Análisis de The Legend of Zelda: Breath of the Wild
Videojuegos
El primer gran juego para Switch es también una despedida por todo lo alto para Wii U
Durante la última semana el libro más vendido en Amazon ha sido la guía de un videojuego que hasta hoy no ha salido a la venta. No es broma, este videojuego es The Legend of Zelda: Breath of the Wild y, aunque este dato sea solamente una curiosidad, lo cierto es que no deja de ser un reflejo de las elevadas expectativas que hay alrededor de esta última entrega de una serie a la que el adjetivo legendaria le va a la justa medida.
El videojuego más ambicioso en la historia de Nintendo es a la vez el primer gran título de una nueva consola, Switch, y la despedida por todo lo alto de otra, Wii U. Hasta ahí llega la importancia de una producción que ha sido esperada por sus fans durante años y que muy probablemente esté destinada a convertirse en todo un hito en la historia del ocio electrónico.
Cuando el japonés Eiji Aonuma, el productor de The Legend of Zelda: Breath of the Wild, dijo hace años que en el juego sería posible explorar cualquier rincón de su enorme escenario, muchos tomamos esa afirmación como una frase de marketing. “Podrás subir a cualquier montaña”, decía el que ha sido el máximo responsable de esta serie de videojuegos durante las dos últimas décadas.
Hoy, después de haber podido exprimir el juego durante una semana, podemos decir que Aonuma no estaba exagerando cuando hablaba sobre esa posibilidad. Cualquier montaña del gigantesco mundo de Hyrule puede ser escalada por Link si somos lo suficientemente hábiles y no quitamos ojo del medidor de resistencia. Llegar a la cima y contemplar el paisaje mientras giramos la cámara con el stick derecho es sobrecogedor.
Desde que Shigeru Miyamoto y su equipo dieran forma al primer The Legend of Zelda en 1986 que este nombre siempre ha estado asociado al concepto de exploración. Explorar es sinónimo de aventura, es avanzar hacia lo desconocido sin saber lo que encontrarás en el camino, es ver el mundo con los ojos de un niño. Sobre esto, precisamente, han versado todos los juegos de esta serie hasta hoy, pero Breath of the Wild va todavía mucho más allá.
La última entrega ofrece al jugador un grado de libertad que pocas veces se ha podido experimentar en un juego de mundo abierto. Después de un letargo de cien años, Link se despierta en un mundo distinto del que conoció en el pasado. Su misión será acudir en ayuda de la princesa Zelda y volver a salvar el reino, pero para conseguirlo no tendrá que seguir una única ruta.
Ante las quejas generalizadas acerca de que los Zelda de los últimos años cada vez han sido títulos más lineales, Breath of the Wild acaba de una vez por todas con esta tendencia para plantear un reto menos guiado y asombrosamente más difícil. La libertad de acción es tal que es fácil desviarse de la historia principal a base de todo tipo de misiones secundarias. Por suerte, la forma como está construido el mundo, en el que absolutamente todo está conectado, hace posible que este desorden acabe dando forma a un conjunto armónico.
Es significativo cómo Nintendo parece haberse inspirado en otros juegos, tanto japoneses como occidentales, que desde hace años han ofrecido buenas ideas dentro del género de los mundos abiertos. Así, en Breath of the Wild se notan influencias de fuentes tan variadas como la serie Monster Hunter, los últimos The Elder Scrolls o, incluso, títulos como Assassin’s Creed. Toma ideas de aquí y de allí, pero las integra de una manera que para nada se siente forzada.
El resultado de todas estas nuevas ideas da lugar a un juego que difiere mucho de lo que hasta ahora había ofrecido la serie. En este sentido, y obedeciendo al título del juego, los cambios en el sistema de combates, la tremenda escala del mundo, la gestión del inventario o el sistema de mazmorras son salvajes, pero su funcionamiento es tan bueno como siempre, sino mejor. Y qué decir del apartado visual y sonoro, un aspecto en el que nuevamente se demuestra que una acertada dirección artística es capaz de cualquier cosa.
El mundo de Zelda: Breath of the Wild ha sido creado con una mimo y una dedicación en los pequeños detalles que pocas veces se ha visto en otro videojuego. La respuesta la prensa especializada estos días está siendo unánime y no son pocos los medios que ya sitúan la última aventura de Link entre los mejores juegos de todos los tiempos. Sin duda, es una maravillosa forma de estrenar un Switch o de despedir una Wii U.
Zelda: Breath of the Wild está destinado a convertirse en un hito en la historia de los videojuegos”