Loading...

Eurovisión 2018: Israel gana el festival con Netta y su ‘Toy’

Vídeo y crónica

Amaia y Alfred quedan en vigésimo tercer lugar en un festival con su oropel clásico

Eurovisión 2018: Las reacciones a la gala final, en directo

Israel ganó esta noche por cuarta vez en su historia el festival de Eurovisión, y lo logró con una intérprete tan inclasificable como la canción que defendía: Netta Barzilai, de 25 años, una diva valiente en su sobrepeso, que entonó el desenfado tema Toy, una mezcla de pop, k-pop (música comercial surcoreana), hip-hop y sonidos medio orientales, con mensaje feminista y antibullying.

Con su propuesta se llevó 520 puntos. “¡Soy tan feliz,… gracias por aceptar diferencias, gracias por celebrar la diversidad”, dijo Netta al subir a recoger el trofeo, y pronunció la frase tradicional de los judíos por Pascua (“El año que viene en Jerusalén”), para indicar dónde se celebrará el festival del 2019. El encargado de entregarle el trofeo, Salvador Sobral, ganador del certamen el año anterior, lo hizo de carrerilla, sin decir ni una palabra, visiblemente contrariado por el triunfo de una canción que él había calificado de “horrible” en una entrevista esta misma semana.

Los representantes de España, Amaia y Alfred con Tu canción, tuvieron que conformarse con el vigésimo tercer puesto, y con 61 puntos, tras actuar en segundo lugar –zona maldita, ahí no ha ganado nunca nadie– y recibir una buena salva de aplausos. El dúo plasmó en escena su romance bajo chorros de luz amarilla, ella y él, caminando en círculo, dándose la mano, intercambiando sonrisas y mirándose, con Alfred algo envarado en los gestos, y sin beso final, pese a los rumores.

Amaia y Alfred, interpretando 'Tu canción' en la final de Eurovisión 2018 el 12 de mayo en Lisboa 

Pedro Nunes / Reuters

En segundo lugar quedó la diva que rivalizaba con Netta hasta pisarle los talones, la griega Eleni Foureira que representaba a Chipre, y que llevó un tema muy bailable, pegadizo y fogoso, Fuego, por el que ya la están etiquetando como la Beyoncé del Mediterráneo. Logró 436 puntos. Pero no pudo con Netta, que envía así el festival de regreso a Israel tras un considerable lapso. Sus tres victorias eurovisivas hasta la de anoche fueron: Izhar Cohen & the Alphabeta con Abanibi en 1978, Milk & Honey con Hallelujah en 1979, y Dana International con Diva en 1998. El tercer clasificado, con 342 puntos, fue el austriaco Cesár Sampson, con Nobody but you.

El susto de la noche fue para la representante británica, Surie, cuando en plena actuación un espontáneo invadió el escenario, le arrebató el micrófono, y gritó algo sobre “nazis”. Casi de inmediato apareció un guarda de seguridad y se lo llevó. La cantante reaccionó con gran profesionalidad; batió palmas, y siguió adelante en cuanto le dieron otro micro. La organización, desolada, le propuso repetir la actuación al final de la gala, pero ella declinó, sintiéndose satisfecha.

Dos de las presentadoras de la gala –era un cuarteto femenino– anotaron la tradicional cantinela de puntos (con los anhelados twelve points, douze points como meta), con el suspense adicional que implica el sistema de presentación de votos estrenado hace dos años en Estocolmo: primero se recibe el veredicto de los jurados nacionales (el portavoz canta sólo los doce puntos), y luego el del televoto del público, en ambos casos incluidos los de los países eliminados en las dos semifinales. Votaban anoche, pues, 43 países, en una gala en la que competían 26. En TVE, la encargada de cantar los doce puntos del jurado español –que fueron para Chipre– fue Nieves Álvarez.

Eleni Foureira, representante de Chipre en Eurovisión 2018, interpretando 'Fuego' en un ensayo en Lisboa el 11 de mayo 

Jose Sena Goulao / EFE

En esta edición –y pese al llamamiento realizado el año pasado por Salvador Sobral, que proclamó que “la música no son fuegos artificiales, es sentimiento”–, no han faltado los efectos especiales apoteósicos, ni los trajes extravagantes ni las escenografías tremendas. Pero tampoco ha faltado la variedad de géneros musicales y de idiomas. En la final en Lisboa se oyó mucho pop, desaforado o no tanto, pero también rock, ópera, balada, folk, canción protesta, ritmos étnicos, e incluso rock metálico; y más lenguas que el omnipresente inglés.

Así, el ucraniano Melovin apareció metido en un piano-ataúd, del que salía cual vampiro; la soprano estonia Elina Nechayeba cantó en italiano la pieza lírica La forza mientras su gigantesca falda ofrecía vídeos psicodélicos; la finlandesa Saara Aalto inició su canción Monsters anclada a una rueda giratoria como las de lanzar cuchillos; el danés Rasmussen ejercía de vikingo pacifista entre velas que simulaban naves rumbo al combate; y la banda magiar Aws cantó rock salvaje a grito pelado y –se necesita valor– en húngaro.

Se escucharon también dos canciones con mensaje: Mercy, de los franceses Madame Monsieur, sobre un bebé migrante nacido en un barco de salvamento en el Mediterráneo; y Non mi avete fatto niente, de los italianos Ermal Meta y Fabrizio Moro, sobre guerras y atentados terroristas, con alusión directa a la Rambla de Barcelona. Y Sobral, el más antieurovisivo de los divos eurovisivos, cantó su Amar pelos dois junto a una gloria de la música brasileña, Caetano Veloso. Dijo que “lo mejor de haber ganado Eurovisión había sido haber tenido ocasión de conocer a Veloso”. En cualquier caso, tanto Sobral como Netta son Eurovisión, otra vez cada uno a su manera.