La igualdad de género progresa despacio. La virilidad tóxica, en cambio, es mucho más veloz. Traducido a datos: según el barómetro del FAD, en 2019 se llegó a un porcentaje notable (37,1%) de jóvenes varones que se identificaban en algún grado con posiciones feministas que reclaman la igualdad de derechos entre ambos sexos. En el último barómetro (2023) el porcentaje había descendido al 26%.
Es un preocupante retroceso del feminismo en un momento en que algunos de sus logros parecían consolidarse a pesar de que el mundo sigue atravesado por la agresividad derivada de la hegemonía patriarcal, a pesar de que la brecha salarial entre géneros sigue vigente y a pesar de que la violencia de género sigue mostrando datos inaceptables. Eso sin olvidar la legión de hombres que sufren la presión que supone tener que ajustarse a roles masculinos dominantes donde nunca se sintieron a gusto. Asumo que los excesos de las feministas ultrawoke han podido contribuir a envenenar este odio, pero en cualquier caso, el dato arriba mencionado es sólo una pequeña prueba estadística de otras muchas manifestaciones del mismo fenómeno.
Lo peor de la masculinidad tóxica es que siempre es violenta; y la violencia es, ante todo, fascista
La comitiva de machotes que temen que lo de la abolición del patriarcado vaya en serio se expresa en comunidades como los incel (que empezó como una red de apoyo para hombres involuntariamente solteros que ha virado hacia el terrorismo misógino) y en otras muchas comunidades de adolescentes y jóvenes que proclaman su hostilidad hacia las mujeres, a menudo impregnada de la pornografía misógina con que se nutren. Su ruido viene avalado por los machos alfa más mediáticos: Putin, Milei, Trump..., este último coreado por unos oligarcas tecnológicos cada vez más proclives a la ostentación de artefactos fálico-bélicos y a las declaraciones de afirmación del poder viril. Hasta Zuckerberg, el único de los geek que parecía medio normal, ha empezado de pronto a reivindicar la virilidad perdida. “Vivimos una época en que parece que todo en la virilidad es malo”, se lamentó en una entrevista. Por supuesto que no todo es malo en la virilidad. Pero lo que es malo, es letal.

Trump y Milei
A este respecto es interesante el libro de Lucile Peytavin donde pone cifras oficiales al dispendio público que supone la suma de desmanes machistas en Francia. El coste de la masculinidad tóxica es colosal en el país vecino. Aquí nadie lo ha calculado, que yo sepa. Podemos suponer que no será menor. Pero lo peor de la masculinidad tóxica no es que sea tan cara, es que siempre es violenta. Y la violencia es, ante todo, fascista. De ahí que los valores feministas tengan hoy más sentido que nunca. La prudencia, la sensatez y las actitudes igualitaristas y antibelicistas (la guerra no tiene rostro de mujer), siempre han estado del lado femenino. Y del lado de tantísimos hombres que, por fortuna, los comparten y sostienen. Este 8 de marzo, la lucha por el feminismo y la oposición al fascismo son, más que nunca, la misma lucha.