Volver al pasado

Volver al pasado

Siguiendo la recomendación de Xavier Garcia Luque, que tiene un finísimo paladar seriéfilo, veo los primeros capítulos de La casa alemana (Disney +, producción alemana). “¡Muy recomendable y no se habla de ella!”, dice Garcia Luque. Tiene razón. Es recomendable porque adapta el libro de Annette Hess, la historia de una chica que trabaja como intérprete en los primeros juicios contra los culpables, hasta entonces impunes, de la operación nazi de exterminio de Auschwitz. Todo pasa en 1963, en Frankfurt, tras una larga estrategia de silencios impuestos por la vergüenza, el abuso de poder y el pacto tácito de no remover un pasado que en realidad es un agujero negro en la identidad alemana y europea. Que no se hable suficientemente de la serie quizás tenga que ver, salvando las distancias, con la sumisión a los productos de evasión fáciles de digerir. O con la incomodidad de revisar la propia historia y tropezar con el riesgo de descubrir –como le sucede a la protagonista– secretos que también nos definen. Aquí no hay risas enlatadas, ni efectos especiales, ni dragones, ni imposturas postapocalípticas ni conflictos flácidos de clase media narcisista. Aquí el monstruo es Auschwitz y todas las complicidades y silencios que comporta. Y se explica sin sensacionalismo, solo con el talento, la inteligencia y el atrevimiento de sumergirse en la esencia del horror a través de las contradicciones y miserias de la condición humana.

La presentadora es Chenoa, que en la primera edición de ‘Operación Triunfo’ competía para ganarla

ACTUALIZACIÓN. Operación Triunfo vuelve en un formato que aspira a ser pionero de un cambio de hábitos en el consumo de grandes formatos de entretenimiento. Estrenado en Prime Video, y con más voluntad de actualización que de artificio nostálgico, propone la fidelidad del directo (galas los lunes por la noche) y, al mismo tiempo, la comodidad del consumo a la carta. La presentadora es Chenoa, que en la primera edición de OT competía para ganarla y que encarna el equilibrio entre la vocación musical y una carrera televisiva complementaria. Es un hábito consolidado: multitud de cantantes reconocidos encuentran en la televisión (como presentadores, jurados o concursantes de formatos de supervivencia) el sobresueldo y la visibilidad que, con un entusiasmo y una inocencia que a veces asusta, también expresan los concursantes actuales. Viéndolos, se confirma lo que ya decía la sádica profesora de Fama: “Tenéis sueños, buscáis la fama... pero la fama cuesta. Y aquí es donde lo empezaréis a pagar: con sudor”.

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