El mensaje ecologista de una lata de cerveza de hace 50 años 'olvidada' en el Pirineo

Entre Ordesa y Monte Perdido

Joan María Vendrell, guardia del refugio de Góriz, convierte en viral un antiguo bote de esta bebida para denunciar el incivismo de algunos excursionistas 

La lata de cerveza encontrada por el guía de montaña del parque nacional de Ordesa y Monte perdido

La lata de cerveza encontrada por el guía de montaña del parque nacional de Ordesa y Monte perdido

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Una imagen de una vieja lata de cerveza abandonada escoltada por un mensaje contundente. Es todo lo que necesitó Joan María Vendrell, guardia del refugio de Góriz, en pleno Pirineo aragonés, para dar una lección de civismo a quienes traicionan una de las premisas básicas de todo buen montañero: deja todo tal y como te lo encuentres. “Se han logrado avances significativos en esta lucha, pero no hay que darla por ganada”, asegura a este diario.

Vendrell, barcelonés de 46 años, encontró la semana pasada el recipiente entre una grieta rocosa a las faldas del Tobacor, un pico de 2.700 metros cercano al albergue donde trabaja desde hace dos décadas, en pleno parque nacional de Ordesa y Monte Perdido. “Suelen decir que una lata de aluminio se degrada en 10 años. Pero al limpiarla vi que la fecha de caducidad era de 1975. Lleva aquí casi medio siglo y todavía está en buen estado, por eso pensé que podía usarla para concienciar a la gente y mostrar que la basura no desaparece como si nada”, cuenta al otro lado del teléfono.

Para ello, recurrió a las redes sociales del refugio, donde colgó la imagen de la lata roñosa -marca Águila Imperial, para más señas- con un mensaje directo: “Trata de no ser recordado como un@ cerd@ 47 años después de tus actos! La basura no se la lleva el viento, ni la lluvia, ni la nieve… permanecerá allí para siempre en la montaña con tu mala conciencia”. Las miles de reacciones y decenas de comentarios de respaldo cosechados avalan su andanada.

Desde hace años, guardas como él insisten a los visitantes en la necesidad de no abandonar ningún tipo de residuo y llevarse su propia basura. “Lo que subas, bájalo. Aquí no va a venir el barrendero o el camión de la basura a recogerlo”, resume. Son comportamientos que deberían caer por su propio peso y que la inmensa mayoría cumplen, pero no todos. “Alucino con esas personas capaces de subir una botella de vino llena, que pesa un kilo, pero que no bajan el casco vacío, apenas 200 gramos. Y lo mismo con una lata”, añade Vendrell.

Basura

El montañero explica que durante la pandemia era habitual encontrarse mascarillas tiradas por el monte

En este parque nacional, los carteles advierten de que el abandono de basuras puede ocasionar la muerte directa de especies, propagar enfermedades, provocar la colonización de un lugar por especies exóticas invasivas o afectar a la salud de la vida silvestre y de los humanos.

Dentro del refugio, Vendrell y sus socios se responsabilizan de gestionar los residuos que generan, productos en venta incluidos, con un coste considerable que incluye su traslado en helicóptero para su tratamiento y reciclaje. De puertas afuera, en la montaña, sostiene que la solución no pasa por instalar más papeleras, sino en tener más conciencia, y que cada uno se lleve lo suyo.

Vistas del parque nacional de Ordesa desde Fanlo

Vistas del parque nacional de Ordesa desde Fanlo

Mónica Grimal

“En las Gradas de Soaso, en el camino a la cascada de la Cola de Caballo (la ruta más popular en Ordesa), una vez pusieron un contenedor verde. Al ir a buscarlo una semana más tarde no lo encontraban porque estaba cubierto por una montaña de desperdicios. La basura llama a basura, y más papeleras no resuelven el problema”, sostiene.

Montañeros avezados comentaron al hilo de su publicación que hace décadas, en los cursillos de iniciación a la alta montaña o la escalada en hielo o roca, se les indicaba que, para deshacerse de sus deshechos durante las excursiones, debían hacer un hoyo y enterrarlos, algo impensable hoy en día.

El refugio de Góriz

El refugio de Góriz

Vendrell también recuerda cómo hace 20 años, cuando él comenzó a trabajar en el refugio, veía a grupos de scouts recogiendo en grandes bolsas la basura generada en el campamento y que luego las tapaban con piedras. “Eso ha cambiado, ya no se ven imágenes así y la gente recicla bastante”.

Aún así, comenta que durante la pandemia era habitual encontrarse mascarillas tiradas por el monte, y que en otros entornos, como algunos festivales de música en la playa a los que acuden miles de personas, aquello parece “un centro de reciclaje”. “Creo que en la montaña hemos avanzado un poco más, la gente está más sensibilizada, pero aún queda espacio de mejora”, añade este amante de la naturaleza.

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