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Felizmente engañados

La crisis del Brexit en el Reino Unido es de tal dimensión que nadie es capaz de vislumbrar una salida que no complique todavía más la situación. En medio de esa tormenta perfecta que afecta a toda la sociedad británica, con fábricas de multinacionales que cierran y empresas que se van fuera del país, resulta tragicómico recordar la desacomplejada alegría con la que se ha llegado hasta el borde de este precipicio.

Vote leave, (vota salir) era la campaña que, en la era en la que los ciudadanos tienen más información, les proporcionó a los británicos toda la desinformación posible para que tomaran, felices y contentos, una decisión devastadora y desastrosa para el país.

La primera película sobre la trama que puso al Reino Unido en las deprimentes horas en las que se encuentra en estos momentos fue estrenada por HBO a principios de este año. Brexit, the uncivil war (Brexit, la guerra incivil), dirigida por Toby Haynes y protagonizada por Benedict Cumberbatch, resulta pedagógica y saludable como una vacuna contra el virus de la ignorancia, que se propaga en su variante más infecciosa en las redes sociales.

Cumberbatch encarna en la película a Dominic Cummings, el controvertido y eficiente director de la campaña Vote leave. Este personaje, vinculado a políticos del Partido Conservador, que ya trabajó en su día en la campaña contra la adopción del euro en el Reino Unido, es clave para entender lo que se tragaron los británicos.

Definido por el ex primer ministro David Cameron como un “psicópata de carrera”, Cummings aparece en la interpretación de Cumberbatch como un insolente, brillante y antipático genio. Su aportación más brillante al Brexit fue una sola palabra.

Los partidarios de la salida de la Unión Europea llevaban tiempo repitiendo el mantra de que el Reino Unido debía “tomar el control” (en inglés, take control). Aunque la idea era clara, le faltaba fuerza. Así que Cummings, en pleno insomnio, vio la palabra back, que entre sus muchas acepciones tiene también la de “reverso” y, encajada en el lema, Take back control, significa “recupera el control”.

¿Quién no querría recuperar un control supuestamente perdido? El lema era tan tramposamente incontestable, que una parte de la sociedad británica lo asumió como propio. Los defensores de permanecer en la Unión Europea no supieron contrarrestar este mensaje falso y deshonesto.

Abocados a un sí y un no para una cuestión compleja sobre la que no tenían la información correcta, millones de votantes se lanzaron, dichosos, a la ruina. Ahora, aunque ya conocen lo que antes no les contaron, se oponen a darle la vuelta. “Democracia”, claman, como si votar a un representante político para que tome decisiones no lo fuera. Para algunos, irse al traste es lo deseable siempre que uno lo haga con una sonrisa de oreja a oreja.