La covid-19 es una tragedia humana. Pero también ha creado una oportunidad generacional”. Cuando el secretario general de la ONU, António Guterres, hizo esta afirmación en el último homenaje a Nelson Mandela hablaba de una oportunidad colectiva para construir un mundo más inclusivo y sostenible.
Pero psicólogos y científicos del comportamiento enfatizan que esa oportunidad también es individual, que la pandemia ofrece la ocasión de recomenzar, de hacer cambios en nuestras vidas, en nuestros hábitos, y de promover un nuevo comienzo psicológico. Y el momento de aprovecharla es precisamente ahora, cuando con la relajación de las restricciones vamos a volver a una cierta “normalidad” que de nuevo modificará rutinas y relaciones.
Porque meses de confinamiento, restricciones y toques de queda han roto las rutinas precovid de la mayoría de personas, sus horarios, sus hábitos de trabajo, de relaciones, de ejercicio, de ocio, de consumo, de alimentación e, incluso, de vestimenta en muchos casos. Y, ahora, el progreso de la vacunación y el fin del estado de alarma implican un nuevo comienzo, otro cambio de circunstancias y ajuste de rutinas, una buena ocasión para hacer balance de las anteriores y aplicar cambios que las hagan más saludables o satisfactorias.
“Tenemos la oportunidad de decidir y planificar cómo volvemos a la normalidad, cuál será nuestra vida pospandemia, y no deberíamos desaprovecharla”, asegura Norbert Monfort, psicólogo y colaborador del departamento de Dirección de Personas y Organización de Esade. Y enfatiza que, en general, los humanos tenemos tendencia a la acomodación “y para generar cambios necesitamos crear sensación de urgencia y, desde ese punto de vista, la covid ha sido un gran generador de sensaciones de urgencia”.
La psicóloga Gabriela Paoli comenta que la pandemia, el parón y los límites que nos ha forzado a experimentar, “nos han confrontado de forma radical y abrupta con nuestro sistema de valores, nos ha hecho volver la mirada hacia nosotros, y nos ha servido como un grito para tomar conciencia de qué estábamos haciendo, cómo estábamos viviendo, y con ese análisis muchas personas han visto más claro qué cosas dan sentido a su existencia, de modo que lo inteligente es pensar cómo aprovecho ese aprendizaje, con qué me quedo y qué cambios y soluciones aplico”.
Rosa Casafont, médico y especialista en neurociencias, explica que, “con cada experiencia, queramos o no, el cerebro se transforma”, de modo que de una experiencia tan dura como la vivida forzosamente salimos cambiados y vale la pena aprovechar lo pasado para reevaluar las propias creencias y proyectar el futuro que cada cual anhela.
La fórmula 3Ps+O
El punto de partida habría de ser, dice Casafont, preguntarse si uno está viviendo como quiere vivir, y reflexionar sobre si lo experimentado ha hecho modificar o no su escala de valores. “Si esta está estructurada en lo que creemos que vale la pena y nuestros hábitos alineados a ello, este recomenzar significará reafirmarlos, reforzarlos; en caso contrario, tocará cambiarlos”, añade.
Paoli propone la fórmula de las 3Ps+O: parar, pensar y proyectar, con optimismo. “Hay que parar para pensar, hacerse una ITV de cómo estamos desde el punto de vista físico y emocional -el contexto ha sido agotador y necesitamos retomar el autocuidado- y, una vez nos hemos escuchado y analizado qué estilo de vida estamos llevando o hemos llevado, proyectar qué queremos a partir de ahora, si queremos interiorizar hábitos que hemos puesto en marcha durante la pandemia porque nos han ayudado y si hay otros que queremos cambiar”, detalla.
Hay que parar para pensar y proyectar qué queremos a partir de ahora, con optimismo y motivación
Y subraya que todo eso hay que hacerlo con optimismo, buscando motivaciones, “convencidos de que deseamos pasar página, un nuevo comienzo”.
A este respecto, Casafont aconseja hacer tres listas: qué se quiere, qué no se quiere y qué se debe agradecer a la vida. “Observar lo que queremos nos tiene que hacer sentir bien, y si oriento la atención hacia ello, minimizo el esfuerzo para afrontarlo, al tiempo que dejo de observar y atender a lo que no quiero, y así transformamos nuestra mente y nuestra vida”, justifica la experta en neurociencias y creadora del método Thabit, orientado a gestionar procesos de cambio personal.
Herramientas de cambio
Así se transforma el cerebro
Rosa Casafont explica que la investigación neurocientífica ha dejado claro que cualquier estímulo, experiencia y vivencia cambia nuestro cerebro y también que aquellos a los que se presta más atención se amplifican, crean circuitos neuronales y se automatizan.
“Esto es importante, porque aquellos pensamientos en los que pones atención se refuerzan mientras que otros se desconfiguran, de modo que si tú orientas tu atención a lo que quieres y dejas de observar lo que no quieres, transformas tus circuitos neuronales y facilitarás el conseguirlo”, comenta.
Y basándose en estas y otras certezas de la neurociencia, describe algunas herramientas útiles y rápidas para cambiar las emociones.
“Cuando estamos estresados, nos entristecemos o estamos enfadados, si no cambiamos ese estado negativo solemos reaccionar ante las circunstancias de forma negativa; pero tenemos instrumentos para, en menos de un minuto, conseguir tener una fisiología diferente que nos haga afrontar la situación de forma diferente”, justifica.
Sonreír, la respiración, el ejercicio o la visualización son algunas de esas herramientas que, en unos minutos, cambian la fisiología.
En todo caso, el kit de emergencia que propone Casafont para cambiar rápidamente nuestras emociones es posición, respiración y salivación. “Cuando me percato de que mi sentir es negativo, debo cambiar la posición para que sea erguida pero tranquila, con la cara estirada al frente; debo respirar suavemente por la nariz, como si oliera una flor, y debo fomentar la salivación; aplicar estas tres herramientas a la vez es más efectivo que un valium”, detalla la experta.
Inteligencia emocional ganada
A la hora de reevaluar este año largo de pandemia y ver con qué se queda uno -“qué elixir has depurado”, en palabras de Norbert Monfort- conviene no olvidar la montaña rusa emocional a que se ha estado sometido. Los sentimientos de tristeza-depresión, ira-hostilidad, incertidumbre-ansiedad, fatiga-hastío han sido muy frecuentes, pero también los ha habido de gratitud, amor, esperanza y alegría en ciertos momentos, y eso ha hecho que quien más y quien menos haya tenido que trabajar su inteligencia emocional.
“Como personas hemos crecido, y eso nos tiene que hacer volver al trabajo y a ciertas rutinas con un concepto más positivo”, dice el colaborador de Esade.
Hemos de ser influyentes y convencer a los otros que en la pospandemia no queremos perder cosas que creemos importantes
Y destaca que, si durante todo este tiempo de limitaciones y crisis nos hemos adaptado para salvar aquellas cosas que cada cual consideraba importantes -rutinas saludables, relaciones, actividades...-, “ahora hemos de ser influyentes, convencer a los otros, incluidos nuestros jefes, que en la vida pospandemia tampoco queremos perderlo”.
Ese salvar los logros conseguidos para unos puede significar no trabajar presencialmente todos los días, y para otros no verse obligado a acudir cada domingo a la comida familiar, o no tener que renovar la ropa cada dos meses para ir a la moda. “De esta experiencia a todos nos va a quedar un poso, pero distinto para cada uno”, coinciden Monfort y Paoli.
Vida pandémica: experiencias a aprovecharLa covid deja un rastro de tragedias personales y ha supuesto una crisis sanitaria, económica y social sin precedentes. Pero también ha suscitado transformaciones y experiencias inimaginables hace catorce meses, y no todas negativas. Hay cosas que la covid se llevó por delante y que, una vez probada la vida sin ellas, poca gente quisiera recuperar. Y otras cosas que trajo y a las que quizá cueste renunciar. A continuación recogemos algunas de ellas:
*El fin de los saludos con dos besos (o los achuchones) de perfectos desconocidos.
*La desaparición de los tiempos muertos en las salas de espera de dentistas, fisioterapeutas, peluquerías…
*Las citas previas para resolver trámites sin hacer cola.
*El uso de la mascarilla para evitar contagios en el transporte público, cuando estás enfermo, si visitas un hospital…
*La higiene reforzada en los establecimientos públicos, la limpieza de mesas, sillas y lavabos en los bares.
*La supresión de las reuniones y viajes de trabajo superfluos.
*El no tener que asistir a reuniones sociales o familiares por compromiso.
*No poder estornudar o toser impunemente junto a otra persona.
*Poder trabajar desde casa o cualquier lugar de vez en cuando.
*La reducción de desplazamientos, de la contaminación y el ruido en las ciudades.
*Las visitas multitudinarias de amigos y familiares en el hospital.
*Las cenas tempranas y en familia que propició el toque de queda.
*El priorizar las actividades y los encuentros al aire libre.
*Visitar museos, exposiciones o disfrutar de actos culturales sin aglomeraciones
Dejar atrás la hiperconectividad
No obstante, Paoli opina que hay algo que sí debería formar parte del nuevo comienzo para todos: dejar atrás la hiperconectividad.
“El Zoom, las reuniones y visitas digitales nos sirvieron en su momento; fue una transformación de supervivencia para seguir trabajando y en contacto, para continuar nuestras vidas; pero hemos sufrido una infointoxicación, hemos estado siempre conectados, hemos permitido que nuestros jefes, colegas o clientes entrasen en nuestra casa... y ahora hay que poner límites, recuperar nuestros espacios de intimidad y privacidad y hacer un detox digital, limitar el contacto digital y recuperar reuniones y actividades presenciales”, enfatiza la psicóloga.
Rebrotar y superar la fatiga
La pandemia también deja muchas personas agotadas, entristecidas o apáticas. Algunos psicólogos aseguran que ha hecho “languidecer” a millones de personas y ahora toca “rebrotar”, dejar atrás esa vida monótona y apagada y recuperar las ganas y la energía para hacer cosas.
“Cada vivencia me transforma; podemos cambiar nuestros sentimientos, pensamientos y comportamientos, pero a veces es más fácil cambiar el hacer para cambiar el ser que tratar de cambiar pensamientos porque no sabemos cómo abordarlo”, indica Casafont.
En ese cambiar el hacer tiene mucha relevancia el llevar hábitos saludables, explica la especialista en neurociencias, porque estos modifican el cerebro y el cuerpo y, en consecuencia, nuestra mente.
“Si sabes que el ejercicio es bueno, no te preguntes si tienes ganas de hacer ejercicio, solo hazlo, porque eso te va a duchar internamente con endorfinas, serotonina, dopamina... y esas sustancias van a equilibrar tu estado de ánimo, te van a dar motivación y van a cambiar tus sistemas neuronales permitiendo que sepas afrontar mejor las situaciones de estrés”, ejemplifica Casafont.
Si sabes que el ejercicio es bueno, no te preguntes si tienes ganas, hazlo y te cambiará tus sistemas neuronales
Añade que la energía que a uno le falta cuando está triste o apático también puede obtenerse de jugar, de ver una película que nos haga sonreír, y mejora con una buena alimentación basada en la dieta mediterránea, relaciones sociales gratificantes, el contacto con la naturaleza y la meditación, “que produce cambios atencionales, rompe los circuitos neuronales de la rabia y el miedo y construye circuitos de compasión”.
Mantener hábitos saludables
Gabriela Paoli alerta que el agotamiento y la desmotivación puede tener también causas físicas, como una falta de vitamina D debido a la “reclusión” de la pandemia, por lo que no está de más iniciar ese “recomenzar” pospandémico con un chequeo médico y adoptando hábitos saludables como los ya apuntados por Casafont.
Monfort apunta que para muchas personas el confinamiento y las restricciones han supuesto una liberación de tiempo libre que les ha permitido leer más, estar más con los hijos y la familia, salir a pasear con el perro, desarrollar alguna actividad creativa, hacer deporte en casa... “y esos hábitos deberían salvarse para lograr un retorno a la normalidad positivo, no volver rápidamente a la rueda prepandémica”.
Sin idealizar
Tanto Paoli como Monfort remarcan que tampoco se ha de idealizar este “recomenzar”, porque no todo el mundo puede elegir teletrabajar, vivir en el campo o cambiar sus circunstancias familiares o económicas. “Hay un concepto psicológico que es la adaptación hedónica: con el cambio se produce una sensación de euforia y luego te acomodas a ello; eso sucedió con el confinamiento, en que pasamos momentos de entusiasmo por estar en casa y luego de agobio y necesidad de salir de ahí; y sucederá también con el regreso a cierta normalidad; celebraremos volver a la oficina, salir, viajar.... y tras unas semanas añoraremos estar en casa y sin compromisos”, vaticina Monfort.