El día en que los gatos amanecieron sepultados por la nevada de Barcelona de 1962
Recordamos algunos de los momentos de la Navidad de hace 50 años. La meteorología dice que episodios como ese se dan solo cada 100 años
Colosal. Así define Josep María Gasca la nevada de Barcelona que este 25 de diciembre cumple medio siglo. Gasca, que aquel día de Navidad era un joven de 15 años a quien ya por entonces le apasionaba todo lo que tenía que ver con la climatología y que hoy es aficionado a la meteorología, rememora algunos momentos de aquel día excepcional: Barcelona tapada por una espesa capa de harina. La ciudad vivió el episodio entre la alegría de tener nieve en las calles (con esquiadores descendiendo por el paseo de Gràcia) y el caos propio de una situación de excepción.
“La ciudad estaba silenciosa y el cielo completamente azul”, explica Gasca a LaVanguardia.com, algo que también se recoge en la crónica que hizo La Vanguardia . Este barcelonés recuerda que empezaron a caer copos el 24 de diciembre a las 11 de la noche, que se pasó todo el día de Navidad nevando y que para finales de año aún quedaba nieve: “Mi abuela tenía 90 años y explicaba que nunca había visto nada igual”, relata. Y es que fue tanta la precipitación blanca que hasta los gatos que vivían en la terraza amanecieron “sepultados”, relata Gasca.
Difícil de prever
Ciertamente, lo que sucedió ahora hace 50 años fue excepcional y precisamente por ello era complicado poder preverlo y los mapas no avisaron de lo que llegaba. Es lo que explica Alfons Puertas, meteorólogo del Observatori Fabra, que asegura que ni los mapas de hoy podrían predecir una situación climatológica como aquella. “Podemos pronosticar nieve pero no su abundancia”, explica. Y el de 1962 fue un episodio atípico y difícil que se de en una ciudad como Barcelona: una precipitación prolongada en el tiempo al que se juntaron tres días de bajas temperaturas, bajo 0. Esto fue lo que convirtió en monumental la nevada.
“Episodios tan excepcionales como este se dan cada 100 años”, explica Puertas. El meteorólogo apunta que para encontrar una nevada de características similares en la historia contemporánea en la ciudad habría que remontarse a la de febrero de 1887 que acumuló unos 60 centímetros de nieve en Barcelona, algo muy similar a lo que sucedió el día de Navidad de hace ahora medio siglo.
De la diversión al caos
Gasca, maravillado por la estampa, recuerda que salió a pasear por la ciudad con el pijama bajo la ropa para resguardarse del frío extremo. Hubo otros que prefirieron calzarse los esquís y convertir el passeig de Gràcia en una improvisada y majestuosa pista de esquí (galeria). A pesar de lo romántico de la situación, y mientras unos disfrutaban de la ciudad teñida de blanco, otros padecían las inclemencias de la nieve: varias máquinas quitanieve llegaban a la ciudad para hacer transitables las calles, los taxis circulaban con cadenas y los camiones de bomberos “tuvieron que trasladar muertos y parturientas”, relata Gasca. En el Observatori Fabra, explica Puertas, vivían cuatro adultos y un menor que se quedaron cuatro días incomunicados sin luz ni agua.
Y aunque las grandes portadas de aquella jornada se las llevó Barcelona, hay que decir que las poblaciones de los alrededores de la capital catalana sufrieron aún más los estragos de la nieve y hubo lugares en que el blanco manto llegó a ser de un metro de altura.
Para Gasca, la impresión que le causó aquella histórica nevada del 62, en la que la nieve sirvió para refrescar el cava del día de Navidad, solo tuvo parangón casi cinco décadas después cuando la ciudad se volvió a cubrir de blanco el ocho de marzo de 2010.
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