El discurso de odio ya no existe en Facebook. Y no porque las redes hayan sufrido un giro radical para convertirse en un espacio de debate sano y constructivo. La explicación es más simple: Zuckerberg ha eliminado el concepto de las Normas comunitarias de Meta —tanto de Facebook como de Instagram o Threads— para sustituirlo por “conducta de odio” y ha abierto la puerta a descalificaciones, generalizaciones despectivas o insultos por grupo, género u orientación sexual en para seguir la estela del “debate político”.
“No está bien que se puedan decir cosas en la televisión o en el pleno del Congreso, pero no en nuestras plataformas”. Así justificaba los cambios el director de Asuntos Globales, Joel Kaplan. Estos se implantaron junto con la sustitución de los verificadores de datos subcontratados por Meta por notas de la comunidad de los propios usuarios (como ahora usa X) y una relajación en la moderación de contenidos en pos de la “libertad de expresión”, tal y como anunció Mark Zuckerberg.
El fundador de Facebook y CEO de Meta “se ha acomodado al cambio de liderazgo en los EE.UU. con Donald Trump y lo hace copiando el discurso de Musk”, afirma Jaume Suau, investigador principal del Digilab: Media, Strategy and Regulation en Blanquerna-Ramon Llull. Lejos de aquel inicio de internet en el que se creía que la herramienta aportaría más democracia o de la aparición de las redes sociales y el nuevo optimismo online en 2008 con la victoria de Barak Obama, la realidad de 2025 es otra. “Eso se ha acabado”, lamenta Suau: impera la idea de que “con menos regulación hay más libertad, como se ha ido imponiendo en EE.UU. en contraposición a la UE”.
Una de las adopciones del modelo Musk en Meta será, tal como anunció, el uso de las notas de la comunidad en vez de equipos de verificación. De esta forma, Zuckerberg se suma a la idea de que “la participación de los ciudadanos nos lleva a un mundo mejor”, señala el investigador principal del Digilab. Esto, sin embargo, “se ha visto que no funciona”. “En un sistema desregulado habrá más libertad de expresión en el sentido de que todos podrán decir lo que quieran, pero eso no quiere decir tener una esfera pública más sana”, lamenta. El escenario apunta a ser el contrario: “más discursos de odio, más ataques en línea y, por ende, más autocensura; y más posiciones extremas, sobre todo de extrema derecha”.
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Trump y Marck Zuckerberg
La defensa de esta libertad de expresión que esgrime Zuckerberg debería partir de la base de “garantizar una buena salud de la democracia, que necesita de la circulación de las ideas para llegar a las mejores decisiones colectivas posibles”, entiende Daniel Gamper, profesor de Filosofia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona. Sin embargo, desde hace más de una década, las redes sociales han cosechado unos “resultados nada estimulantes” en su papel “muy relevante” en las democracias occidentales.
Insultos y descalificaciones en supuesto favor al debate político
Por ello, estas modificaciones fueron acompañadas también de cambios para erradicar la idea de discurso de odio y para relajar los filtros. De forma literal, Meta permitirá usar lenguaje insultante “en el contexto de discutir temas políticos o religiosos, como sobre los derechos de las personas transgénero, la inmigración o la homosexualidad”, así como lenguaje sexual cuando se habla “sobre el acceso a espacios que suelen estar limitados por el sexo o el género, como el acceso a baños, escuelas específicas (entre otras)”. Ahora, Facebook permite “acusaciones de enfermedad mental o anormalidad cuando se basan en el género o la orientación sexual, dado el discurso político y religioso sobre el transgenerismo y la homosexualidad”.
Las nuevas normas también permiten “contenido que defienda limitaciones basadas en el género para los empleos militares, policiales y docentes”, así como “el mismo contenido basado en la orientación sexual, cuando el contenido se basa en creencias religiosas”.
Las mismas normas comunitarias son desinformación en la medida en que sirven para dar apariencia de que se está haciendo algo para acabar con la vulgaridad y el acoso en red"
Lo que ha eliminado Zuckerberg de sus propias normas comunitarias también delata el camino emprendido. Se ha suprimido la prohibición de insultos sobre la capacidad intelectual, la educación, la salud mental, las características morales relativas a los rasgos de carácter culturalmente percibidos como negativos y los términos despectivos relacionados con la actividad sexual.
Estas adaptaciones buscan, tal y como apunta el profesor de Filosofía Política, “alinearse con Trump y marcar distancias con todo aquello que pueda parecer progresista”. El peligro, además, radica no solo en la eliminación del concepto de discurso de odio, sino en la forma de separarlo con las acciones de odio, línea que “no se debería dejar trazar a los proveedores de las plataformas y sus algoritmos”.
“Es preocupante que estas corporaciones hagan de árbitros de lo que puede decirse en la discusión política”, lamenta Gamper. “Tanto si ponen filtros como si no, el hecho de que condicionen la deliberación democrática es una anomalía con consecuencias imprevisibles y quién sabe si fatales”.
Una implementación de difícil recorrido en Europa
Meta, sin embargo, añade una nota al pie para los europeos: “si eres un usuario de la Unión Europea y ves contenido que crees que viola las leyes de incitación al odio en tu país, puedes enviar una solicitud de eliminación legal a Facebook o Instagram”. Y es que las nuevas normas y los cambios se ajustan en EE.UU. a los ya tomados por el dueño del antiguo Twitter —ahora X—, pero su aplicación en Europa no parece tan fácil. Las aproximaciones de Elon Musk con la extrema derecha europea —con la primera ministra Giorgia Meloni, en Italia; o con la líder de AfD Alice Weidel, en Alemania, entre otros— vaticinan una intención de implementar a nivel global el modelo americano adoptado por los magnates de las redes, aunque el número de partidos y los mecanismos de contrapoder europeos protegen, por el momento, a sus ciudadanos.
En la UE se han firmado iniciativas como la Digital Services Act o la Code of Practice on Disinformation con la intención de regular las plataformas para que no perjudiquen la esfera pública. “Europa ha entendido que un internet desregulado no es una herramienta de libertad. Hay que regularlo igual que se hace con los mercados audiovisuales, ya que son un medio de comunicación que sirven para diseminar ideas”.
Estas medidas representan un compromiso para las plataformas, ya que, tras firmarlo como hicieron, deben “garantizar a la UE que están siguiendo mecanismos para monitorizar qué pasa en sus redes; la existencia de políticas claras de borrado de contenido contrario a la legislación, como discursos de odio, desinformación o contenido creado para alterar procesos electorales”, recuerda Suau.
Ante las nuevas corrientes, Europa ha empezado a tomar cartas, como en su proceso de revisión del sistema de notas de la comunidad de X para ver si son las herramientas adecuadas para combatir la desinformación como se comprometieron a implementar. “Vendrán años interesantes —señala Jaume Suau—: los mecanismos de Zuckerberg, ¿cumplirán o no con los compromisos adquiridos con la UE?”
Los usuarios buscan alternativas
Las búsquedas en Google relacionadas con cómo eliminar las cuentas de Facebook, Instagram y Threads han incrementado desde que Meta anunciara los cambios en sus políticas de moderación de contenidos.
Tal y como muestra Google Trends y refleja el portal especializado TechCrunch, se han disparado consultas como “cómo eliminar Facebook de forma permanente”, que han alcanzado una puntuación máxima de 100, esto es, el nivel más alto posible en la plataforma de analíticas de Google.
Por el momento, las búsquedas en Google para hallar alternativas a Facebook e Instagram crecen día a día. “Aunque sea una posición antimoderna, hay que irse lo más rápido posible de las redes sociales”, lamenta Daniel Gamper. Y, para los que se queden, una recomendación: “evitar el contacto con personas o bots que busquen polemizar, que mientan o hagan demagogia. Buscar fuentes fiables y leer diarios en vez de informarse en redes”.