Los premios no se piden, nunca se rechazan y siempre se agradecen, establece el manual del sentido común. Sol Daurella, distinguida como mejor empresaria, resumió anoche una de las razones de su éxito al frente de Coca-Cola Europacific Partners: “Saber leer la realidad en cada momento”.
Y la realidad del momento parecía en el Palau Nacional de Montjuïc lo que se veía y respiraba, sin aspavientos: los Reyes presidiendo la celebración de los 142 años de La Vanguardia –empresa familiar– ante dos vicepresidentas y dos ministros de Gobierno progresistas, cuatro consellers independentistas, un alcalde del PSC al alza de Barcelona y toda la potencia de fuego del PP, representado por Núñez Feijóo, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el expresidente Aznar, cuyo abuelo Manuel dirigió con especial tacto La Vanguardia allá por los años sesenta. Incluso Jordi Pujol, poco dado a cenar fuera de casa, estuvo presente, acompañado por su hijo Oleguer.
No fue una velada de autobombo, pero tampoco una noche para falsas modestias
El editor Javier Godó parecía feliz, ahí queda eso: 142 años de La Vanguardia, “cuatro generaciones y las que vendrán”. Más unos premios con vocación de continuidad y otra demostración de la capacidad intacta, contra viento y marea, del Grupo Godó para aglutinar y acercar a los distantes, como ninguna otra institución de Catalunya saber hacer hoy en día. No fue una velada de autobombo, pero tampoco una noche para falsas modestias. Como le dijo en una ocasión el promotor Gay Mercader a un competidor: “Yo soy Gay Mercader y tú no”. Somos La Vanguardia, los demás, no.
“Siempre mirando adelante”, le aconsejó poco antes de morir Mariano Puig a su hijo Marc, premio Vanguardia al Empresario del Año. Puig, otro ejemplo de empresa familiar catalana donde las generaciones no se cargan el negocio (más bien lo contrario).
Los Premios Vanguardia incorporaron ayer la memoria, tan merecida: Josep Piqué y Juan Antonio Samaranch, lo que con orgullo se decía en tiempos dos “catalanes universales”, no muy bien tratados por las instituciones del país. La viuda, Gloria Lomana, y los hijos del presidente del COI subieron al escenario, momento emotivo. Así, Narcís Serra recordó aquella mañana lejana del verano de 1979 cuando Juan Antonio Samaranch le visitó discretamente en su despacho y fue al grano: ¿quiere Barcelona organizar unos Juegos o mejor ya ni hablamos?
El acto terminó a las diez y media de la noche con el brindis de La Traviata –cantado por Marc Sala y la soprano Serena Sáenz, hija de Don Horacio, el director que transmitió la pasión por el periodismo a Javier Godó–. Al salir, uno no vio una cara larga. Y ninguna exigencia, salvo repetir dentro de un año este rito de la concordia.