La IA quiere un cuerpo y puede encontrarlo en robots capaces de aprender a fregar

Análisis

OpenAI ha registrado una marca para robots humanoides programables

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Robot Atlas de Boston Dynamics

REDACCIÓN / Terceros

En pleno shock por la irrupción de la IA China DeepSeek, un dato que podría cambiar muchas cosas se ha deslizado en las montañas de información sobre la inteligencia artificial: OpenAI ha registrado una marca comercial para numerosos productos, pero hay uno que destaca sobre el resto. Abróchense los cinturones: “robots humanoides programables por el usuario”.

Hasta ahora, los intentos de crear robots con apariencia humana han tenido resultados decepcionantes. Algunos incluso han sido carne de memes. Basta recordar los Optimus de Elon Musk, que se supo que en parte estaban siendo dirigidos por control remoto en su presentación. Vamos, que parte de su cerebro era humano. Sin embargo, la idea de que OpenAI esté considerando darle un cuerpo a su IA no es un disparate. 

El robot Figure O1 razona gracias a GPT-4, de OpenAI

El robot Figure O1 razona gracias a GPT-4, de OpenAI

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OpenAI ya colabora con empresas de robótica para meter un cerebro en estas máquinas. Un ejemplo es el robot Neo Gamma de la compañía 1X, que tiene un aspecto inquietante pero que empieza a ser prometedor. Aunque tampoco está claro que este robot vaya a ser la solución definitiva para ayudarnos en casa. Y es que, seamos sinceros, ¿quién necesita un robot en casa que no sepa aprender a preparar un café?

El gran salto está en la inteligencia artificial generativa. Gracias a modelos de lenguaje avanzados, los robots podrán aprender tareas. Aunque, ojo, aún es más fácil enseñarle a una IA a hablar mandarín que lograr que un robot aprenda a fregar platos sin terminar rompiendo algo (o romperse a sí mismo).

El robot Aquasense 2 Ultra cuenta con un procesador tan potente como el de un teléfono para distinguir suciedad en el agua.

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Beabot

Hace tiempo que la IA ya ha llegado a los robots. E incluso a los que podemos comprar ya y que cumplen funciones muy útiles. Pensemos, por ejemplo, en uno de los últimos en comercializarse: el Beatbot Aquasense 2 Ultra, presentado en la feria CES de Las Vegas. Algo que llama la atención es que cuenta con un procesador Cortex-A7 de 4 núcleos y 1,8 GHz, que se ha usado en teléfonos inteligentes. Este componente y otros, como su memoria de cuatro gigabytes de RAM, nos indican que el aparato está preparado para procesar datos de forma avanzada.

Esto puede parecer extraño tratándose de un robot pensado para una función muy concreta: limpiar piscinas para evitar tener que cambiar el agua. La clave está en que el aparato cuenta con una gran cantidad de sensores para mapear la piscina y detectar, mediante algoritmos de IA, objetos que podrían pasar inadvertidos para otros dispositivos. Por ejemplo, es capaz de identificar hojas de diferentes tipos de árboles flotando en el agua.

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La IA le permite diferenciar entre objetos en el fondo, las paredes y la superficie, algo crucial para una limpieza eficiente y para evitar dañar el robot o la piscina. Como puede suceder con robots limpiadores sin IA. Además, al analizar continuamente las condiciones del agua y el entorno, el robot puede anticipar problemas y ajustar su funcionamiento para mantener el agua limpia por más tiempo, reduciendo la necesidad de intervención humana y el uso de productos químicos.

Hace pocos años algo así hubiese sido considerado una hazaña. Al fin y al cabo no es sencillo que un robot pueda desenvolverse bajo el agua y guiar sus acciones con una combinación de sensores ópticos, láser o de ultrasonidos y sea capaz de diferenciar entre objetos en el suelo, las paredes de un entorno acuático y la superficie.

La empresa catalana Enkitek diseña un robot para la recolección de frutas y verduras

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CONSELLERIA DE EMPRESA Y TRABAJO / Europa Press

De la misma forma que se ha producido esa primera revolución robótica silenciosa, protagonizada por robot como ese de Aquasense, todo apunta a que estamos a punto de pasar a una nueva fase. Y en esta la clave será el aprendizaje autónomo de los robots, que ya se está produciendo a nivel experimental. Un autómata podría empezar a realizar tareas que le solicitamos, como transportar objetos de un sitio a otro o, incluso, montar un mueble de Ikea. Algo que por cierto ya ha sucedido.

Otra técnica emergente es el aprendizaje por imitación, donde los robots observan y replican el comportamiento humano para adquirir nuevas habilidades. Utilizando cámaras y sensores, los robots analizan los movimientos y decisiones de los humanos para luego aplicarlos en tareas específicas. Este enfoque es útil en la asistencia personal. Un caso destacado es el robot de código abierto PR2 de Willow Garage, que ha aprendido a realizar tareas domésticas como doblar ropa y servir bebidas mediante aprendizaje por imitación.

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La combinación de aprendizaje automático con simulaciones en entornos virtuales está permitiendo a los robots practicar millones de escenarios en poco tiempo. Esto acelera significativamente el proceso de aprendizaje sin el riesgo de dañar hardware que cuesta su peso en oro. Un ejemplo de esto es el proyecto RoboNet, desarrollado por la Universidad de California en Berkeley, que utiliza simulaciones para enseñar a los robots a manipular objetos con gran precisión.

El futuro del aprendizaje robótico parece orientarse hacia sistemas híbridos que integran múltiples técnicas de aprendizaje para mejorar la adaptabilidad y la autonomía de los robots. Y ahora la gran pregunta: ¿Cuándo podríamos ver robots en el mercado que cuenten con estas nuevas tecnologías de aprendizaje?

La gran duda

¿Cuándo podríamos ver robots en el mercado capaces de aprender?

Varias empresas ya han anunciado planes concretos. Boston Dynamics tiene previsto comercializar versiones avanzadas de su robot Atlas en los próximos tres a cinco años, orientadas a tareas industriales y de asistencia. Por su parte, Tesla está desarrollando Optimus, que se espera que esté disponible para un plazo similar. Además, OpenAI al margen de que haya registrado su propia marca, colabora con distintos fabricantes para integrar sus modelos de IA en robots de uso comercial, con prototipos que se espera entren en fase de prueba en entornos reales a partir de 2025.

De hecho, si pensamos con una mente abierta en realidad los drones son los primeros robots que empiezan a tener capacidades muy inteligentes. El Skydio 2+ por ejemplo cuenta con sensores que le permiten analizar un entorno de 360 grados y tomar decisiones inteligentes para evitar obstáculos y despreocuparse de colisiones. Para ello usa una IA gobernada por un procesador NVIDIA Tegra TX2, utilizado con frecuencia en robots y algunos vehículos autónomos.

La era de los robots inteligentes y adaptables no está en el horizonte; ya está aquí. Aunque todavía no veamos autómatas paseando por el vecindario, la revolución robótica que prometieron hace décadas podría estar dando sus primeros pasos. Y quién sabe, tal vez pronto tengamos uno que, además de fregar platos, nos arrope al echarnos la siesta si hace fresco.

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