“El declive de las humanidades es evidente”, confirma el rector de la Universitat de Barcelona (UB), Joan Guàrdia, que recibe cada año a unos 18.000 nuevos alumnos. El lamento “claro y contundente” es compartido por profesores de la Pompeu Fabra (UPF) y de la Autònoma de Barcelona (UAB) y por docentes de instituto que expresan con tristeza el retroceso en el interés institucional por las humanidades en sentido amplio y sus consecuencias en la educación y en el sentimiento de pertenencia a un mismo lugar. La última gota ha sido el borrador del cambio curricular con la literatura catalana y castellana para adaptarse a la normativa estatal. Las universidades públicas expresaron el jueves su “máxima preocupación”.
La literatura es el síntoma de una desvalorización de los saberes humanísticos y artísticos que viene de lejos, una falta de concienciación colectiva sobre su “utilidad”, según observan muchos profesionales a pie de aula. La Vanguardia ha recogido alguna opiniones.
Sin referentes clásicos
“Los estudiantes de primer curso que, muy amablemente me soportan, no saben ni una letra griega, ni un autor clásico ni tienen como referente ningún lugar común derivado de la literatura, la historia o la filosofía o de cualquier otra disciplina humanística”, afirma el rector que imparte clases de psicología. Deja de lado a un número limitado de jóvenes lectores empedernidos. No entra a valorar si tienen referentes sólidos en otras ciencias (“la respuesta no sería posiblemente muy agradable para el sistema educativo”), pero lo que está claro es que sus referentes están lejos de las aulas.
Falta de vocabulario
Los profesores notan los efectos de este declive. En el léxico, en la ortografía, en las lecturas básicas, en la capacidad de razonar y argumentar, de relacionar elementos... de pensar. En el instituto Ticeris, de Sarrià de Ter, se han colgado mapas y frisos históricos que se utilizan en cualquier disciplina para ayudar a los alumnos a tener un marco claro de referencias geográficas, históricas, literarias o artísticas. “Este marco se estaba perdiendo”, asegura el director del centro, Albert Bayot, también miembro del Col·legi de Doctors i Llicenciats.
A su juicio, la sociedad prima valores utilitarios exigiendo al bachillerato una finalidad profesionalizadora marginando el otro objetivo de la etapa: la formación humanística. Esto se ve, como apunta María Gajas, profesora de lengua en la escuela Vedruna Ángels, del Raval, en el plantel de optativas de bachillerato. Frente a las materias Steam, apenas hay humanísticas o artísticas. “Por no decir que cada vez se va podando más las horas de las obligatorias y eso perjudica especialmente a los alumnos del científico tecnológico”, concluye Gajas, también miembro del grupo de expertos en la lengua de la Federació d’Escoles Cristianes de Catalunya.
Tiempo y esfuerzo
La formación humanística se cuece a fuego lento, lo que no va con los tiempos actuales. Para el rector de la UB, un consumo rápido y de poca complejidad de la información implica la pérdida progresiva de la capacidad de reflexionar sobre el entorno. “Las humanidades, por definición, necesitan una mirada lenta y reflexiva que comporta tiempo y ganas”.
“No saben ni una letra griega, ni un autor clásico ni tienen como referente nada de la literatura o la historia”
“Las humanidades capacitan para entender el mundo del que formamos parte y permiten actuar sobre él. Por eso, el debate esencial es cómo formamos a los jóvenes para que piensen por si mismos lo que les ocurre y les ocurrirá”, explica Jordi Mir, profesor de Humanidades en la UPF. Eso requiere unas condiciones de temarios y tiempos que probablemente ahora el profesorado no tenga, añade. Pone el ejemplo de selectividad de este año en que entra la filósofa Martha Nussbaum. “Es la primera vez que hay una mujer. Nos quedaríamos cortos si se estudia como una autora más de la lista, en vez de debatir en las aulas por qué hasta el siglo XXI no ha habido una mujer en el temario”. Tiempo y esfuerzo.
El maestro como prescriptor
En Quebec (Canadá), el libro blanco del docente indica que una de las 11 competencias definitorias del maestro es la del mediador cultural. “La labor del docente como profesional culto, intérprete, facilitador y crítico de la cultura consiste en introducir a los estudiantes en una variedad de referentes culturales que forman parte del patrimonio mundial de la humanidad”, indica el documento. En un estudio reciente de la Universidad de La Rioja, se constata que los profesores del futuro no leen (como ocurre con otros estudiantes de otras facultades). La mitad de los encuestados afirman que no sienten ningún interés por leer. En la facultad de Educación de la UB se está elaborando el manifiesto “Compromiso docente con la cultura lectora”, por el que se quiere impulsar a los maestros a leer y ser referentes para sus alum
En Francia, continúa el filósofo, se educa desde la reflexión. En una clase pueden preguntar: ¿Qué es el amor? o bien, ¿qué dice Platón sobre el amor que os interpela? No empollan para un examen.
El “esto, ¿para qué sirve?” también está en el modo de relacionarse con los estudios de los jóvenes. Al vicedecano de Educación de la UB, Enric Prats, ésta es la pregunta que le plantean cuando propone a sus alumnos la lectura de una novela corta que dará lugar a un descubrimiento personal enriquecedor sobre el tipo de maestros en el que se van a convertir. “¿Es obligatorio?”.
Luego está el esfuerzo. La escuela sola no puede. “Las familias no están acompañando con apoyo la demanda de esfuerzo que requiere aprender y a los alumnos les cuesta”, apunta Bayot.
A las políticas educativas, la falta de concienciación social y familiar, se suman las evaluaciones internacionales: “el antihumanismo de PISA”, que define Prats. “Podrían evaluar filosofía”.
El mercado laboral
Guàrdia apunta a otra razón para el declive de las humanidades. La idea preconcebida de su supuesta “inutilidad” en el mercado laboral, lo que supone un riesgo si se elige un título de este ámbito. “No obstante –continúa–, el mercado laboral está pidiendo profesionales capaces de crear estándares éticos de comportamiento individual y colectivo en el entorno laboral y político. Y estas demandas, inevitablemente, irán a más”.
“En la sociedad en general, los valores humanísticos han sido sustituidos por el mercado”, afirma Jaume Aulet, ex profesor del máster de secundaria de la UAB. “La tarea de la escuela es revertirlo”. A su juicio, la inquietud de los nuevos profesores son diferentes a otros tiempos. A los docentes noveles de ESO y bachillerato, sino vienen de estudios literarios, les es más fácil enseñar lengua que literatura. “A veces, no son solo las horas, también la actitud”, continúa. Destaca que si las escuelas privadas de élite no han abandonado las humanidades y la cultura científica “por algo será”.
Los jóvenes consumen más música y cine que nunca, a través de las series, y son capaces de profundizar en la cultura y lengua coreana escuchando una canción. Pero Aulet alerta de la pérdida de referencia cultural y literaria con el declive de las humanidades. “Si cada profesor puede proponer la lectura de bachillerato que quiere, sin necesidad de que pertenezca al canon cultural catalán, se perderá la visión compartida del mundo”.
“El debate esencial es cómo formamos a los jóvenes para que piensen por sí mismos lo que les ocurre”
Este aspecto también preocupa a Gajas. “El hecho de que todos los estudiantes de Catalunya lean la misma obra da un sentido de referencia y de identidad común. Si se diluye la identidad cultural y lingüística, ¿qué sociedad nos quedará?”, se pregunta.