A pie y de buen humor: caminar para aclarar la mente
Ejercicio y meditación
Andar es una actividad física sencilla y saludable y puede servirnos para meditar y potenciar nuestra creatividad
“Me parece que en el momento en que mis piernas empiezan a moverse, mis pensamientos empiezan a fluir”. Con esta frase resumía el escritor y filósofo trascendentalista Henry David Thoreau su inclinación natural al movimiento, siempre en la naturaleza, como una forma de entrar en contacto consigo mismo y de unirse al flujo de la vida. “A pie y de buen humor”, leemos en la Canción del camino abierto, del poeta y humanista estadounidense Walt Whitman. Solvitur ambulando (se resuelve caminando), reza el dicho latino. También Nietzsche dejó escrito que todas las ideas verdaderamente importantes se suelen concebir mientras caminamos. Y es que andar tiene una tradición intelectual, poética y espiritual indiscutible.
Se supone que los seres humanos se pusieron en pie y empezaron a caminar hace seis millones de años, un hito importantísimo que ayudó a que se aprovecharan mejor las posibilidades del entorno y contribuyó de forma decisiva a la evolución. Caminar es un proceso que tardamos mucho tiempo en dominar y que damos por hecho a menudo, olvidando lo asombroso y maravilloso que resulta. Es, además de una de las actividades más características del ser humano, una actividad que posee poderosos beneficios físicos, mentales y espirituales.
Caminar (y meditar) cada día al menos 20 minutos
¿Sabía que un paseo diario a ritmo moderadamente intenso, aunque solo sea de veinte minutos, disminuye las posibilidades de sufrir una enfermedad cardíaca, Alzheimer, depresión, diabetes y varios tipos de cáncer? Investigadores de la Universidad de Wakayama, en Japón, concluyeron que caminar 10.000 pasos al día reduce de forma importante la presión arterial en personas que padecen hipertensión. Al ser un ejercicio de bajo impacto, es ideal también para prevenir la pérdida de densidad ósea, y ayuda a mejorar la postura, el equilibro y a combatir la fatiga.
Comienza por elegir un lugar tranquilo donde dar entre 10 y 30 pasos de ida y de vuelta, atento a cada uno de ellos
Pero caminar también puede resultar un gran aliado para la creatividad. No en vano artistas y pensadores geniales como el mismo Nietzsche, Beethoven, Charles Dickens o la poetisa norteamericana recientemente fallecida, Mary Oliver, utilizaban las caminatas de forma regular como parte de su proceso creativo.
Aristóteles y los filósofos peripatéticos caminaban como método de indagación filosófica; se dice que Jesús realizó una travesía de cuarenta días en el desierto para prepararse para su misión en la Tierra, y que Buda caminó durante años antes de encontrar la iluminación. Recientes estudios de diversos campos señalan que caminar en un entorno natural ayuda a aclarar la mente y a potenciar la creatividad. También puede servirnos para practicar el mindfulness, un estado de calmada presencia en el que nos limitamos a vivir el momento presente.
Jack Kornfield explica en su libro Sabiduría del corazón que meditar mientras caminamos es una de la formas más útiles y básicas de cuidar del cuerpo. El arte de meditar de este modo, explica, “consiste en aprender a estar atentos mientras caminamos, utilizando el movimiento natural de la marcha para cultivar el mindfulness y una presencia atenta”. Para empezar a hacerlo, lo primero es escoger un lugar tranquilo en el que podamos caminar de ida y de vuelta una distancia de entre diez y treinta pasos. Kornfield explica que podemos usar esta meditación para calmarnos, centrarnos y estar más presentes en nuestro cuerpo.
Este autor propone empezar practicando en casa y luego extender el caminar consciente a otros momentos más informales de nuestra vida, por ejemplo, cuando vamos a comprar o salimos del coche para ir a algún sitio. “Podemos aprender a caminar sin más, en lugar de utilizar ese momento para planear o pensar cosas, y de esta forma tan sencilla empezar a estar presentes de verdad y hermanar el cuerpo, el corazón y la mente”.
Meditación en cuatro pasos
1. Comience en uno de los dos lados del camino elegido, con los pies firmemente plantados sobre el suelo. Deje que sus manos descansen cómodamente donde usted quiera. Abra sus sentidos para ver y sentir todo el entorno. Después de un minuto, lleve su atención hacia el cuerpo. Céntrese y sienta cómo está su cuerpo sobre el suelo. Sienta la presión en los distintos puntos de los pies, sienta todo lo que naturalmente sucede en su cuerpo por el hecho de estar de pie. Permítase estar presente y alerta.
2. Comience a caminar un poco más lento de lo habitual. Permítase caminar con comodidad y dignidad, como su fuera un rey o una reina que ha salido de paseo. Preste atención a su cuerpo. A cada paso, note las sensaciones de elevar el pie y la pierna sobre el suelo. Luego, vuelva a posar con atención el pie en el suelo. Sienta cada paso mientras camina.
3. Cuando llegue al final del camino haga una pequeña pausa. Céntrese, dé la vuelta con cuidado y haga una pausa otra vez para poder ser consciente de su primer paso cuando empiece el camino de regreso. Puede ir experimentando con la velocidad y caminar al ritmo que le haga sentirse más presente.
4. Continúe caminando de ida y de vuelta durante diez o viente minutos, o más. Como suele suceder cuando meditamos sentados, observaremos quizá que la atención va de un lado a otro y muchas veces se dispersa. En cuanto lo notemos, tomaremos conciencia de adónde ha ido, pensando, escuchando, planeando... Volveremos entonces simplemente a centrarnos en el siguiente paso. Como sucedería con un cachorrillo que está aprendiendo, quizá deberemos repetir mil veces el proceso de hacer regresar nuestra atención al presente. No importa si nos hemos ausentado diez segundos o un minuto, simplemente, nos daremos cuenta de dónde estábamos y regresaremos al aquí y ahora con cada paso.
Lecturas recomendadas:
La sabiduría del corazón, Jack Kornfield
Falling Awake, Jon Kabat-Zinn
Hojas de hierba, Walt Whitman
Del caminar sobre hielo, Werner Herzog
Cumbres borrascosas, Emily Brönte