Libera al escritor que llevas dentro
Escribir como terapia
Consejos para utilizar la palabra como herramienta de autoconocimiento
Cuando Sue Grafton, autora de grandes éxitos de la novela negra, se divorció de su marido en circunstancias especialmente complicadas hizo algo que ella misma aconsejaba ”a todo aquel que tenga ganas de asesinar a alguien: escribir una novela donde pueda hacer realidad sus más oscuros deseos”. La primera de aquellas novelas fue A de adulterio.
Existen muchos más ejemplos de grandes escritores que se han apoyado en la escritura para transitar períodos vitales difíciles: Borges, por ejemplo, explicó que pudo superar su insomnio mientras escribía Funes el memorioso; Isabel Allende alivió el dolor por la muerte de su hija al escribir Paula; Joan Didion trató de encontrar sentido a la pérdida y al duelo a través de la escritura de El año del pensamiento mágico y más tarde con Noches azules; se dice que la epilepsia de Dostoievski, que comenzó tras la noticia de la muerte de su padre, acabó cuando el escritor puso punto y final a Los hermanos Karamazov.
Pero no hace falta ser un grande de las letras, como los autores citados, para aprovechar los beneficios de la escritura como autoterapia. En opinión de Esther Sanz, autora de más de una decena de novelas, entre ellas la exitosa trilogía El bosque de los corazones dormidos, hacerlo está al alcance de todo el mundo: “El único requisito es saber escribir ‒algo que aprendemos de niños‒ y ponerle intención a nuestras palabras. Incluso cuando no existe esa intención, la escritura puede ser sanadora, al traer al consciente asuntos que tenemos guardadas en el inconsciente”.
Silvia Adela Kohan, escritora, logopeda e introductora de los talleres de escritura creativa en España, afirma que “escribimos porque algunas cosas solo podemos pensarlas mientras lo hacemos”. Haruki Murakami seguramente estaría de acuerdo con su afirmación: “Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito”, declaró el genial escritor japonés hace años.
“Escribimos porque algunas cosas solo podemos pensarlas mientras lo hacemos”
Silvia Adela Kohan
Escritora e introductora de talleres de escritura creativa
Y es que, como explica Julia Cameron en su celebrado libro El camino del artista, escribir crea una conexión entre el cuerpo, la mente y el espíritu. Cuando usamos las manos para escribir con un bolígrafo o para teclear un texto estamos creando una poderosa conexión entre nuestra experiencia y el movimiento del cuerpo.
Es en el cuerpo donde almacenamos preocupaciones, miedos y recuerdos. Y cuando lo usamos de forma positiva, como por ejemplo bailando o practicando sexo, somos capaces de habitarlo, de permanecer en el momento presente, y podemos liberar experiencias negativas.
Escribir implica un movimiento corporal pequeño, pero que puede ayudarnos mucho cuando volcamos en un texto todo aquello que fluye sin orden por nuestra mente.
Los beneficios de la escritura, según Adela Kohan
Kohan, autora del libro de referencia La escritura terapéutica, cita a otro grande de las letras para explicar las cualidades sanadoras que puede tener la escritura: “Lo dijo Octavio Paz: ‘Si usted tiene un problema en la vida, la literatura es la gran maestra del hombre’. La escritura es delatora. Eso sí, para escribir no se puede ser cobarde».
Otros de sus beneficios, según Kohan, pueden ser:
- Ayuda a contactar con un espacio de confianza (la página o la pantalla).
- Conecta con el estado emocional de quien escribe y permite descargar tensiones.
- Permite encontrar soluciones originales.
- Es un trampolín para atreverse a poner en escena el mundo interno y un puente con uno mismo y con los demás.
- Actúa como un espacio para aclarar los pensamientos, pues al escribirlos, los sistematizamos. Al leerlos luego suele abrirse alguna compuerta desconocida.
- Permite que observemos nuestro reflejo como si estuviéramos ante un espejo y así comprendernos mejor.
- Es parecido a soñar.
- Ofrece una revelación, el descubrimiento de algo que permanecía oculto y que aflora durante el proceso o al final.
- Puede ser un método de aliviar males físicos.
- Permite transformar en material creativo las obsesiones y los fantasmas.
La escritura, una herramienta muy útil para el autoconocimiento
Para el escritor Alejandro Palomas, autor de más de una decena de obras que han sido premiadas con galardones como el Premio Nadal o el Premio Nacional de Literatura Juvenil, entre otros, escribir puede ser, más que una terapia, una herramienta muy útil para el autoconocimiento. “Escribir te ayuda a conocerte en muchas dimensiones: tu ritmo, tu voz, sobre todo; tus silencios, tu dinámica de pensamiento, cómo formulas esos pensamientos, cómo generas cosas con las palabras. El conocimiento del lenguaje es fundamental para ampliar el conocimiento emocional. Si no puedes poner nombre a tus emociones y a tus procesos te resultará difícil maniobrar con ellos”.
Esther Sanz, quien imparte talleres de escritura para jóvenes, cree que la escritura sirve para ordenarnos por dentro y para desalojar fantasmas mentales, aunque no solo eso. “El poder de la palabra escrita es muy mágico y, en ocasiones, logra materializar aquello que antes solo era un pensamiento. Las palabras conjuran, crean realidades y se vuelven aún más poderosas cuando las plasmamos sobre el papel. A mí me ha ocurrido en más de una ocasión: escribo algo que está en mi mente, una escena de una novela, un diálogo… y un tiempo después contemplo alucinada como eso mismo ocurre en mi vida real. Nos dicen que hay que tener cuidado con lo que deseamos… pero si esos deseos los plasmas sobre el papel, todavía se vuelven más poderosos”.
Pero enfrentarse a la página en blanco también puede resultar algo intimidante, sobre todo las primeras veces. Es posible que cuando lo intentemos nos bloqueemos pensando que no vamos a hacerlo “bien”, o puede que en el momento de empezar no se nos ocurra ningún tema.
Para vencer esos miedos Kohan nos recuerda: “Todos los textos que produzcas son válidos y valiosos. Esta idea sencilla te facilita la tarea, te relajas y escribes, tengas o no tengas experiencia previa, conozcas o no conozcas las técnicas. Esta es la primera premisa: practicar la llamada gimnasia escrituraria”.
Alejandro Palomas aconseja fijarse en aquellos escritores cuyas voces nos mueven emociones de cualquier tipo: “Son aquellos autores en los que encuentras una ventana cuyo paisaje se parece mucho al paisaje que tú crees que tiene tu ventana”. Además de empezar tirando del hilo de nuestros autores admirados, Palomas, que imparte talleres de creación literaria para trabajar “la voz y el miedo”, subraya la importancia de ser uno mismo, sin querer parecerse a nadie más, y de escribir desde la libertad, además de “no mirarnos demasiado cuando escribimos, sino cuando dejamos de escribir”.
No pasa nada si tan solo rellenamos unas pocas líneas, pues cada persona debe ser capaz de encontrar y disfrutar de su propio ritmo. Julia Cameron, por ejemplo, recomienda realizar el ejercicio de “las páginas matutinas”, esto es, rellenar cada día tres páginas sin ningún otro objetivo que el de vaciar la mente, en una suerte de meditación con lápiz y papel.
Tampoco es necesario preocuparse demasiado acerca de la temática que elegimos, porque lo importante es centrarse en dedicarle un tiempo y toda nuestra atención a la tarea mientras la realizamos. Y también es interesante escribir siempre pensando que nadie va a leernos. En principio no redactamos nuestros textos con una finalidad literaria, sino para liberar tensiones y sentirnos mejor, así que debemos partir de la autenticidad y de la naturalidad, sin pensar en lo que imaginamos que esperan de nosotros.
Algunos ejercicios para empezar a escribir como terapia
Algunos ejercicios prácticos para empezar, extraídos del libro La escritura terapéutica, pueden ser:
1. Escribe diez minutos al día durante siete días seguidos sobre un tema en el que estés pensando mucho o que te preocupe. Parte cada día del mismo tema, aunque durante el proceso surjan otros. Deja que afloren tus distintas sensaciones, consígnalas, permite que se expandan en la página. No escribas más de diez minutos ni tengas miedo de repetir lo que escribiste ayer: seguro que no es exactamente igual.
El octavo día, elige un lugar especialmente agradable para ti, relee los siete textos y apunta conclusiones. Pregúntate qué te aportan, qué luz se enciende en el tema elegido y qué otros caminos se abren. Apúntalo todo para retomarlo por ahí la próxima vez que elijas repetir el ejercicio.
2. Frente al espejo. Coloca un espejo frente a ti y escribe con curiosidad y con un sentimiento en particular. Levanta la vista cada tanto, mira al espejo y apunta lo que te gusta de ti. Después, lo que no te gusta. Asocia lo que ves en cada caso con gestos, expresiones, detalles de cualquier tipo procedentes de personas de u entorno. Apúntalo. A partir de tus observaciones intenta descubrir algo en lo que no habías reparado y amplía el descubrimiento.
3. Escribe tus secretos. Haz una lista con un secreto personal, un secreto de familia, un secreto de confesión, un secreto profesional y un secreto sentimental. Desarróllalos. A continuación, busca la coincidencias entre los cinco textos resultantes y habrás encontrado un común denominador que habla de ti.
Cualquier excusa es buena para empezar a escribir
Otras propuestas para comenzar pueden ser:
1. Escribe un poema. Confecciona una lista de imágenes de tu infancia. Elige algunos recuerdos positivos. Rememora las sensaciones que experimentaste, lo que veías, los olores, los sonidos, lo que sentiste, incluso lo que saboreaste. Revive todas esas sensaciones y describe la experiencia brevemente. Escribe luego las emociones que asocias a esas imágenes (asombro, dolor, amor… ) y luego escribe un poema utilizando los detalles que has ido listando, permaneciendo en contacto todo el tiempo con tus sensaciones y sin perder de vista la imagen que has elegido. Escucha lo que dice esa imagen y trata de que el poema exprese su voz.
2. Empieza un diario. Para ello, puedes usar el formato que mejor se adapte a tus gustos. Puedes escribir en tu ordenador, en una libreta, en un diario al uso, utilizar un programa online o incluso un blog. Si te apetece escribir a mano puedes personalizar tu libreta o el diario que utilices. Márcate un objetivo de escritura y decide de antemano dónde y a qué hora vas a escribir. Escribe acerca de lo que desees. Si no sabes por dónde empezar, tu primer texto puede tratar acerca de los motivos que te llevan a comenzar a hacerlo.
3. Escribe una carta. Puedes dirigírtela a ti mismo, a un familiar, a un amigo, a una ex pareja… No importa si esas personas están vivas o muertas o si están o no en tu vida. Escribe todo lo que siempre quisiste decirle a esa persona, sin ningún tipo de filtro. Puedes guardar las cartas o puedes romperlas después.
Silvia Adela Kohan recomienda, para acabar, que nos fijemos mucho en las minucias y “tiremos del hilo de lo aparentemente insignificante”, pues eso conduce sin prisa pero sin pausa a las grandes revelaciones. “Hay que escribir desde la herida”, afirma, “o desde el goce sin frenos; y sin pudor, que crean en lo que hacen, que sientan lo que escriban, que liberen al escritor que llevan dentro y descubran lo que no sabían”.
“Todos los textos que produzcas son válidos y valiosos”
Alejandro Palomas