Estos son los diez miedos infantiles más frecuentes
La psicóloga y pedagoga Montse Domènech explica cómo vencer los temores que causan sufrimiento a los niños
Todas las noches los monstruos de la oscuridad le visitan cuando sus padres apagan la luz de su habitación. Y él, muerto de miedo, se esconde entre las sábanas para evitar que lo vean las temibles bestias. Mauro solo tiene cinco años y una imaginación desbordante que le juega malas pasadas. Temores como este son muy habituales en niños, pero en casos extremos llegan a ser un problema de conducta –pueden provocar pataletas, malos hábitos y rebeldía- o bien un problema fisiológico –causan mareos, vértigos y dolores de barriga-. Por todo ello la psicóloga infantil y pedagoga Montse Domènech detalla en La vacuna contra el miedo (Plaza Janés) las técnicas más eficaces para combatir esta manifestación emocional que expresa la inseguridad o el temor hacia experiencias desconocidas o que no están bajo el control de la persona que las sufre.
Pero el miedo no es solo cosa de niños. “Si no se invierte esfuerzo en superar estos temores en la edad infantil, durante la edad adulta se pueden convertir, sobre todo, en inseguridad, llegando a generar diferentes fobias –un grado superlativo del miedo-, difíciles de soportar”, asegura Domènech. Y pone como ejemplo el caso de un taxista que sentía una angustia insoportable cada vez que tenía que adelantar por el carril izquierdo o el de una mujer que solo podía pegar ojo rodeada de más de veinte cojines. Son solo un par de la larga lista de miedos y fobias extrañas que Domènech, que colabora profesionalmente con su marido, el reputado Dr. Eduard Estivill, ha ido acumulando a lo largo de sus 40 años de experiencia.
Si no se invierte esfuerzo en superar estos temores en la edad infantil, durante la edad adulta se pueden convertir, sobre todo, en inseguridad, llegando a generar diferentes fobias”
La naturaleza del miedo
Sin embargo, la psicóloga lanza un mensaje tranquilizador para los padres de los niños más miedosos: “Este conjunto de sentimientos es ancestral y en realidad es un fenómeno positivo porque nos defiende de posibles peligros”, declara, y prosigue: “Pero como en todas las facetas de la vida, hay niños con excesivo miedo y otros que son temerarios”. Además, Domènech recuerda que el origen de los problemas psicológicos en la infancia siempre está relacionado con los buenos hábitos y las normas educativas.
“Los niños que tienen miedo son inseguros, no tienen referencias claras de lo que pueden hacer y lo que no, y estas referencias las tienen que dar los padres”, afirma la pedagoga. Y es que detrás de un niño miedoso muchas veces hay padres miedosos: “Sin ser plenamente conscientes de ello, han transmitido el miedo a sus hijos”, comenta la autora de La vacuna contra el miedo.
Qué lo causa
Una conversación con otros niños, una película, una discusión o una experiencia desconocida pueden favorecer la aparición del miedo. Los medios audiovisuales también juegan un papel destacado en los temores de los más pequeños de la casa. Por este motivo Domènech considera que los padres deberían controlar lo que el niño visualiza a través de la televisión o internet y darle explicaciones tranquilizantes ante imágenes que pueden herir su sensibilidad o interrumpir la proyección si lo creen oportuno.
Normalmente el miedo no es el principal motivo por el que los padres deciden pedir ayuda psicológica. “Generalmente llegan a la consulta por diferentes causas, pero en un momento u otro de la sesión surge el tema del miedo como trastorno recurrente”, comenta la psicóloga. Los temores más habituales que acechan a los niños, según su experiencia, son los siguientes:
Miedo a la oscuridad. Este temor, el más frecuente entre los niños, genera una sensación de desorientación que en algunas ocasiones puede comportar que el pequeño se ponga pálido cuando llega la hora de irse a dormir. La psicóloga apunta que “los niños hasta los siete años de edad tienen una imaginación desbordada, por lo que incorporan en su habitación cualquier cosa que piensan”. Detrás de este temor tan frecuente se esconde en realidad otro: “Los niños que lo sufren tienen miedo de desconectar de los padres, no es que les haga miedo solo la oscuridad”, asegura Domènech. En su libro la psicóloga propone varias técnicas y juegos que pueden ayudar a evitarle este mal trago al niño. Por ejemplo, acompañándolo durante un rato y hacerle ver que la oscuridad es bonita porque invita a imaginar cosas preciosas. “Hay que jugar con el miedo”, señala.
Miedo a ir al colegio. “Hay una gran cantidad de motivos por los que una escuela o un aula pueden ser la antesala del infierno para un alumno”, comenta en el libro Montse Domènech. En este sentido la autora explica que hay muchos niños que tras vivir una situación difícil, un insulto por parte de algún compañero o un mal recibimiento del profesor desarrollan una fobia. Son casos que no se pueden tipificar claramente de bullying, sino que depende de la sensibilidad de cada niño que los vive. Para hacer frente a este tipo de fobia la psicóloga infantil propone varias técnicas, como exponer al alumno de forma progresiva a la escuela acompañándolo un rato o bien incentivar su esfuerzo de ir al colegio con un paseo o un chocolate caliente al salir de clase. Otra manera de abordar el problema, explica Domènech, es asegurarse de que el tutor se lo toma en serio y que pone en marcha iniciativas para solucionarlo. Por ejemplo, proponer en clase a los demás alumnos que mencionen alguna característica positiva del niño afectado para que se dé cuenta que es un compañero apreciado.
Miedo a los animales. Este es uno de los temores más frecuentes entre los niños y uno de los más perceptibles, ya que muchos niños se asustan cuando ven a un perro que se cruza en su camino por la calle. “El niño tiene miedo a lo desconocido, no sabe si ese perro será feroz, se imagina que el animal le atacará como el monstruo que ha visto en un cuento”, explica la pedagoga. La intervención de los padres ante este tipo de reacciones es fundamental para paliarlas. Si cuando el perro se acerca, la madre dice: ‘¡Mira, qué perro más mono!’, el niño no temerá al animal; en cambio, si sobreprotege al niño cogiéndole en brazos, reforzará ese miedo. La clave está en generar tranquilidad en el niño.
Miedo a caer o hacerse daño. Este es un temor muy habitual en padres alarmistas, que de manera muy frecuente les recuerdan a sus hijos que tengan cuidado o que vigilen cuando desarrollan actividades que entrañan un cierto peligro. “Al niño hay que dejarlo experimentar y explorar el entorno, aunque siempre vigilándolo de reojo”, comenta Domènech. No obstante, tampoco es bueno educar a los hijos de manera temeraria. “Hay que acompañar al niño, darle la mano, y a medida que vaya aprendiendo, dejarlo a su aire observándolo de cerca”, detalla.
Miedo al médico. Muchos niños se ponen a llorar cuando ven una bata blanca. El motivo es que cuando son bebés reciben la mayor parte de las vacunas, por lo que esta es la primera percepción que tienen del médico. “Les cogen una manía horrible”, afirma Domènech, que señala que el hecho de que el pequeño tenga una mejor o peor concepción del profesional sanitario también depende de “la gracia del médico”. En cuanto a los padres, la psicóloga recomienda que deben preparar psicológicamente al niño antes de ir a la consulta. “Hay que decirle que irá al médico y lo visitará –‘te mirará el cuello y veremos las orejas a ver como están y el médico te curará’-, sin mencionar que recibirá un pinchazo. El objetivo es que el niño tenga un buen concepto del sanitario. Otro refuerzo positivo es prometerle un obsequio tras la visita. Y para paliar el dolor de la vacuna, Domènech propone decirle al pequeño que si sopla fuerte, el pinchazo no le dolerá. “Los niños se lo creen todo”, añade.
Al niño hay que dejarlo experimentar y explorar el entorno, aunque siempre vigilándolo de reojo”
Miedo a las tormentas y a los fuegos artificiales. La psicóloga aconseja tratar este temor con pequeños retos. Por ejemplo, decirle al niño: “Ahora iremos a los fuegos artificiales de la Mercè y contaremos los que son de color azul”. Se trata de buscar siempre el enfoque positivo para que disfrute. Si el niño tiene miedo a los petardos, recomienda someterlo a una exposición progresiva a ellos, es decir, ir acercándolo poco a poco a ellos hasta que el niño coja confianza. En este sentido la psicóloga explica su propia experiencia vital: “De pequeña tenía miedo a las tormentas hasta que un día mi madre me llevó a la ventana y me hizo contemplar la belleza de los relámpagos”, recuerda.
Miedo a dormir fuera de casa. A algunos niños les incomoda la idea de ir de convivencias o colonias. El origen de este temor, según Domènech, está en la inseguridad: “Los niños con mucha protección de sus padres cuando están lejos de ellos se sienten inseguros”, asegura. La técnica para tratar este miedo se basa en preparar bien el terreno antes del acontecimiento explicándole al niño las ventajas que tienen las colonias y ofrecerle algún aliciente, como una fiesta o una cena familiar a su regreso. Otro motivo muy común por lo que los niños no quieren ir de colonias es la micción incontrolada mientras duermen. “Tienen miedo de que sus compañeros descubran que llevan pañales”, comenta Domènech, y prosigue: “Yo siempre les digo: ¿crees que solo eres tú el que se hace pipi en la cama? De tu clase seguro que hay tres o cuatro niños que les sucede lo mismo”.
Resistencia a hacer cosas nuevas. Los niños inseguros sienten temor ante lo desconocido y a menudo, según la autora de La vacuna contra el miedo, son los padres el origen. Por este motivo considera que los adultos que tratan de manera habitual con el pequeño deben vigilar los comentarios que hacen en su presencia: “Si el niño oye que sus padres tienen miedo a volar, él también tendrá miedo a ir en un avión”, dice Domènech a modo de ejemplo. Una recomendación que lanza la psicóloga ante este tipo de temores es hacer creer al niño que es más valiente de la cuenta con comentarios del tipo: “Es tan valiente este niño que se atreve con todo”.
Miedo al agua o a nadar. Según explica Domènech, este temor aparece tras una experiencia traumática con el medio acuático. Por ejemplo, cuando un adulto fuerza al niño a meterse en el mar o en la piscina lanzándolo en el agua contra su voluntad. En el libro la autora ofrece una lista de medidas que pueden ayudar a prevenir y superar este temor, como evitar hacer bromas dentro del agua que puedan asustar al pequeño.
Los terrores nocturnos y las pesadillas. En el primero de los casos se trata de un problema fisiológico que se manifiesta durante la primera mitad de la noche, cuando el sueño es más profundo. La psicóloga aclara que los terrores nocturnos son inofensivos a pesar de que el niño pueda sudar y chillar mientras duerme. Recomienda a los padres que no se asusten y que se limiten a vigilar al pequeño para que no se haga daño, taparlo, secarle el sudor y darle un poco de agua si es preciso. En caso de que el niño haya tenido una pesadilla, aconseja quitarle hierro al asunto y acompañar al pequeño a la habitación para que vuelva a dormirse. “Todos los miedos se pueden superar: todo depende de la seguridad de los padres. Si tranquilizamos al niño y lo relajamos, seguro que se le pasará”, concluye la autora.