Los pornonativos

Análisis

Los pornonativos

Ante el titular de que los niños ya ven porno a los ocho años y que su consumo se ha generalizado a los catorce, deberíamos escandalizarnos, claro. Para empezar, lo primero sería preguntarnos por qué ocurre, luego abrir un debate público y por último plantear soluciones como la posibilidad, por qué no, de legislar al respecto. El asunto tendría que aparecer en los informativos de la televisión, ocupar minutos en las tertulias de la radio, llenar editoriales de los diarios y acumular reflexiones, comentarios y clics en las webs. Pero mucho nos tememos que eso no pasará.

Ya pueden aparecer manadas violando en grupo que, cuando decae la noticia, cuando se enfría, a otra cosa mariposa. En el fondo, y ahí está el drama, a la sociedad le importa muy poco la educación sexual de sus jóvenes. Sólo se preocupa cuando el problema estalla cerca porque, si no, la respuesta es siempre la indiferencia, el esto no va conmigo.

Nos preguntamos ahora, por ejemplo, por ejemplo, por qué se permitió que decayera la idea de una asignatura obligatoria de educación sexual en los colegios y por qué solo un 25% de los padres y madres es capaz de hablar de sexo con sus hijos.

De espaldas a la realidad, entre todos hemos dejado que sea internet quien haga esa función de educar. Y sí, nos referimos a los padres, a los profesores y a los políticos (no necesariamente por este orden y sin voluntad de generalizar).

Hace apenas una semana, a la diputada del PSOE más joven del Congreso se le ocurrió sacar el tema. Ya se sabe que la noticia de que los jóvenes consumen más porno no es nueva. Sí lo es, en cambio, que cada vez lo hagan a edades más tempranas y con más frecuencia. Además, son muchas las voces que empiezan a vincular la violencia sexual con el consumo de vídeos porno.

Andrea Fernández, así se llama la parlamentaria socialista, se limitó a defender que hay que regular por ley el porno en España, algo que por otra parte está incluido en el programa electoral del PSOE. ¿Y qué pasó? Pues que la ira de las redes sociales cayó sobre ella. Puritana o neomonja fue lo más dulce que le dijeron los detractores de su idea.

¿Cómo llegaste a ella?

El 62,4% reconoce que sus amigos “le ayudaron” mientras que el 45,4% “mirando por internet, la encontré sin buscarla”

Aquí servidora tiene sus dudas de que cuantos la criticaron con tanta energía, y que vieron supuestamente coartada su libertad, leyeran algo más que el titular. Lo que planteaba Andrea Fernández era de sentido común si se consigue aplicar. Se trata de poner muy difícil a los chavales el acceso a las webs porno. En el Reino Unido están en ello y tal regulación consiste en que esas páginas web estén obligadas a verificar la edad de sus usuarios de forma fehaciente. ¿Tan descabellado parece?

Con la generalización de los móviles –eh, ¡que les compramos su primer smartphone a los 7 años!–, el porno ha dejado de ser una ficción difícilmente alcanzable. Hoy ya no es un reducto de cuatro vídeos y cuatro revistas como hace 20 años. Ahora es mainstream. Está a un solo clic. Miles de vídeos gratuitos en internet ofrecen secuencias explícitas de sexo que los adolescentes, también ellos, deseosos de saber y aprender, pueden ver a través del móvil. Es la generación de los pornonativos. En un futuro, miedo da, ¿pornoadictos?

Así llegan los niños al porno antes que a su propia sexualidad, antes incluso de su primer beso, antes de que conozcan su propio cuerpo. El riesgo reside en que, intencionadamente o por accidente, los chavales crean que el sexo es como se representa en esos vídeos, que lo normalicen y piensen que aquello es lo que se espera de ellos. Allí, los gemidos son falsos y están desconectados de las sensaciones reales de la mujer. Allí, los hombres priorizan su placer sobre el de la pareja y son irresponsables, dominantes, rudos, siempre deseantes y con un apetito sexual voraz e incontrolable. Allí, se fomenta un modelo de relación machista, competitivo e incluso violento que consagra una erótica deshumanizada totalmente ficticia y errónea.

Puede que el debate regulador sea cortoplacista. Quizá no pueda establecerse todavía una causa-efecto directa entre el porno y la violencia sexual. Aun así ese debate resulta muy necesario si va a la raíz del problema: la falta de educación sexual y sus consecuencias.

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