Los covid persistente deberían estar de enhorabuena. El pasado 6 de octubre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) finalmente, 19 meses después de que la misma institución declarara la pandemia de la Covid-19, publicó una definición oficial de su enfermedad (una definición que ha sido recientemente divulgada en la revista Lancet Infectious Diseases). Sin embargo, aunque sienten cierta alegría por ese reconocimiento, no muestran una satisfacción absoluta. ¿Por qué? Porque queda mucho camino por recorrer desde su punto de vista. Para empezar, que la misma OMS los trate como lo que son, covid persistente, y no como enfermos poscovid.
Sin duda, la definición de la OMS de su patología es un primer paso. Sobre todo, porque reconoce en ella como enfermos a los pacientes que durante la primera ola no fueron diagnosticados al no tener un cuadro agudo suficiente para ser ingresados, y por ello nadie les practicó prueba alguna que hubiera podido certificar su enfermedad. Pero, a ojos de los afectados, hay aspectos a subsanar todavía.
El virus prevalece
En el redactado de la OMS se puede leer: “La afección posterior a la Covid-19 se presenta en personas con antecedentes de infección por SARS-CoV-2 probable o confirmada, generalmente 3 meses desde el inicio de la Covid-19 con síntomas y que duran al menos 2 meses y no pueden explicarse con un diagnóstico alternativo”.
En ese “probable” entran los que se contagiaron en la primera ola, y eso supone subsanar una deficiencia que se arrastraba desde los inicios de la pandemia. Sin embargo, la OMS habla de “afección posterior a la Covid-19”, como si la enfermedad ya les hubiera abandonado y ahora tuvieran que hacer frente a sus secuelas, cuando los enfermos y la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) entienden que una de las explicaciones a su situación clínica podría deberse (no se sabe con certeza todavía) a que el virus continúa presente en su organismo de manera latente.
Por poscovid se entiende algo ya pasado que ha llegado al nivel de solución máximo que puede tener"
“Por poscovid se entiende algo ya pasado que ha llegado al nivel de solución máximo que puede tener y que posteriormente a eso queda una secuela, es decir, una cicatriz que puede mejorar o no pero que en realidad es un déficit que queda para toda la vida”, explica a La Vanguardia la doctora Pilar Rodríguez Ledo, vicepresidenta de la SEMG.
“En el caso de los covid persistente –prosigue- no sabemos si eso es así. Primero, como desconocemos el alcance de los daños, que no se detectan muchas veces con las pruebas habituales, tampoco conocemos el alcance estructural de la lesión. Y segundo, si una de las teorías puede ser la persistencia del virus que de forma directa o indirecta, entero o por segmentos proporciona esa clínica, a nadie se le pasa que si eso fuera así, corregida la situación se podría curar”.
Si los tratáramos como post, con secuelas, les estaríamos negando la posibilidad de la curación"
Es por eso, concluye, que no se puede “hablar de secuelas, como el caso de una persona que tiene una neumonía y genera una cicatriz en el pulmón, un pulmón que en ese fragmento jamás va a funcionar bien. Eso será para toda la vida, aunque pueda mejorar algo con el tiempo, pero ha llegado al estadio post de superación de la fase aguda”.
Pero en el caso de los covid persistente, “no se sabe si se ha superado del todo la fase aguda, en qué estado está ni por qué”. “Si los tratáramos –continúa- como post, con secuelas, les estaríamos negando la posibilidad de la curación, cuando no sabemos lo suficiente para decir si existe posibilidad de curar o no, aunque esperamos que sí”.
Asimismo, Rodríguez Ledo confía en que el estigma que arrastran estos pacientes quede finalmente enterrado gracias al posicionamiento de la OMS.
Los afectados también esperan que el estigma se acabe. “La definición de la OMS ayudará a demostrar de cara a algunos médicos que son negacionistas y nada empáticos que la enfermedad existe y que no nos la inventamos, que no está en nuestra cabeza”, esgrime Sílvia Soler, portavoz del Col•lectiu d’Afectades i Afectats Persistents per la Covid-19 y que padece la patología.
Covid persistente versus poscovid
En el redactado de la OMS no aparece el concepto covid persistente, y tampoco lo hace en la codificación de los procesos clínicos de estos enfermos. El pasado mes de febrero, la Subdirección General de Información Sanitaria, que depende del Ministerio de Sanidad, informó de que a nivel asistencial se usara el código B94.8 para estos pacientes, según fuentes del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones consultadas por esta redacción. Dicho código tiene como leyenda "secuelas de otras enfermedades infecciosas y parasitarias especificadas". Ni rastro del concepto covid persistente.
Pero es que a partir del 1 de enero de 2022, este código será sustituido por otro, el U09.9, que tiene por leyenda "condición post-Covid-19", una definición, explican fuentes del Ministerio de Inclusión, que “en este momento está prevista así”. Ninguna alusión, de nuevo, al concepto covid persistente. Todo lo contrario, siguen hablando de poscovid.
Anteriormente al B94.8, y cuando la pandemia, en sus inicios, afectaba a la población mundial con su mayor virulencia, se usaron otros códigos para identificar a estos enfermos (a los que no practicaron ninguna prueba diagnóstica) según el síntoma más evidente que arrastraban.
Con los datos encima de la mesa, parece que hasta ahora no ha existido la voluntad de las administraciones para reconocer de manera oficial a los enfermos de covid persistente, al menos a nivel administrativo. Y las previsiones apuntan, lamentablemente, a que a corto plazo seguirá la misma tónica.
Sin cambios en el horizonte
La cuarta edición, correspondiente al primer semestre de 2021, realizada por el Ministerio de Sanidad de la CIE-10-ES (que incluye las modificaciones que han sido implementadas por el Centro Nacional para Estadísticas de Salud del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos para los años fiscales 2020 y 2021), detalla, dentro de su apartado "Preguntas Covid-19", cómo debe codificarse un paciente que acude con fatiga generalizada, dolor muscular y falta de concentración, entre otros síntomas, que son tipificados por el clínico como covid persistente.
Y en su respuesta esgrime que “es importante que quede bien establecido en la documentación que los síntomas que presenta el paciente son debidos, están relacionados, o son consecuencia de una infección ya pasada por Covid-19”, con lo que siguen sin tener en cuenta de nuevo, al menos en lo que respecta a la codificación del proceso clínico, a los covid persistente. Y prosigue: “Si es así, debe codificar dichos síntomas como secuela de la infección previa por Covid-19”, añadiendo acto seguido toda una serie de sintomatología: mialgia (M79.10), otros tipos de fatiga (R53.83), déficit de atención y concentración (R41.840)…
Sin cifras oficiales
¿Cuántos enfermos hay?
Este aluvión de códigos para identificar una misma dolencia, y que tuvo su máxima expresión en los primeros meses de la pandemia, ha hecho imposible el poder contabilizar el total de pacientes afectados por covid persistente en España.
La SEMG estima, en palabras del doctor Francisco José Sáez Martínez, responsable del Grupo de Trabajo de Cronicidad de esta sociedad, “que desde la primera ola han enfermado de covid persistente entre 350.000 y 400.000 personas en España que cuentan con diagnóstico”. Pero en esos cálculos quedarían fuera los pacientes que no tuvieron acceso, en la primera ola, a una prueba diagnóstica. El Consejo General de Enfermería eleva esa cifra hasta los 500.000.
Nos sentimos abandonados y ninguneados por el Ministerio de Sanidad y el Departament de Salut"
“Nos sentimos abandonados y ninguneados por el Ministerio de Sanidad y el Departament de Salut de la Generalitat porque, después de 22 meses, nadie se ha puesto a trabajar para hacer una recuento oficial de los covid persistente”, denuncia Sílvia Soler, portavoz del colectivo de afectados en Catalunya. “Con todos estos cambios de código lo único que hacen es marear la perdiz”, añade.
Pau Estévez, abogado del Col•lectiu Ronda que representa al grupo de afectados al que pertenece Sílvia, apunta que “el hecho de no tener un código propio tiene una afectación a nivel estadístico”. “En alguna reunión que ha mantenido el colectivo de afectados con el ICAM (Institut Català d’Avaluacions Mèdiques), éste les ha dicho que hay una afectación de personas con covid persistente muy menor, porque juegan con esta codificación”.
Sílvia, tras un mes y medio batallando, finalmente consiguió que le otorgaran el alta voluntaria, después de estar 547 días (18 meses) de baja por la enfermedad, para volver a trabajar (teletrabajar por el momento) a partir del mes de enero.
Como Sílvia, muchos covid persistente han agotado el plazo máximo de baja. “Hay personas a las que ya se les habían cumplido los 18 meses y les han dado una prórroga”, afirma Estévez.
Desde el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones explican que desde el pasado mes de marzo de 2021 procesos de baja relacionados con la Covid-19 llegaron a los 12 meses de duración y que, en este sentido, “se están realizando los controles médicos pertinentes por parte de la inspección médica del INSS (Instituto Nacional de Salud) y se emite el correspondiente informe médico para su calificación por parte de los equipos de valoración de incapacidades y la emisión de la resolución por parte del director provincial de las mismas”.
Esta mismas fuentes relatan que a esos pacientes, “como en cualquier otra patología”, se les hace un estudio clínico-laboral en base al cual se decide o bien el alta al llegar a esos 12 meses, si su situación clínica es compatible con su actividad laboral, o bien una prórroga de hasta 180 días más, en el supuesto de prever mejoría para poder incorporarse a su trabajo, o bien una incapacidad permanente si son lesiones definitivas incompatibles con su actividad laboral. “Hay personas que han superado los 545 días de baja y les han dado la incapacidad permanente, cuando su afección podría tener curación”, apunta Sílvia Soler.
Despidos
Añaden las citadas fuentes que en los casos en que se hubiera decidido prorrogar, antes de agotar los 18 meses “se vuelve a hacer un control médico y una nueva evaluación que determinará o bien el alta, o bien el inicio de un expediente de incapacidad permanente”. En este último caso, “se le declararía un grado de incapacidad o, en supuestos de una posible reincorporación laboral, puede decidirse demorar la calificación hasta un máximo de otros seis meses más”.
En este contexto, la SEMG asegura que se ha despedido a pacientes de covid persistente estando de baja. “Se dio mucho en 2020 con personas que se infectaron y que trabajaban, por ejemplo, en un centro comercial de dependiente y tenían un contrato en obras”, asevera el doctor Francisco José Sáez Martínez. “La empresa argumentaba que como era un contrato en obras, la obra se había acabado y a la persona se la despedía cuanto tenía covid”, añade.
Sílvia Soler incluso va más allá aseverando que miembros de su asociación fueron despedidos con contratos indefinidos. “Ahora te pueden echar con una liquidación pequeña argumentando que la empresa tiene pérdidas o que no estás capacitado para trabajar”.
“Es cierto –prosigue el doctor Sáez Martínez- que luego los jueces aplican la ley y fallan en contra de la empresa, pero el trabajador tiene que poner la denuncia y tiene que arriesgarse porque uno se tiene que pagar el coste de la demanda, cuando hace años era gratuito”.
Este no es el único inconveniente, el monetario, al que se enfrentan los enfermos a la hora de interponer la denuncia. “Las personas que inician un litigio contra su empresa empeoran por el estrés que les genera la situación, pudiendo surgir por ese hecho otro brote de la enfermedad. Lo que tenemos que hacer es curarnos, y no tener que sufrir por todas estas otras cosas”, concluye Sílvia Soler.
Sanitarios con covid persistente
Unidad específica para médicos
Hay unidades específicas, como la del hospital Germans Trias i Pujol, que atienden a los enfermos de covid persistente. Pero también hay otras que tratan a los médicos que sufren esta patología, como la del Consell de Col•legis de Metges de Catalunya (CCMC), que fue creada en noviembre de 2020 y en la que han atendido desde entonces a más de una cincuentena de profesionales.
El tramo de edad con más incidencia se sitúa entre los 45 y los 60 años y son ellas, como viene siendo habitual en la covid persistente, que afecta más a mujeres, las que más lo sufren.
En sus inicios, esta unidad ofrecía a los afectados (y lo sigue haciendo) un servicio de acompañamiento y gestión emocional. También asesoramiento respecto al trámite para el reconocimiento de contingencia profesional de los médicos que hubieran cursado la baja (o la estuvieran cursando) por contingencia común. Más tarde se añadiría a los servicios de la unidad la rehabilitación de algunos de los síntomas asociados a la enfermedad, como los problemas cognitivos.
Como el resto de enfermos, los médicos también se enfrentan a las dificultades laborales que derivan de su situación sanitaria. “Hay profesionales a los que les han dado la incapacidad (revisable en muchos casos), pero hay otros a los que no se la han dado y se les ha acabado la baja, con lo que han tenido que reincorporarse”, explica la doctora Helena Basart, especialista en Medicina del Trabajo y asesora del Col•legi de Metges de Barcelona (CoMB). “A este grupo de profesionales habría que adaptarle su lugar de trabajo. Pero, ¿cómo? Si hay déficit de profesionales”, añade.
Precisamente, el Ministerio de Sanidad ha incluido recientemente por primera vez la covid persistente en el Procedimiento de actuación para los Servicios de Prevención de Riesgos Laborales frente a la exposición al SARS-CoV-2, con lo que ahora empresas y administraciones deberán hacer un seguimiento de la salud de quienes lo sufren.
En la nueva actualización de este documento, Sanidad establece que los trabajadores diagnosticados con covid persistente sean valorados por el personal sanitario del servicio de prevención una vez se reincorporen a sus puestos para determinar si requieren o no adaptaciones en su puesto de trabajo en función de sus limitaciones.