En España se sabe enterrar -y desenterrar- bien

Baúl de bulos

Tierra de santos y reliquias, hay muertos muy vivos, incluso algunos viajeros

En España se sabe enterrar -y desenterrar- bien

En España se sabe enterrar -y desenterrar- bien

Martin Tognola

Al despedirse en el 2014 del ruedo de la política activa, soltó Alfredo Pérez Rubalcaba una irónica frase digna de Andreotti en sus mejores tiempos: “Los españoles somos gente que enterramos muy bien”. Razón no le faltaba. En los funerales de las víctimas de ETA, la gente solía aplaudir. Los entierros de Paquirri o Lola Flores fueron cosa de multitudes. Y fueron muchos los que guardaron cola para despedirse del dictador Franco.

Pero en España, tierra de santos y reliquias, hay muertos muy vivos, incluso algunos viajeros. Juana la Loca paseó por media España el féretro de Felipe el Hermoso antes de enterrarlo en Granada. El corazón, acorde con la voluntad antes de morir del difunto, fue trasladado a Bruselas.

A la muerte en el 1933 del president Francesc Macià, sus incondicionales decidieron extraerle el corazón, conservándolo en una urna con formol. La urna permaneció en el Palau de la Generalitat hasta 1939, cuando fue llevada a Francia, donde dio varios tumbos antes de que regresara a Catalunya en 1979 y fuera reunido con los restos mortales de Macià, que finalmente hallaron descanso eterno en el monasterio de Poblet.

Que el papa Gregorio XV canonizara en el 1622 a Teresa de Jesús y a Francisco Javier, es lo de menos, ya que sus cuerpos incorruptos y salvajemente mutilados hacía tiempo que iban de un lado a otro, de monasterio en monasterio. El famoso brazo incorrupto de Teresa Sánchez (o de Cepeda y Ahumada), que en realidad era su mano izquierda sin meñique, iría a parar a la mesita de noche de Franco, que veía en ella “la santa de la raza”. Caramba. Entre agosto del 1962 y agosto del 1963, un brazo viajó por todo el territorio español con motivo del cuatro centenario de la reforma teresiana.

Aunque autodidacta, el Libro de la vida de Teresa deslumbró a un joven San Juan de la Cruz o, algo más tarde, a fray Luis de León, que editó sus obras. Aun así, su autobiografía, escrita en lengua vulgar, estuvo 12 años sin la autorización de la Santa Inquisición. En 1970, Teresa sería la primera mujer nombrada doctora de la Iglesia. Y es que la vida, incluso la de los santos, da muchas vueltas.

A fin de combatir la crisis de la fe católica en Canadá y atraer a nuevos fieles, en el 2018 se paseó a lo largo de un mes por todo el país, pero sobre todo por Quebec, el brazo incorrupto de Francisco Javier. El cuerpo incorrupto del santo reposa en la basílica del Buen Jesús de Goa, en India, cuyo brazo derecho fue seccionado y llevado a Roma en el 1614. Pero antes del periplo canadiense, dicho brazo del santo, aparte de unos bolos por Navarra, en el 2013 peregrinó por Australia.

Parece que hay ganas de avivar los ya casi apagados rescoldos de una dictadura que llegó a su fin hace medio siglo

Causa cierta perplejidad que este 2025 sea en España el Año Franco, máxime después de que hace poco sus restos fuesen sacados del Valle de los Caídos y llevados a una sepultura familiar. Parece que hay ganas de avivar los ya casi apagados rescoldos de una dictadura que llegó a su fin hace medio siglo.

Al parecer, lo que se celebra es la muerte del anciano dictador en la cama de un hospital, que no el adivinamiento de la ansiada democracia, que llegó un poco más tarde. A estas alturas, no sería del todo descartable que las tiendas de recuerdos y los bazares chinos de las grandes capitales españolas se llenasen de toda clase de quincalla franquista: que si braguitas y delantales con la efigie nada agraciada del Caudillo o alguna célebre frase suya tipo: “Haga como yo, no se meta en la política”, por no hablar de sacacorchos, trapos de cocina o postales. Puro kitsch.

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Al día siguiente del asesinato de Kennedy, ya aparecieron en las tiendas de Washington unos simpáticos saleros de porcelana en forma del busto del presidente abatido y por cuyos agujeros, situados en el sitio exacto por donde entraron las balas disparadas presuntamente por Lee Harvey Oswald, salía la sal con la que sazonar los platos. A este nivel ya hemos bajado.

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