Stravinski: la revolución de la música
Compositor ruso
El compositor ruso marcó un antes y un después en la forma de escribir música clásica
De la gloria al rechazo hay un paso. El compositor ruso Ígor Stravinski (1882-1971) conoció ambas facetas en su carrera artística: los líderes políticos del régimen comunista lo alabaron y repudiaron por igual. Sin embargo, hizo una aportación inmensa a la cultura rusa y a toda la música del siglo XX.
Hablar de la obra Stravinski es como querer abarcar el cielo con una sola mirada. No obstante, hay dos periodos destacables en la carrera de Stravinski que quedan reflejados en dos de sus obras más importantes: El pájaro de fuego (1910) y La Consagración de la primavera (1913).
Un alumno brillante
Su carrera comenzó con sólo 20 años, cuando se convirtió en alumno del maestro más renombrado de la época: Nikolái Rimski-Kórsakov.
Stravinski enseguida destacó entre el resto de estudiantes y llamó la atención del rico empresario Serguéi Diaguilev, fundador de la compañía de Ballets Rusos. Diaguilev le encargó su primer ballet, que Stranvinski estrenó con todos los honores en París y con una gran ovación del público.
El ballet de El pájaro de fuego tuvo mucho éxito y una gran influencia en la cultura popular rusa. Su carrera prometía: Stranvinski estaba destinado a ocupar un puesto entre las estrellas de la música clásica.
El ballet más rompedor
Como buen transgresor, Stravinski quiso romper los límites de la música romántica y salirse de los ritmos establecidos. Tres años después de su gran éxito,creó el ballet de La consagración de la primavera.
Según él mismo, su intención al estrenar esta obra era “mandar todo al carajo”. Y lo logró. En el teatro hubo peleas entre los espectadores y la policía tuvo que intervenir y vigilar para que la obra pudiera continuar.
¿Qué tenía de raro ese ballet? Si una melodía tiene ritmos pares o impares, Stravinski jugaba con revolver todo y hacer que la música transmitiera un caos bello pero difícil de entender en esa época. Por ejemplo, si un fagot tenía un límite, él componía para que se rompiera hasta parecer que desafinaba. La coreografía de las bailarinas tampoco pasó desapercibida.
No es de extrañar que se escucharan silbidos nada más comenzar la música: el público pensó que era una mala interpretación antes de darse cuenta que estaban presenciando un momento histórico.
El éxito en el exilio
Poco después de estrenar La Consagración de la primavera comenzó la Primera Guerra Mundial en Europa (1914-1918) y, al cabo de unos años, la Revolución rusa (1917).
Vladimir Lenin descubrió que el teatro era un método ideal para la educación de masas por lo que firmó un decreto que obligaba a cada obra artística a pasar por la supervisión del gobierno.
Toda persona u obra que no fuera afín al régimen era declarada “enemiga del pueblo”. Varios artistas rusos fueron condenados al olvido: Stravinski, Prokófiev, Rachmaninov o Tchaikovsky, el orgullo nacional de la música clásica, no volvieron a sonar en los teatros y todo el que se atreviera a interpretar alguna obra suya era destinado a Siberia.
Stravinsky se exilió en Suiza y Francia, pero no fue hasta que se trasladó a Estados Unidos cuando volvió a brillar en el mundo de la música. Incluso colaboró con Disney: la película Fantasía de 1940 tiene un corto con la música de La Consagración de la Primavera. Y su nombre está en una estrella en el paseo de Hollywood.
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