¿Por qué los menores de seis años no deben jugar con pantallas?
La consulta
Los niños pequeños no deben entrar en contacto con los dispositivos tecnológicos
Hay tres razones que me hacen defender que los niños pequeños no deben entrar en contacto con los dispositivos tecnológicos.
1. Usar el móvil para ahorrarle esfuerzos conlleva una asociación mental negativa
A nivel psicológico hay una razón muy importante por la que no deberíamos usar los dispositivos en situaciones cotidianas, como mientras le damos la comida, le vestimos o esperamos en el pediatra. La razón es que el cerebro aprende por asociación y si usamos el móvil para ahorrarle al niño el esfuerzo de esperar o de comer por sí mismo lo que conseguiremos es que su cerebro haga una asociación muy negativa. Y cuando se tenga que esforzar por prestar atención a la profesora, por leer un texto que le puede parecer aburrido o por estar sentado hasta que acabe la clase la respuesta más lógica y natural para él será distraerse. Porque sus padres le enseñaron que cada vez que se debía esforzar se podía distraer con otra cosa.
2. Los niños acostumbrados a los estímulos intensos de la pantalla la prefieren a jugar con amigos o hermanos
Otra razón es que tenemos un circuito en una región cerebral denominada núcleo caudado, que es la que decide qué estímulos nos gustan más y cuales no merecen nuestra atención, y ordena nuestras preferencias en función de aspectos como la intensidad de los estímulos y el grado de gratificación inmediata que recibimos. Y si tenemos un niño cuyo núcleo caudado se acostumbra desde muy pequeñito a estímulos visualmente intensos y cambiantes como los de las tabletas, en los que todo hace ruiditos, en los que en cuanto te aburres basta con desplazar el dedo para cambiar, lo que va a ocurrir es que cuando llegue a clase y vea a su profesor le va a parecer poco dinámico y luminoso, la pizarra demasiado oscura y un libro demasiado lento, y su cerebro decidirá que no es suficientemente importante como para prestarle atención. Además los niños acostumbrados a estímulos intensos prefieren jugar con el dispositivo que con los amigos o hermanos.
3. Un circuito poco eficaz para darnos la felicidad
Cuando un niño juega a un dispositivo o ve vídeos o fotos en el móvil activa un circuito poco eficaz para darnos la felicidad. Cada vez que vemos una foto nueva, que matamos un marcianito o hacemos un regate en el videojuego recibimos una recompensa en forma de descarga de dopamina. Pero esa recompensa dura muy poco y eso hace que tengamos que repetir la conducta una y otra vez, llegando a ser adictiva. Otro tipo de comportamientos como estar en contacto con los padres, manipular objetos con las manos, el juego libre o simbólico, o tener pequeñas responsabilidades como poner la mesa activan circuitos cerebrales distintos que ofrecen un sentimiento más duradero como es la satisfacción, que además favorece el autorrefuerzo (la capacidad del niño de sentirse bien sin que nadie o nada se lo diga).
Estas tres razones pueden explicar los estudios que demuestran que una mayor exposición a las pantallas está asociada a una mayor prevalencia de problemas de autocontrol (porque no saben ser pacientes ni esforzarse), de déficit de atención (porque no saben esperar y los estímulos normales les aburren más que a otros niños), mayores niveles de depresión infantil (porque dependen de estímulos que provocan pequeñas recompensas pero ninguna satisfacción) y mayor fracaso escolar (no pueden aprender aquello que no les interesa ni atienden).
ÁLVARO BILBAO, Neuropsicólogo y autor de El cerebro del niño explicado a los padres (Plataforma)