T he actor es una serie iraní que juega con la idea de que el mundo es una obra de teatro y todos, en mayor o menor medida, participamos como actores (en la línea de la obra de Calderón de la Barca). En este caso la metáfora parece un escudo para, centrándose en la peripecia de dos amigos actores de teatro, torear los tentáculos de la censura y desarrollar tramas aparentemente modestas en un tono costumbrista. Todo pasa en Teherán, con calles y avenidas que los protagonistas recorren a lomos de una alocada Suzuki y con azoteas ocupadas por pantallas parabólicas en las que se fuma (a veces drogas potentes y religiosamente ilegales) y se filosofa. Para ganarse la vida, los actores sobreviven resolviendo casos como si fueran detectives privados, pero añadiendo elementos dramatúrgicos que alternan el humor, la crónica social y la denuncia. De entrada puede parecer que el encanto de la historia solo radica en el exotismo de la propuesta. Pero, poco a poco, la picaresca humanística de los personajes te acaba seduciendo con su tono neorrealista.
Rubianes era un habitual de la tele porque decía sin morderse la lengua lo que sus entrevistadores no podían decir
VIAJAR INSPIRA. El món de Pepe Rubianes (3Cat) recoge el material privado –vídeos, fotografías, libretas y casetes– que Rubianes acumuló en sus viajes por el mundo. Ordenado en tres capítulos inevitablemente reiterativos, el contenido establece puntos de correspondencia entre la experiencia viajera y los guiones de los espectáculos del actor. Kenia, Cuba, Etiopía y, en un tono diferente, la Granada de Federico García Lorca explican la personalidad de Rubianes. Una personalidad que, por más que conozcamos –no se me ocurre una presencia tan televisiva como la de Rubianes, al que a menudo invitaban porque decía, sin filtro, las cosas que sus entrevistadores no podían decir– lo retrata. Y lo hace a través del testimonios de sus compañeros/amigos de viaje pero sobre todo de muchos momentos de autorretrato (las primeras cámaras digitales estimulaban estos formatos ingenuamente domésticos) que, en manos de cualquier otro, podrían haber degenerado –no es el caso- en la típica tabarra del que necesita compartir las aventuras y miserias vacacionales. La serie permite acceder a un material en bruto que también le sirvió a Rubianes para pactar aventuras más convencionales, como aquel episodio del programa Dutifri (Telecinco) en Kenia.