La Iglesia española elevará al Vaticano la necesidad de dotar de más poder y responsabilidad a la mujer, una idea que venía planteada por las bases de las diócesis como la de Barcelona, Coria-Cáceres, Mallorca o Zaragoza. Así se recoge en las propuestas que la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha incluido en la síntesis de la fase diocesana del Sínodo, en la que han participado 215.000 personas entre laicos y religiosos. El sumario se presentó este sábado en Madrid ante 600 representantes de la Iglesia en un acto que abrió el presidente de la CEE, el cardenal Juan José Omella. El documento se enviará a la Secretaría General del Sínodo, de cara a la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada por el Papa Francisco y prevista para octubre de 2023 en el Vaticano.
“Aunque se trata de cuestiones suscitadas solo en algunas diócesis y, en ellas, por un número reducido de grupos o personas –indica el documento–, vemos conveniente incorporar a esta síntesis, por su relevancia en el imprescindible diálogo eclesial y con nuestros conciudadanos, la petición que formulan acerca de la necesidad de discernir con mayor profundidad la cuestión relativa al celibato opcional en el caso de los presbíteros y a la ordenación de casados; en menor medida, ha surgido igualmente el tema de la ordenación de las mujeres”.
La CEE admite que la Iglesia es vista como “reaccionaria” por no saber comunicar bien todo lo que es y hace
El documento recoge también cuestiones como la necesidad de que la Iglesia ofrezca una “acogida más cuidada” a las personas del colectivo LGTBI y a las divorciadas que se han vuelto a casar. “Todas y cada una de ellas”, señala la CEE, “tienen un sitio en la Iglesia y es preciso ofrecerlo con claridad, sin exclusiones”. “Sentimos que, como Iglesia, lejos de quedarnos en colectivos identitarios que difuminan los rostros, hemos de mirar, acoger y acompañar a cada persona en su situación concreta”, indica el texto.
La Conferencia Episcopal admite que se percibe “una clara fractura entre Iglesia y sociedad”, porque la primera es vista como una institución “reaccionaria y poco propositiva, alejada del mundo de hoy”. “En parte –reconoce el documento–, consideramos que la responsabilidad es nuestra porque no sabemos comunicar bien todo lo que somos y hacemos. Esta imagen de la Iglesia nos duele (...). La sensación de que no llegamos a la sociedad y de que los prejuicios contra la Iglesia son insalvables, nos conduce a un profundo desánimo que dificulta la presencia evangelizadora y transformadora de la realidad”.
Entre los grupos de debate ha tenido un gran eco “el tema de los abusos sexuales, de poder y de conciencia en la Iglesia, evidenciando la necesidad de perdón, acompañamiento y reparación”, según el documento. La Iglesia entiende que los cristianos no pueden vivir como si fueran “una realidad social ajena a este mundo”, sino que deben caminar junto a la sociedad. “Y ello implica esforzarnos por abrirnos a todos”.