación anómala o temporal, sino de un mecanismo adaptativo. La describe como un ‘dolor social’ que funciona similar al dolor físico: son señales fisiológicas diseñadas para impulsarnos a tomar medidas protectoras. En el libro Loneliness: human nature and the need for social connection, Cacioppo argumenta que la soledad crónica tiene consecuencias similares al tabaquismo o la obesidad, afectando procesos biológicos clave e incluso la expresión genética.
La soledad está detrás de cambios de la personalidad, de problemas de sueño y de la disminución de la calidad de vida”
Con el envejecimiento, las redes de apoyo social se reducen, y la soledad se convierte en un desencadenante silencioso de trastornos mentales y conductuales. “Está detrás de cambios de la personalidad, de problemas de sueño y de la disminución de la calidad de vida”, comenta Javier Yanguas, doctor en psicología biológica y de la salud, y director de la cátedra de soledad de la Fundación la Caixa.
Jaime Gutiérrez, especialista en psicología del envejecimiento del Consejo General de la Psicología de España, añade que sus efectos incluyen desde la falta de motivación de las personas mayores para realizar actividades cotidianas hasta el autocuidado. Además, destaca el papel de los factores ambientales: en la España vaciada, donde faltan recursos, la soledad no depende tanto del estado de ánimo como de la falta de servicios. En estos casos, concluye, el entorno puede determinar la conducta y el bienestar de las personas.
La soledad crónica representa una amenaza continua para la salud cerebral. Es un potente factor de estrés con repercusiones a corto y largo plazo
“La soledad crónica representa una amenaza continua para la salud cerebral”. Así lo afirma el psiquiatra Manuel Cassinello. “Es un potente factor de estrés con repercusiones a corto y largo plazo. Este estrés provoca la liberación de cortisol, una hormona que, en exceso, puede dañar el cerebro, ya que afecta al hipocampo, clave para la memoria y el aprendizaje. Además, puede acelerar el envejecimiento cerebral, aumentando el riesgo de demencias como el Alzheimer o de depresión, vinculada, a su vez, a un mayor riesgo de demencia”.
La soledad priva al cerebro de los nutrientes esenciales que aporta la interacción social. “Es como cuando dejas de regar una planta; empieza a marchitarse”, ilustra Gladys Kali, experta en neurociencia aplicada con un enfoque en el bienestar integral para guiar transformaciones personales y profesionales. “Cuando estamos con personas que nos hacen sentir bien, el cerebro libera neuroquímicos como la oxitocina, la dopamina y la serotonina, que generan bienestar. Sin esa ‘dosis química’ regular, el cerebro empieza a interpretar la soledad como una amenaza, activando respuestas de estrés que alteran nuestra percepción del entorno”. Kali compara esta dinámica con un ‘DJ deprimido’ en nuestro cerebro que pone en bucle una playlist de pensamientos negativos hasta convertirlos en la banda sonora de nuestra vida, afectando a la conducta y elevando el riesgo de diversas enfermedades.
Es como cuando dejas de regar una planta; empieza a marchitarse
El doctor Ventura Anciones, jefe del servicio de neurología de los hospitales universitarios Sanitas La Zarzuela y Virgen del Mar, explica que el cerebro es un órgano en permanente expansión que necesita estímulos para mantenerla y prevenir el deterioro cognitivo. La soledad, al reducir esa estimulación del entorno, puede alterar los mecanismos fisiológicos que regulan, entre otros, el comportamiento y los procesos que intervienen en las habilidades sociales. Además, apunta Jaime Gutiérrez, cuando el cerebro no recibe suficiente estimulación, pierde neuronas más rápidamente, afectando a la atención y la memoria.
Por otro lado, cuando una persona se siente sola, es común que interprete de forma negativa las interacciones sociales, un fenómeno que Yanguas denomina “hipervigilancia emocional”. Esto puede llevar a malentendidos. “Una persona que se siente sola tiende a sentirse rechazada, llegando a interpretar situaciones cotidianas de manera negativa”. Por ejemplo, alguien con ese sentimiento de soledad, si se cruza con un conocido por la calle y no lo saluda, podría pensar que lo hace intencionadamente, cuando en realidad podría no haberse dado cuenta. “Esta autopercepción negativa genera sufrimiento, pero también nos cambia cognitivamente; es decir, modifica nuestra manera de pensar, de entender o interpretar lo que nos sucede”, expone Yanguas.
Esta rigidez en la interpretación de las relaciones sociales, además de las consecuencias para la autoestima, puede derivar en comportamientos de evitación del malestar, como el abuso de sustancias o irritabilidad, advierte Cassinello, para quien es también importante diferenciar entre soledad y aislamiento psicosocial. La primera, dice, es un estado emocional que repercute principalmente en el bienestar afectivo, mientras que el aislamiento tiene consecuencias más físicas, ya que reduce el contacto con servicios de salud y puede derivar en el agravamiento de enfermedades no tratadas.
La soledad es un factor de riesgo para la salud física
La sombra de la soledad es alargada. No solo afecta al cerebro, sino que también tiene un impacto en la salud física: desde problemas cardíacos hasta un simple resfriado, comenta Sara Rivera Navarro, psicóloga de Sanitas Mayores Las Rozas. “Esto se debe tanto al aumento de hábitos no saludables como a los cambios biológicos provocados por la misma soledad o por el aislamiento social”.
Por ejemplo, comenta el doctor Manuel Cassinello, “el estrés prolongado asociado a la soledad provoca inflamación crónica de bajo grado, lo que repercute en varios sistemas del cuerpo, ocasionando problemas inmunológicos, afecciones dermatológicas, deterioro cognitivo e incluso fracturas por caídas”. Sobre estas últimas, Jaime Gutiérrez refiere que una persona que vive en soledad tiende a ser más sedentaria, y eso deriva en debilidad muscular y complicaciones óseas.
(El impacto de la soledad en la salud física) se debe tanto al aumento de hábitos no saludables como a los cambios biológicos provocados por ella
Javier Yanguas destaca igualmente un empeoramiento del funcionamiento vascular, con un aumento de la presión arterial y más probabilidad de accidentes cerebrovasculares; y señala un aumento de la actividad del eje hipotalámico pituitario adrenal -el eje del estrés-, que también está asociado a la obesidad y a la desnutrición así como al declive motor, la reducción de la actividad física y la capacidad funcional.
¿Se puede prevenir o combatir la soledad crónica? Sí, y no solo es ofrecer compañía
La idea de que la soledad se cura reuniendo a personas, no basta. Combatirla requiere un enfoque emocional y social integral. “Podemos hacer muchas cosas para afrontarla, pero es importante no confundirla con una enfermedad. Sentirse solo o triste no es lo mismo que sufrir depresión, que ya es un diagnóstico”, afirma Javier Yanguas. Para este, la soledad es un sentimiento natural que no deberíamos patologizar. Y sí, se puede aliviar, aprendiendo a gestionarla emocionalmente, igual que con la tristeza. Para ello es necesario reconstruir redes de apoyo y fortalecer los vínculos con amigos y familiares, aunque a veces resulten incómodos. “Llevamos décadas de individualismo, y necesitamos recuperar esas relaciones que sostienen la comunidad”, afirma Yanguas.
Desde el ámbito de la neurociencia, Kali manifiesta la necesidad de activar la neuroplasticidad, permitiendo al cerebro formar nuevas conexiones neuronales, mediante actividades manuales, ya sea la restauración de muebles o hacer macramé. Este tipo de actividades fomentan la creatividad y el bienestar emocional, y cuando se hacen en grupo ayudan a conocer e interactuar con otras personas con intereses similares. En el fondo, dice, se trata de hackear el cerebro para optimizar su funcionamiento en circunstancias adversas. “El neurohacking y el biohacking permiten actualizar el software cerebral para que se adapte mejor a los retos de la vida”.
Llevamos décadas de individualismo, y necesitamos recuperar esas relaciones que sostienen la comunidad
Entre las estrategias terapéuticas más eficaces para los mayores en soledad, la psicóloga de Sanitas Mayores destaca la terapia asistida con animales, por sus beneficios a nivel emocional: “fortalece la autoestima, mejora el estado de ánimo y la motivación”. También recomienda las terapias intergeneracionales y entrenarlos en el uso de la tecnología. “Evita que se sientan aislados y les abre un mundo de posibilidades para aprender, mantenerse informados y participar en una sociedad cada vez más digital. Este enfoque refuerza su autonomía, haciéndoles sentir más integrados y actualizados”.
Por su parte, Jaime Gutiérrez insiste en la necesidad de preparar a las personas para una jubilación activa. “Pasar de una vida laboral estructurada a la inactividad puede ser perjudicial”, advierte. Corrobora la idea de que la compañía física no es suficiente. “Es esencial que esa compañía sepa cómo enfrentar el sentimiento de soledad”. Hay que enfocarse en la calidad de las relaciones, no en la cantidad de atención. Critica la falta de psicólogos especializados en España y subraya la eficacia de las terapias de grupo: no solo son más económicas, sino que permiten a las personas compartir sus experiencias, reduciendo la sensación de aislamiento.
En cualquier caso, no hay soluciones universales para combatir la soledad. “Nos tenemos que adaptar a cómo nuestros mayores perciben la vida y el entorno para poderles dar lo que necesitan. La soledad, como concepto, es fácil de entender, pero difícil de abordar en la práctica, ya que cada caso es único”, expresa Gutiérrez. Es fundamental abordar el tema de manera personalizada y profunda y para ello es primordial promover la asertividad, ayudando a las personas a expresar sus necesidades de manera clara y efectiva.
¿Cómo transformar la soledad en una experiencia positiva o enriquecedora?
La soledad es una percepción, y como tal puede modificarse mediante la realización de actividades proactivas que favorezcan el pensamiento positivo, asegura Sara Rivera. Adoptar rutinas, aumentar las actividades fuera del hogar o involucrarse en proyectos solidarios son estrategias que ayudan a convertir ese sentimiento negativo en una experiencia positiva.
En este contexto, Javier Yanguas señala el avance de las investigaciones científicas que ya no se enfocan solo en terapias, sino que abordan el desarrollo personal. “Debemos empoderarnos para aprender a vivir con la soledad”, comenta. En esta línea, la Fundación La Caixa presentará en noviembre un libro, Siempre Acompañados, que pretende ofrecer unas pautas para que las personas aprendan a gestionar su soledad, construir comunidad y prevenir el aislamiento.
Según los demógrafos, la esperanza de vida sigue aumentando: cada década vivimos seis meses más. Pero además hay una transformación de ciclo vital. En una primera etapa de la vejez, entre los 65 y 70 años, muchas personas aún están activas y con proyectos; pero luego se enfrentan a una fase de mayor vulnerabilidad. Dado que la vejez puede durar 20-25 años, es determinante tener herramientas para vivir plenamente este periodo. Hay que redefinir esta etapa. “La vejez debe ser vista como una etapa de crecimiento y no solo como tiempo vivido”, enfatiza Yanguas. Por eso, es importante gestionar y dar valor a las relaciones, fomentando un sentido de propósito y desarrollo personal.
En efecto, tanto Yanguas como Cassinello coinciden en que el sentido de propósito es fundamental para una vida plena y significativa, contribuye a una mayor longevidad, más calidad de vida y emociones positivas. La inclusión de personas mayores en proyectos comunitarios puede ser una forma efectiva de promover este sentido de propósito.
La soledad no siempre es mala; es el sentimiento de estar solo lo que puede ser dañino
Pero transformar la soledad en algo positivo no es fácil, reconoce el psiquiatra. Requiere que la persona tome conciencia de su situación y sea proactiva, lo que puede ser difícil, especialmente para aquellos con limitaciones de salud. “Por eso es importante el apoyo de la comunidad. La soledad puede convertirse en un motor de cambio que motive a la persona a desarrollar nuevos intereses, aficiones y habilidades, lo que a su vez puede ayudarle a construir nuevas relaciones”. Del mismo modo, Kali contempla la soledad como una oportunidad para el redescubrimiento personal. Y concluye: “la soledad no siempre es mala; es el sentimiento de estar solo lo que puede ser dañino. La clave está en aprender a disfrutar tanto de la compañía de otros como de la propia”.