Periodismo para rescatar el mundo
Entrevista a Sergi Cabeza
Los reporteros de guerra se juegan la vida para explicar los conflictos y evitar que caigan en el olvido
Sergi Cabeza es periodista y ha trabajado para diferentes diarios y agencias en España y el extranjero, como La Vanguardia, ElDiario.es, Europa Press o Associated Press.
Como reportero de guerra, ha vivido algunos de los conflictos más graves de los últimos años. Cubrió los enfrentamientos de la Primavera Árabe en Egipto, fue testigo de la crueldad de la guerra en Siria y presenció las duras condiciones de la posguerra en Libia.
Según el Comité para la Protección de Periodistas, en 2017 una treintena de periodistas murieron mientras trabajan en zonas de guerra o de conflicto. Se trata de una profesión muy peligrosa, entonces ¿por qué los periodistas de guerra se exponen a ese riesgo?
“El periodismo de guerra es muy importante para que los crímenes y las injusticias no queden impunes”, defiende Cabeza.
La llegada masiva de refugiados a Europa (más de un millón en 2015) sería imposible de explicar sin las imágenes y las crónicas desde Alepo, Homs o Kobane, ciudades destruidas por la guerra civil siria. Gracias al trabajo de los periodistas en medio del conflicto, el mundo supo lo que estaba sucediendo.
Arriesgar la vida para informar
En una guerra, los periodistas ponen su vida en peligro para informar. A veces tienen que hacerlo si quieren ganar un sueldo digno. En las zonas seguras hay muchos periodistas, pero solo algunos se atreven a adentrarse en el conflicto: cuanto más peligroso es el lugar desde donde se escribe, mayor es la retribución.
“Esta es una profesión muy mal pagada: eso te obliga a aventurarte más de la cuenta y tomar riesgos que no deberías tomar”, lamenta Cabeza, quien reconoce que sus trabajos en Siria fueron los más peligrosos, pero también los que le reportaron mayor beneficio.
Al principio solo escribía, hasta que un amigo periodista le aconsejó que se comprara una cámara para hacer vídeos: en la era digital, una imagen tiene mucho más impacto que un texto.
Los periodistas también deben hacer frente a algunos gobiernos, que quieren evitar que el mundo sepa lo que ocurre dentro de su territorio. Durante el viaje a Siria, Cabeza fue detenido por las autoridades de Turquía, país que hace frontera con Siria.
“Hay muchos países que niegan el visado a periodistas o bien dificultan su trabajo, porque no les interesa que se explique lo que pasa”, asegura.
Compañerismo en medio del conflicto
Los reporteros que viven este tipo de experiencias crean vínculos muy grandes entre ellos. Algunos de los compañeros de Cabeza murieron como consecuencia del fuego cruzado, otros fueron secuestrados y otros, asesinados durante su cautiverio.
Hubo una época en que los secuestros empezaron a aumentar y cada vez desaparecían más periodistas. Cabeza recuerda especialmente los casos de Ricard Garcia Vilanova, Marc Marginedas, Javier Espinosa, que fueron liberados, y James Foley, secuestrado y decapitado por el Estado Islámico. Ahí fue cuando decidió que no volvería a Siria.
“Yo estaba dispuesto a asumir el riesgo de las bombas, pero no a ser secuestrado”, asegura.
Como periodista occidental, los actores del conflicto ven a los reporteros como una fuente de ingresos pidiendo un rescate. “Entonces ya no solo tienes que mirar al cielo para ver si cae una bomba, tienes que mirar por todas partes: hacia atrás, hacia los lados... no sabes quién puede secuestrarte, desconfías de todo el mundo”, explica.
Después de haber presenciado el terror de los combates y las bombas, Cabeza está más convencido que nunca de que “para ser buen periodista, hay que ser buena persona”, como dijo una vez el periodista Ryszard Kapuscinski.
“En este tipo de periodismo, a menudo tienes que entrevistar a personas que lo están pasando muy mal. Por eso debes tener mucha empatía y tratar de entender por lo que están pasando”, concluye.
Durante los últimos meses Cabeza ha estado en Colombia, trabajando en diferentes proyectos que ponen en práctica los Acuerdos entre el gobierno y las FARC. Después de años de narrar la guerra, ahora toca apostar por la paz.