Loading...

Ucrania vence a Rusia en Eurovisión

Canciones y geopolítica 

La española Barei queda vigésima segunda en un festival que resultó político

La cantante ucraniana Jamala, ganadora del festival de Eurovisión, en Estocolmo 

Maja Suslin / EFE

El festival de Eurovisión se convirtió anoche en escenario político de las tensiones que agitan el continente europeo. Venciendo el certamen en un recuento de votos de infarto, Ucrania se desquitó ante Rusia por el respaldo de Putin a los rebeldes del este del país; y lo hizo además con una canción política. 

La cantante ucraniana Jamala se hizo con la victoria entonando con voz poderosa el tema 1944, que evoca la deportación de los tártaros de Crimea por Stalin; ella misma es descendiente de deportados. El ruso Serguéi Lázarev, intérprete de una inofensiva canción amorosa, You are the only one, y principal favorito al principio según las casas de apuestas, no pudo resistir el duelo geopolítico con Ucrania, y quedó en tercera posición.

Además, en esta 61.ª edición del festival, emitida desde Estocolmo, Australia estuvo a punto de hacer historia. Podía haber sido un país de las antípodas ganando el veterano certamen paneuropeo por primera vez, pues su representante, Dami Im cantando Sound of silence, rozó el triunfo. Pero al final resultó segunda. Barei situó a España en la vigésima segunda posición con su Say yay!; logró 77 puntos.

Expansión mundial 

El festival sigue creciendo; lo vieron en Europa, Australia, China y Estados Unidos

Los presentadores de la gala, los suecos Måns Zelmerlöw –cantante ganador de Eurovisión en el 2015– y Petra Mede, humorista muy popular en su país, desgranaron la cantinela de puntos según el nuevo sistema de presentación de votos. Realmente aportó grandes dosis de suspense: primero se cantó el veredicto de los jurados nacionales, y luego el del televoto del público.

En la final, celebrada como las dos semifinales previas en el Globe Arena, el edificio esférico más grande del mundo, se escuchó a una mayoría de solistas cantando básicamente pop o baladas, un poco de rock (Chipre y Georgia; esos lógicamente eran grupos) y country (Países Bajos), y también algunos alaridos (la representante de Azerbaiyán, Samra, nos obsequió con gallos). 

Destacó la casi total ausencia nórdica en la final; cayeron todos en las dos semifinales. Del bloque escandinavo sólo Suecia, por ser país anfitrión, pudo competir anoche sin pasar esa criba, igual que los llamados Big Five –entre ellos, España–, que tienen pase directo a la final como mayores contribuyentes a la Unión Europea de Radiodifusión (UER), organizadora del certamen.

En el Globe Arena, el impactante escenario de 320 metros cuadrados, con una profundidad escenográfica de 32 metros, crecía a ojos vistas, ampliándose a fuerza de espectaculares efectos luminosos. Al pie, como es costumbre, bullían las banderas –este año por primera vez autorizadas también las regionales– enarboladas por los eurofans, esos seguidores indesmayables del festival que cada año peregrinan a la ciudad anfitriona. En la sala de prensa había 1.600 periodistas y cámaras acreditados, de ellos 60 españoles.

Barei entonó su 'Say yay! en la segunda mitad de la gala 

TT News Agency / Reuters

Competición aparte, hubo en la velada mucha sana autoparodia en los intermedios realizados por la televisión pública sueca SVT, como el vídeo sobre la obsesión de Suecia por ganar Eurovisión y una presunta investigación gubernamental a escala nacional en busca de reemplazo para Abba. Hubo también guiños a la historia del concurso –impagable la actuación en que Petra y Måns con sus bailarines retrataron cómo es la típica canción eurovisiva ganadora–, y complicidad con la fidelísima comunidad gay, muy presente entre los eurofans.

El festival de Eurovisión, que desde su nacimiento en 1956 (concursaron siete países) ha vivido momentos de gloria (Abba con Waterloo en 1974) y travesías del desierto (horrorosos inicios de los años 2000; cómo olvidar el triunfo en el 2006 del grupo heavy finlandés con Hard rock halleluyah), vive ahora su consolidación como marca global, como se vio anoche.

Una gala con luz y química

Hubo guiños a la historia del concurso y al público gay, y actuó Justin Timberlake

Lo emitieron en directo no sólo cadenas europeas y países de su entorno, como Israel y Azerbaiyán, sino también Australia –que lo transmite devotamente desde 1983 y este año competía por segunda vez–; China en directo, y por primera vez EE.UU., donde se vio a través de Logo, canal de contenidos LGBT. “El festival de la canción de Eurovisión es ahora verdaderamente un fenómeno mundial”, dijo el supervisor ejecutivo del certamen, Jon Ola Sand. 

De que Eurovisión prosigue su ascenso adquiriendo popularidad a escala planetaria da fe una de las novedades de anoche: actuó como invitado el cantante estadounidense Justin Timberlake, que estrenó su sencillo Can’t stop the feeling. De no haberse convertido Eurovisión en el escaparate que ahora es, el buen Justin no habría estado aquí.