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¿Parecemos más vagos por culpa de los robots?

Inteligencia artificial

Diversos estudios señalan que a los propietarios de aparatos autónomos les disgusta que tengan demasiadas cualidades humanas

Un robot en tareas domésticas

Donald Iain Smith / Getty

Aspiradoras y cortadoras de césped automáticas, robots de cocina, asistentes virtuales o incluso maletas inteligentes que siguen a sus propietarios por el aeropuerto. Estas herramientas y muchas otras pretenden mejorar la vida de la gente, liberándola de tareas que le resulten ingratas. Entre las actividades asignadas a estos dispositivos, predominan las domésticas. Por esta razón, los especialistas en psicología del consumidor están dedicando su atención a estas labores, sobre todo, en época de pandemia.

Tradicionalmente, los profesionales de este ámbito han partido de la base según la cual gastar dinero para subcontratar servicios, por ejemplo, de limpieza, puede incrementar la felicidad y reducir el estrés de quien lleva a cabo esta inversión. Tras emplear a humanos para este fin, ahora han entrado en escena también las máquinas. La tendencia se ha acelerado con el coronavirus y las medidas de distancia social introducidas para atenuar sus efectos.

Una investigación reciente dirigida por la profesora de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) Ashley Whillans y basada en 5.000 encuesta confirma todos estos puntos, aunque introduce matices sorprendentes. Por ejemplo, como señala la doctora Whillans, “los usuarios se sienten culpables si los productos mecánicos que utilizan parecen demasiado humanos”. En caso de que tengan cualidades similares a las de las personas, como voces, caras o nombres, los clientes están menos cómodos. Algunos hasta reconocen una cierta “culpabilidad”.

La docente de Harvard, que colabora a escala internacional con colegas como Fabian Nindl (Universidad de Economía de Viena, Austria), Emanuel de Bellis y Tobias Schlager (Universidad de Lausana, Suiza), recuerda que, al humanizar estas acciones, se crea “empatía” con el proveedor y se sufre por encargarle “el trabajo más sucio”, es decir, “algo desagradable que nosotros podríamos hacer”.

A pesar de estas limitaciones, fabricantes como Amazon o Samsung han desarrollado artículos que interactúan con sus dueños con voz humana. Y los comerciales de Dyson animan a los compradores a bautizar sus aspiradoras. Otra curiosidad es que a determinados consumidores les preocupa “parecer vagos” por recurrir a los robots. La “sospecha de pereza” es un obstáculo para la satisfacción de estos clientes, aseguran Whillans y sus compañeros.

La razón que aducen es que, en culturas como la nuestra, “el ajetreo se considera un símbolo de estatus”. Estos hallazgos explican en parte por qué la adopción de aparatos autónomos es significativamente menor de la prevista. Hace solo cuatro años, en las predicciones sobre la internet de las cosas, se indicaba que una casa típica albergaría unos 500 objetos inteligentes en el 2020. Sin embargo, en la actualidad, únicamente el 10% de los hogares norteamericanos cuentan con un robot aspiradora.