Loading...

‘Harv, el martillo’, el militar que secuestraba y mataba autostopistas por mandato divino

Las caras del mal

El asesino en serie Harvey Carignan tiene casi una veintena de víctimas en su historial criminal

‘Harv, el martillo’, el militar que secuestraba y mataba autostopistas por mandato divino

LVD

El anuncio de una gasolinera en la prensa de Seattle llamó la atención de Kathy que, aunque no estaba buscando un empleo, creyó que a su novio Mark le vendría bien el dinero. La adolescente, de 15 años, marcó el número y, tras hablar con su interlocutor, este la conminó a una entrevista: en realidad buscaban a una chica. Kathy, ante las condiciones tan interesantes, decidió acordar una cita y acudir a la estación de servicio. Sin embargo, el desconocido se ofreció a recogerla en coche para llevarla personalmente, pero Kathy jamás se presentó.

Un mes después, la Policía encontró el cuerpo sin vida de Kathy y, aunque investigaron al dueño de la gasolinera, Harvey Carignan, tanto su declaración como su coartada eran sólidas. “No apareció”, les decía. Sin pruebas incriminatorias sobre la mesa, los agentes tuvieron que dejarlo marchar. Este error llevó a la muerte a casi una veintena de muchachas más. Carignan era realmente Harv, the Hummer (Harv, el martillo), un peligroso asesino en serie.

Secuelas infantiles

Mary jamás deseó quedarse embarazada: tenía veinte años y el rollo de una noche le había llevado a aquella responsabilidad. De ahí que cuando Harvey Louis Carignan nació el 18 de mayo de 1928 en Fargo (Dakota del Norte), la joven evitase darle cualquier muestra de afecto. No lo quería y, aún así, tenía que cuidar de él. Por eso decidió sacar su carácter más autoritario y dominante, y tratar a su hijo con gestos despectivos relegándolo a un segundo plano.

Por el contrario, el pequeño desarrolló una personalidad tímida, solitaria e introvertida que repercutió en dos problemas claves: por un lado, sufría de enuresis nocturna y, por el otro, de corea infantil, un trastorno neurológico caracterizado por espasmos musculares involuntarios de piernas, brazos y cara.

Harvey Carignan

Archivo

Esta enfermedad generó en Harvey una gran frustración que, sumada al rechazo continuo de su madre, desembocó en un fuerte resentimiento y ataques de rabia cuando le enviaron de los seis a los diez años a la casa de varios familiares, y a los once a un reformatorio. Los siguientes siete años, Harvey sufrió los abusos físicos de sus compañeros y, según afirmó él mismo, también sexuales por parte de algunas empleadas del centro.

A los dieciocho, el joven se marchó, se alistó en el ejército y comenzó su temida transformación: se convirtió en un hombre corpulento y fornido gracias al ejercicio físico, pero con un carácter iracundo y propenso a la violencia. Tres años después, comenzó su carrera criminal al matar a su primera víctima.

Primer crimen

El 31 de julio de 1949, Harvey, destinado a Anchorage (Alaska), asaltó a Laura Showalter, de 58 años, y trató de violarla. Al no conseguirlo por la fuerte resistencia de la víctima, la mató brutalmente. Lo hizo “de un solo golpe”, explicó uno de los oficiales de policía que llevó el caso. La violencia empleada fue tal que “se rompió el cráneo como si una granada hubiera atravesado un tanque". Seis semanas después, el militar lo intentó con Dorcas Callen, que consiguió huir y denunciar a su violador. “De repente se convirtió en un demonio”, explicó la joven.

Gracias a la descripción aportada por Callen, la Policía dio enseguida con Harvey y lo detuvo bajo los cargos de intento de violación. Durante el interrogatorio, el sospechoso además de admitir la citada agresión sexual también confesó el crimen de Showalter, aún sin resolver.

Harvey Carignan, tras una de sus primeras detenciones

YouTube

Las autoridades lo llevaron a juicio y el tribunal lo condenó a morir en la horca, pero un defecto de forma en la acusación de asesinato le libró de la pena de muerte y el Tribunal de Apelaciones redujo la sentencia a quince años de prisión.

En 1960, Harvey salió en libertad condicional y durante un corto período de tiempo perpetró varios robos, asaltos e intentos de violación. Estuvo encerrado otros diez años. Durante el tiempo que estuvo en la cárcel se sacó un título universitario y, una vez en libertad, contrajo nupcias en dos ocasiones. La primera, en 1969, y la segunda, en 1972, aunque ninguno de los dos matrimonios fructificó. Con dos fracasos a la espalda, Harvey se sintió aún más enfadado y resentido con las mujeres, lo que motivó que en 1973 empezase a matar de nuevo.

A martillazos

Era el mes de mayo y el militar, que regentaba una gasolinera en Seattle, publicó un anuncio de empleo en la prensa: buscaba chicas y no precisamente para trabajar. Kathy Miller, de 15 años, fue la primera víctima en caer en la trampa. Tras concertar con ella un lugar de encuentro para llevarla a la estación de servicio, Harvey la secuestró, violó y asesinó con un martillo. Luego, arrojó su cuerpo desnudo envuelto en plástico cerca de Everett, en el estado de Washington.

La madre, preocupada porque su hija todavía no había llegado a casa, decidió alertar a la Policía. Durante la investigación se descubrió que Kathy había acudido a una entrevista de trabajo en una gasolinera propiedad de Harvey Carignan. Cuando los agentes se personaron para interrogarlo, este les aportó una coartada sólida y dijo: “No apareció”.

Harvey Carignan, en su gasolinera

YouTube

Pese a que el cuerpo de Kathy fue localizado sin vida un mes después, los investigadores no tenían pruebas fehacientes que incriminasen al principal sospechoso y lo dejaron marchar. Aquel error trajo consigo casi una veintena de asesinatos más a manos de este peligroso asesino en serie. ‘Harv, el martillo’, como le denominaron más tarde, se sintió impune para continuar secuestrando y vejando a las jóvenes víctimas.

Cuando las aguas se calmaron, Harvey se marchó de Seattle e inició su particular cacería por las carreteras de distintos estados. Aprovechaba cada viaje para secuestrar a autostopistas, a las que violaba brutalmente con su martillo y, después, las asesinaba a golpes con la misma herramienta.

Harvey Carignan, tras confesar los últimos asesinatos

Archivo

El 28 de junio de 1973, apaleó a Marlys Townsend, a la que recogió de una parada de autobús en el extrarradio de Minnesota. Cuando la joven se despertó y Harvey la amenazó con violarla, ella pudo escapar saltando del vehículo en marcha. Jerri Billings, de 13 años, tuvo la misma suerte. El 9 de septiembre hacía autostop para visitar a su novio cuando Harvey se ofreció a llevarla. Tras amenazarla y violarla salvajemente con el mango del martillo, el agresor la dejó en libertad. Del trauma, la adolescente decidió no contárselo a nadie ni denunciar hasta pasados varios meses.

En febrero de 1974, Harvey comenzó a salir con Eileen Hunley, miembro de una secta fundamentalista a la que también se unió el asesino. Al principio, la mujer creyó ver en él a un muchacho trabajador y decente, pero a principios de agosto, su ilusión cayó en picado y rompió con él tras ser testigo de varios arranques violentos. Eileen desapareció el 4 de agosto y su cadáver apareció a mediados de septiembre con el cráneo completamente destrozado. Mientras tanto, Carignan estaba en paradero desconocido.

La camioneta

Durante su huida, el militar aprovechó para recoger a dos autostopistas más, Lisa King y June Lynch, ambas de 16 años, a las que violó, golpeó y mató de la misma forma que a las anteriores víctimas. El 14 de septiembre hizo lo mismo con Gwen Burton, pero tras abandonarla moribunda sobrevivió y pudo pedir ayuda. Los detalles que aportó Gwen sobre la agresión y su atacante fueron tan similares a los de otra superviviente, Jerri Billings, que empezaron a sospechar que estaban ante la misma persona.

En los siguientes diez días, a Carignan le dio tiempo a recoger a tres muchachas más: una apareció asesinada y las otras dos lograron huir a tiempo y ofrecer nuevos detalles sobre el asaltante. Todas las supervivientes coincidían en que el individuo era alto, muy musculoso, de cabello castaño y algo canoso, con entradas y con un hoyuelo en la barbilla. Además, llevaba los pantalones metidos en las botas, fumaba mucho y conducía una furgoneta verde con el techo metalizado y tapicería negra.

Ficha policial de Harvey Carignan

Archivo

En cuanto a las víctimas encontradas, todas presentaban las mismas señales de violencia en sus cuerpos: violaciones salvajes con un objeto romo y largo, seguramente un martillo, y asesinatos a golpes con el mismo objeto empleado en la agresión sexual. Los cráneos de todas las jóvenes aparecieron machacados.

Con la descripción del asesino y los datos del vehículo, los investigadores no tardaron en localizar a Carignan: cotejaron las huellas de neumático localizadas en dos de las escenas de los crímenes con las furgonetas de ese modelo y color y la identificación fue casi inminente.

Círculos rojos

El 24 de septiembre, la Policía de Minneapolis detuvo a Harvey Carignan justo cuando subía a su furgoneta verde. No opuso resistencia alguna. De hecho, reconoció haber recogido a varias chicas y permitió que registrasen todas sus pertenencias. El interior del coche conservaba numerosas huellas de las víctimas, como también su anterior vehículo que aún tenía restos de cabellos y un mapa marcado con decenas de círculos rojos. Cada uno de ellos correspondía al lugar donde había raptado a las chicas.

Una vez en el calabozo, los investigadores mostraron una fotografía de Harvey a cada una de las supervivientes, que lo reconocieron ipso facto. Definitivamente, estaban ante el mismo hombre.

Harvey Carignan, en sus últimos años

Archivo

En febrero de 1975, el tribunal juzgó a Harvey Carignan por el primero de sus delitos: el intento de asesinato y agresión sexual a Gwen Burton. El acusado se declaró inocente y afirmó no ser responsable de sus actos al padecer un trastorno mental a causa de los traumas sexuales sufridos desde la infancia. Por otra parte, ‘Harv, el martillo’ aseguró que durante ese estallido de “locura” oía voces, principalmente las de Dios, quien le encargó la misión de matar a determinadas mujeres.

A lo largo del juicio, se habló mucho de la situación psiquiátrica de Harvey y de Dios, del que incluso el asesino dio su descripción física: “Lleva una capucha y no le puedes ver la cara; en los pies calza una especie de sandalias con correas”.

Harvey Carignan, en prisión

Archivo

De nada le sirvió a Carignan alegar una enfermedad mental para librarse de la cárcel, porque el jurado finalmente lo declaró culpable y lo condenó a cuarenta años de prisión. A esta sentencia se sumaron otras con penas de 150 años por los asesinatos y asaltos a algunas de las víctimas. Sin embargo, según la ley del estado de Minnesota, el reo solo podía cumplir un máximo de cuatro décadas.

Las apelaciones presentadas por este asesino en serie fueron desestimadas por el tribunal y, en 2008, a sus 81 años, Harvey aún permanecía cumpliendo condena en el correccional de Bayport. Desde entonces, no han trascendido más datos sobre él, por lo que podría haber fallecido tiempo atrás. En una de las últimas entrevistas que Harvey concedió antes de ser condenado en firme, el periodista le preguntó si pensaba que le caería la cadena perpetua, a lo que ‘el martillo’ contestó: “No sería lo mejor para mí… pero sí para otras personas”.

Lee también