Compartir el don del agua

Compartir el don del agua

El verano y las vacaciones son tiempo óptimo para tomar conciencia del inmenso don del agua, elemento esencial para la vida. San Francisco de Asís, en el Cántico de las Criaturas, ruega a Dios diciendo: “Alabado sed, Señor mío, por la Hermana agua, que es muy útil, humilde, preciosa y casta”. Es una plegaria sencilla, que ayuda a contemplar, agradecer, custodiar y compartir responsablemente el agua, como parte fundamental de la Creación. El territorio de nuestra Diócesis de Urgell es rico en recursos hídricos, determinantes de su geografía física y humana. Tenemos cursos fluviales fundamentales para el consumo y el desarrollo humanos: agricultura, ganadería, industria, turismo... que han permitido la construcción de grandes embalses y de infraestructuras hidroeléctricas que dan servicio a millones de personas. En el pasado fueron importantes para la comunicación y el comercio, y encontramos un rico legado histórico cultural. A la vez, conforman muchos espacios naturales de extraordinaria belleza, con infinidad de lagos, estanques, saltos... Sin olvidar la nieve, que también es agua, elemento primordial del paisaje y de la economía de las comarcas pirenaicas. Un inmenso patrimonio natural para disfrutar y cuidar.

Desgraciadamente, nuestro modelo de desarrollo desbocado y el cambio climático amenazan la disponibilidad de agua. La grave sequía que hemos sufrido meses atrás y todavía no superada es un nuevo aviso. Las Naciones Unidas alertan reiteradamente del problema mundial del acceso al agua: más de 2.000 millones de personas no pueden acceder a agua potable segura y más de 3.600 millones no disfrutan de infraestructuras de saneamiento fiables. El desarrollo excesivo, el consumo insostenible (que crece anualmente), la contaminación y el calentamiento global nos llevan hacia una escasez creciente, con el riesgo inminente de una crisis global del agua y una multiplicación de conflictos, si no se actúa con urgencia.

Tenemos una gran deuda social con los pobres que no pueden acceder a este recurso

Es imposible sostener el actual nivel de consumo de los países desarrollados y ricos, que llega a extremos inauditos, afirma el Papa ( Laudato si’ n. 27). La demanda de agua potable y limpia supera la cantidad disponible, dando lugar a situaciones de escasez ( LS 28), un problema particularmente grave para los pobres, causante de enfermedades y mortalidad, agravado por la contaminación de aguas subterráneas ( LS 29), por la tendencia a la privatización y a convertir el agua en mercancía, con despilfarro de los países desarrollados. Esta es una gran injusticia, y no se tiene bastante conciencia. El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, que determina la supervivencia de las personas y, por lo tanto, es condición del ejercicio de los otros derechos humanos. Tenemos una gran deuda social con los pobres que no pueden acceder al agua, porque eso es como negarles el derecho a la vida, radicada en su dignidad inalienable ( LS 30). Hace falta una nueva cultura del agua, que nos permita ser capaces de disfrutarla y compartirla responsablemente.

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