María Branyas es la persona más longeva del mundo: “Aléjense de las personas tóxicas”

Con 115 años y buena salud

Su receta: la suerte, una buena genética, comer poco y afrontar la vida sin preocupaciones

La catalana Maria Branyas es con 115 años la persona más longeva del mundo

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La supercentenaria cuando cumplió 112 años y fue entrevistada por La Vanguardia en la residencia de Santa Maria del Tura de Olot

Pere Duran / NORD MEDIA

"La vida no es eterna para nadie... A mi edad, un nuevo año es un regalo, una humilde celebración, una nueva aventura, un bonito viaje, un instante de felicidad...”, tuiteaba el pasado 1 de enero, a modo de felicitación de Año Nuevo, María Branyas, conocida en las redes como la Super Àvia Catalana que, con 115 años y 320 días, es ahora la persona más longeva del planeta. Un ranking que hasta este lunes lideraba la francesa Lucile Randon, fallecida a los 118 años.

Branyas recibió la noticia en la residencia de Santa Maria del Tura de Olot, su hogar desde hace 22 años y donde en el 2020 superó el coronavirus. Tenía 113 años.

En las redes sociales, gestionadas por miembros de su familia, Branyas daba algunas pistas, hace un mes, de cómo ha podido llegar a convertirse en supercentenaria. “Siempre he comido poco, pero de todo, nunca me he puesto a régimen”, señalaba. La salud la ha respetado. “No he sufrido nunca ninguna enfermedad ni he pasado por un quirófano”, afirma, aunque reconoce que en eso de la “longevidad” influye también la “suerte” y “tener una buena genética”. A su modo de ver, también entran en juego otros muchos elementos vinculados al estilo de vida que uno lleva como el orden, la tranquilidad, una buena conexión con la familia y los amigos, el contacto con la naturaleza, la estabilidad emocional –dice– “sin preocupaciones, sin remordimientos, mucha positividad y alejados de personas tóxicas”. Todo eso sin olvidarse de “mi maná celestial”, que no es otra cosa que el yogur y que hace unos días pedía “rescatar en un momento en que surgen dietas y alimentos milagro”.

Pasear por su perfil permite conocer un poco más de ella: de la afición que la acompañó durante años de tocar piano, del amor a los animales, en especial a sus perros, a los que echa tanto en falta, y de su agudez y fina ironía: “Y con los años, quizás llegue un día que a lo mejor dirán, como Diógenes el Cínico: Cuanto más conozco a la gente, más amo a mi perro”.

Una mujer vital, en buen estado de salud –según recordaba ayer la residencia a través de un comunicado– que ayer estaba tan “sorprendida” como “agradecida” por la enorme expectación que ha suscitado esta efeméride. Con mucha humildad, confesaba al periodista David Dusster en una entrevista publicada en La Vanguardia al cumplir los 112 años algo tan simple como a la vez complejo: “No he hecho nada más que vivir”. Sin más.

Una vida que empezó al otro lado del charco. Hija de un periodista natural de Pamplona y de una barcelonesa, nació el 4 de marzo de 1907 en San Francisco, donde su padre se había desplazado para trabajar tras pasar una temporada en México. En 1911 fundó en Nueva Orleans la revista Mercurio dirigida al público latino y que contó en sus páginas con firmas excepcionales como la de Miguel de Unamuno. Pero durante la I Guerra Mundial, su padre enfermó y la familia decidió regresar a Catalunya. Se quedó huérfana de padre en 1915 cuando tenía 8 años. Residió en Banyoles hasta que en 1931 se casó con Joan Moret, un médico de Llagostera, en una ceremonia accidentada en el santuario de Els Àngels. Accidentada porque el cura que los iba a casar falleció aquel mismo día. Con su marido, de quien enviudó hace 40 años, tuvo tres hijos y a uno ya le ha sobrevivido.

Su receta: la suerte, una buena genética, comer poco y afrontar la vida sin preocupaciones

María parece no temer a la muerte. En septiembre, se cayó y requirió ocho puntos de sutura en la ceja, una situación que le hizo pensar en el fin de la vida. “Es la visita esperada. Hace tiempo que estoy preparada y pienso que pronto vendrá a por mí”, señalaba en una publicación en la red el 8 de septiembre. Pero hasta que llegue ese momento a María le esperan muchas alegrías: la primera será la pequeña celebración que le preparan en la residencia en próximos días quienes durante 22 años la han cuidado y acompañado.

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