Tener una hija primogénita aumenta el riesgo de que los padres se divorcien
Paternidad
La diferencia entre los que tienen niños o niñas sólo surge cuando los hijos son adolescentes
Las hijas se han relacionado desde hace tiempo con los divorcios. Varios estudios realizados en Estados Unidos a partir de la década de 1980 han aportado pruebas convincentes de la mayor probabilidad de divorcio en el caso de una pareja cuyo primogénito es una niña. En su momento, los investigadores supusieron que podía tratarse de una expresión de la "preferencia por el hijo varón", un fenómeno que en su forma más extrema se manifiesta bajo la forma de aborto selectivo o infanticidio femenino.
Sin embargo, un trabajo publicado en The Economic Journal desmiente esa idea. En "Daughters and Divorce", Jan Kabátek, de la Universidad de Melbourne, y David Ribar, de la Universidad Estatal de Georgia, en Atlanta, confirman que, en efecto, tener una hija primogénita aumenta el riesgo de que los padres se divorcien, tanto en Estados Unidos como en los Países Bajos. Sin embargo, a diferencia de los trabajos anteriores, su estudio también analizó el efecto de la edad de los hijos. Descubrió que el riesgo de "divorcio con hija" sólo aparece en la adolescencia de la primogénita (véase el gráfico). Antes de los 12 años, las hijas no muestran más correlación que los hijos con la separación de las parejas. "Si los padres fueran de verdad más propensos a separarse por preferir a los hijos, seguramente no esperarían 13 años para hacerlo", razona Kabátek. En cambio, sostiene, el hecho de que el riesgo esté tan vinculado con la edad exige otra explicación; a saber, que los padres se pelean más por la educación de las hijas adolescentes que por la de los hijos adolescentes.
En el conjunto de los años, el efecto hija, aunque real, es pequeño. En los Países Bajos, cuando el primogénito alcance los 18 años, el 20,12% de las parejas se habrá divorciado si ese niño es un varón frente al 20,48% si es una hija, lo cual supone un aumento de la probabilidad del 1,8%. Ahora bien, en los cinco años en que el primogénito tiene entre 13 y 18 años, ese aumento asciende al 5%. Y alcanza su punto máximo, el 9%, cuando ese niño tiene 15 años. En Estados Unidos, donde los datos recogidos por los investigadores son más escasos que en los Países Bajos, esas cifras más o menos se duplican.
Antes de los 12 años, las hijas no muestran más correlación que los hijos con la separación de las parejas
Cualquier persona que tenga un adolescente (o que lo haya sido) sabe los turbulentos que pueden ser esos años. Las encuestas confirman que las hijas adolescentes y sobre todo los padres (no tanto las madres) se acaban sacando de quicio mutuamente. También muestran que los progenitores de hijas adolescentes discuten más sobre la crianza de los hijos que los que tienen hijos varones; y que las madres de hijas adolescentes declaran tener muchos más desacuerdos con sus parejas por temas de dinero y se muestran más abiertas ante la idea del divorcio. Las investigaciones anteriores ya habían señalado que una de las causas más comunes de pelea entre los progenitores es el grado en que deberían controlar las decisiones personales de sus hijas adolescentes, como la forma de vestir, con quién salen y dónde trabajan.
A la vista de todo ello, resulta interesante observar que Kabátek y Ribar encontraron un tipo de pareja que parece inmune al efecto hija: aquellas en las que el padre creció con una hermana. Haber visto en cierto modo las cosas desde el punto de vista de una hermana quizá actúe como una especie de inoculación social.
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De The Economist, traducido para La Vanguardia, publicado bajo licencia. El artículo original, en inglés, puede consultarse en www.economist.com.
Traducción: Juan Gabriel López Guix