A medida que las fotos se iban revelando, más se estremecía el técnico de laboratorio. En las imágenes aparecían menores de edad, niños y niñas de apenas diez años, con los ojos vendados y la boca tapada con cinta adhesiva, mientras posaban y emulaban escenas eróticas más propias del bondage. Una vez finalizado el revelado de esas cuarenta fotografías, el trabajador llamó horrorizado a la policía y les dio el nombre del dueño de aquellos negativos.
Se trataba de Mark Berndt, un queridísimo profesor de primaria de un conocido colegio de la zona, pero sobre el que sobrevolaba la sombra de la pedofilia y la pederastia desde hacía años. Ahora, aquellas pruebas confirmaban las sospechas y el escándalo destapaba sus “juegos de degustación” con galletas recubiertas de semen.
El historial disciplinario
Angelino de nacimiento, Mark Berndt fue uno de los maestros más queridos de su comunidad Florence-Firestone, una zona de clase social baja al sur del centro de Los Ángeles y donde el 98% de los estudiantes son de origen latino, principalmente hijos de inmigrantes mexicanos. Allí, en la Miramonte Elementary School, encontró su lugar en el año 1979.
Por aquel entonces, nuestro protagonista todavía no había cumplido los treinta y residía junto a su hermana en un apartamento cercano. Además, su incursión como profesor le llevó a dar clase tanto a niños de tercer grado como de quinto grado, esto es, a menores con edades comprendidas entre los 8 y 11 años aproximadamente.
Mark siempre fue un profesor popular entre el alumnado: vestía de un modo informal, casi siempre con camisas hawaianas y pantalones cortos, y la colección de insectos que guardaba en el aula siempre llamaba la atención de sus estudiantes.
Sin embargo, en esta historia de luces también encontramos muchas sombras y un historial disciplinario que ya apuntaba maneras y que, desde la dirección del propio centro, no se supo o no se quiso subsanar.
En esta cronología encontramos hechos embarazosos, como el denunciado por varios padres en el año 1983 cuando el profesor se bajó los pantalones durante una excursión con sus pupilos a un museo.
Las quejas llegaron al Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD), pero no se hizo nada. De hecho, al director de aquel momento le valió una disculpa escrita de su trabajador entonando el mea culpa y asegurando que no se volvería a repetir.
Unos años después, en la promoción de 1991-1992, varias niñas denunciaron que Mark se masturbaba públicamente. Y más concretamente, durante la clase. Tanto es así que llegaron a señalar un frasco de vaselina que este individuo guardaba en su escritorio. El resultado: las niñas acudieron al psicólogo y la dirección no tomó medidas correctivas contra el profesor por su comportamiento obsceno.
No fueron las únicas denuncias por exhibicionismo y provocación sexual. Al año siguiente, un compañero de Mark informó al director que el susodicho no llevaba ropa interior bajo los pantalones cortos y que, al sentarse en el borde del pupitre, mostraba el pene y los testículos ante toda la clase. “Lo sé. Los padres se quejan de él, pero no puedo hacer nada. Tiene un puesto fijo”, fue la respuesta que le dieron desde la dirección.
A finales de 1993, un estudiante denunció que Mark le había manoseado mientras hacía un examen. Pero, ante la falta de pruebas, el fiscal del distrito no presentó cargos, se archivó el caso y el profesor mantuvo su puesto de trabajo.
Quince años después, y ya llegamos a 2008, la queja de otra madre destapó algo ignominioso: su hija llegó a casa con una foto hecha por su profesor, en la que aparecía comiendo una galleta con una sustancia brillante y de color claro. La menor le aseguró a su madre que formaba parte de los “juegos de degustación” que hacían con su educador.
A continuación, la madre lo puso en conocimiento tanto de la dirección del colegio como del distrito escolar y lo que obtuvo fue la callada como respuesta. El silencio. Nadie movió un dedo y el popular profesor continuó trabajando. Hasta que, en enero de 2011, el citado técnico de revelado fotográfico descubrió cuarenta fotografías que señalaban a Mark Bernt como sospechoso de un delito de abuso infantil.
Su fetiche
En las imágenes incautadas y aportadas como pruebas durante todo el proceso de investigación, se pueden ver a casi un centenar de menores realizando lo que se conocía como “juegos de degustación”. Y es que, Mark logró durante sus treinta años como docente, que algunos de sus estudiantes más próximos, aquellos que él elegía personalmente como unas víctimas más fáciles, representasen sus pervertidas fantasías sexuales.
Para conseguirlo, Mark convencía a sus estudiantes con darles algo muy deseado a su edad: azúcar. Así, el popular profesor ataba y amordazaba cada viernes a los niños y niñas como parte de ese juego y les recompensaba con galletas recubiertas con una sustancia blanca -luego se descubrió que era su propio semen- mientras colocaba cucarachas gigantes cerca de sus bocas y les fotografiaba. Algunas de las víctimas aseguraron tiempo después que aquellas “galletas tenían un sabor extraño”.
Ante las sospechas de pedofilia por parte de uno de los educadores del Miramonte Elementary School, las autoridades informaron a la dirección del centro y al superintendente del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles. “Te revuelve el estómago. Es algo asqueroso. Espero que este hombre pase el resto de sus días entre rejas”, llegó a describir este último ante los medios de comunicación.
Sin embargo, desde que saltó el escándalo hasta que se procedió a su arresto transcurrió un año. Es decir, en enero de 2011 se descubren las fotografías, un mes más tarde, la dirección del colegio despide al pedófilo y pederasta, pero, hasta enero el 30 de enero de 2012, no se procedió a su arresto.
Aquí sucedieron dos cosas al mismo tiempo. Por un lado, el LAUSD firmó un acuerdo con el profesor para que aceptase su marcha voluntaria por 40.000 dólares, 4.000 dólares más al mes por el seguro médico y una pensión vitalicia. Mark firmó todo en junio de 2011.
Y, por el otro, el Departamento del Sheriff del Condado de Los Ángeles llevó a cabo su propia investigación: hubo registros en la propiedad del acusado, donde se incautaron más de 600 fotografías de índole sexual con menores y un DVD con escenas bondage entre adultos. Estas eran las mismas poses que las que posteriormente se reflejaban en las imágenes de los niños.
Robó su inocencia
Asimismo, se procedió a la identificación de las víctimas entre 2008 y 2010, se les tomó declaración, como también a sus familias, a otros estudiantes, además de a miembros del profesorado, la dirección y el resto del personal del centro escolar. Y, por último, los forenses pudieron ratificar que la sustancia blanquecina y brillante colocada sobre las galletas era el semen del pederasta.
Una vez realizadas todas las diligencias necesarias sobre el caso, los investigadores procedieron a la detención del profesor y lo acusaron de 23 delitos de abusos sexuales a niños y niñas con edades comprendidas entre los 7 y los 10 años, durante el período 2008-2010. El juez lo envió a prisión provisional con una fianza de 2,3 millones de dólares.
La Corte Superior de los Ángeles inició el juicio contra Mark Berndt en noviembre de 2013 y el propio acusado se declaró culpable de todos los cargos de abuso sexual -al no haber penetración durante los tocamientos, no se considera agresión ni violación, de ahí la calificación-. El magistrado John Shepard Wiley explicó en su escrito de 512 páginas que el acusado tocó de manera sexual a los estudiantes e instó a estos menores a que lo tocaran a él también. Finalmente, el profesor pederasta fue condenado a 25 años de cárcel.
Al año de la sentencia, las autoridades educativas de Los Ángeles acordaron pagar 139 millones de dólares de indemnización a las víctimas del profesor. Se trata de uno de los mayores acuerdos extrajudiciales en la historia de los Estados Unidos por un caso de abuso de menores.