En Death Stranding la democracia no funciona
Análisis
El juego de Hideo Kojima plantea unos Estados Unidos postapocalípticos gobernados por una empresa privada
La democracia en Death Stranding no funciona. En el nuevo videojuego del director japonés Hideo Kojima una gran catástrofe ha destruido el mundo tal y como lo conocemos y ha obligado a los supervivientes a refugiarse en pequeños núcleos urbanos separados entre si por decenas de kilómetros. Ante esta situación, la única esperanza para la humanidad es unir a todos los supervivientes para que se integren en un nuevo estado: las Ciudades Unidas de América (UCA).
Los habitantes de los antiguos Estados Unidos no pueden salir de sus refugios, pues el mundo tras el Death Stranding es un lugar extremadamente peligroso para los civiles. Por este motivo, deben satisfacer sus necesidades a través de los portadores, personas que transportan paquetes de refugio a refugio.
Solo hay dos empresas que pueden realizar estos encargos: Bridges, la compañía fundada por la última presidenta de los Estados Unidos, y Fragile Express, la primera empresa con licencia para repartir paquetes en las UCA. Fragile funciona como una empresa más o menos normal, pero Bridges ha fagocitado la administración del país y, de facto, controla la presidencia de las Ciudades Unidas de América.
Death Stranding empieza con la muerte de la última presidenta de los Estados Unidos, Bridget Strand, que debe ser reemplazada por su hija Amelie. Un cargo que debería ser elegido democráticamente se transfiere por herencia, como si de una monarquía se tratase, pero como Amelie no está disponible en ese momento, el director de Bridges, Die-Hardman, recoge la presidencia efectiva.
En la primera hora de juego, la situación planteada parece un caldo de cultivo perfecto para lo que la periodista Naomi Klein llama, en su libro La Doctrina del Shock (2007), “estado corporativista”. Las principales características de estos estados son “una gran transferencia de riqueza pública hacia la propiedad privada” – en este caso, la propiedad privada controla al 100% la riqueza publica, pues ha fagocitado el gobierno -, “el incremento en las distancias entre los inmensamente ricos y los pobres descartables y un nacionalismo agresivo”.
La segunda característica es la menos mostrada en Death Stranding, ya que no se ve cómo viven los supervivientes en los refugios. Aunque Kojima muestra el lujo que rodea a ciertos científicos de Bridges, como Heartman. En cambio, el tercer punto es una constante en todo el juego. Los personajes siempre actúan en nombre y defensa de América – como ellos llaman a las Ciudades Unidas de América.
El estado corporativista presentado por Death Stranding, además, sigue la táctica que Klein denomina “doctrina del shock ”, pues se constituye a partir de la necesidad surgida de una catástrofe de tal magnitud que convierte lo “políticamente imposible en políticamente inevitable”.
Hideo Kojima repite una y otra vez que la misión del protagonista es salvar la humanidad – los ciudadanos de América – pero, en realidad, solo se está afianzando el poder y el control de Bridges, una empresa responsable de crímenes y experimentos inhumanos.