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Fritz Honka, el superviviente del Holocausto reconvertido en asesino en serie

Las caras del mal

Fritz Honka, el superviviente del Holocausto reconvertido en asesino en serie

LVD

Eran las tres y media de la tarde cuando una llamada a los servicios de emergencia alertó de un importante incendio en el distrito de Altona (Hamburgo). Mientras varios bomberos trataban de apagar el fuego con rapidez, otros buscaban posibles víctimas. Pero un estruendo les hizo retroceder: el techo del ático acababa de desplomarse. Para su sorpresa, se encontraron con cuatro bolsas entre los escombros y, en su interior, los cadáveres descuartizados de cuatro mujeres . Sin quererlo, habían descubierto el escondite de un asesino en serie.

Se trataba de Fritz Honka, un superviviente del Holocausto reconvertido en criminal, que trabajaba como vigilante en una refinería. El bautizado como ‘destripador de San Pauli’ contrataba prostitutas en el barrio rojo de la ciudad para después asesinarlas sádicamente.

Bajo el yugo nazi

Friedrich ‘Fritz’ Paul Honka nació el 31 de julio de 1935 en Leipzig (Alemania) en el seno de una familia numerosa (era el tercero de diez hermanos). Su padre trabajaba como carpintero y su madre como asistenta, pero los sueldos no eran suficientes para mantener a tantos hijos. La cosa fue peor con el estallido de la Segunda Guerra Mundial: el padre, conocido por sus ideas comunistas, fue detenido por los nazis y llevado a un campo de concentración. Lo mismo le pasó al pequeño Fritz que, según relató años después, tanto él como su padre fueron liberados por los rusos.

El regreso a la normalidad tras esta etapa en los campamentos nazis fue demencial. Principalmente para el progenitor, que se refugió en el alcohol. Su adicción y los efectos de su encarcelamiento le provocaron la muerte en 1946.

Los padres de Fritz Honka

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Ante el fallecimiento del padre, la madre se vio incapaz de cuidar de sus diez hijos y Fritz fue enviado a un orfanato. Allí pasó gran parte de su adolescencia sin haber conocido siquiera lo que eran los afectos hasta que comenzó a trabajar. Tenía quince años cuando el joven se inició como albañil, después se marchó a Alemania Occidental como jornalero en diversas granjas. Durante esta etapa mantuvo un romance y tuvo un hijo, pero Fritz se desentendió completamente.

Ya en 1956 regresó a Hamburgo donde trabajó en un astillero, pero un gravísimo accidente de tráfico estuvo a punto de costarle la vida. El impacto le rompió varios dientes, le desfiguró la nariz y le acentuó su estrabismo. Aquellas secuelas físicas le generaron una gran pérdida de autoestima, su personalidad se resintió hasta puntos insospechados y le acrecentó su frustración. Fritz creyó que nadie querría salir con él teniendo ese aspecto. Pero se equivocaba.

Fritz Honka y su mujer Inge

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Honka se enamoró de Inge, se casaron en 1957 y tuvieron un hijo. Pero durante los siguientes diez años, las idas y venidas fueron constantes. Rompían y volvían constantemente, hasta que decidieron divorciarse definitivamente en 1967 tras protagonizar varios episodios violentos delante de los vecinos.

La ruptura llevó a Fritz a trasladarse de las afueras de Hamburgo a la ciudad, concretamente al distrito de Alona, en un apartamento de apenas veinte metros cuadrados, en la Zeißstrasse 74. Allí convivió varios meses con una mujer, que terminó denunciándolo por intento de violación: ella no aceptó una serie de peticiones sexuales y él trató de obligarla. Fritz se excusó diciendo que estaba borracho y el juez lo condenó a una multa de seis mil euros.

Fritz Honka, en una foto de archivo

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A partir de entonces, aquel hombre bajito, tímido, inseguro, que se hundía ante las mofas de las mujeres por su aspecto, comenzó a refugiarse en el alcohol para sobrellevar su día a día. Su dipsomanía era tan grave que acudía al trabajo completamente ebrio, lo que motivó su despido inmediato.

Ante aquel panorama, Fritz fue desarrollando un odio acérrimo hacia todas las mujeres. No solo se sentía rechazado cada vez que quería conocer a una, sino que se sentía inútil para mantener cualquier tipo de relación real. Por eso empezó a regentar Reeperbahn, el barrio rojo de Hamburgo. Solo quería disfrutar de la compañía de una mujer aunque fuese pagando.

Las candidatas

El recién llegado vestía con traje oscuro y gorra y acudía a bares como el Zum Goldenen Handschuh, donde buscaba un mismo tipo de mujer. Fritz elegía prostitutas de edad avanzada (pasados los cincuenta) de una estatura menor (él medía 1.68 m) y desdentadas, porque temía que le hiciesen daño durante el sexo oral.

Así fue cómo el ‘destripador de San Pauli’ inició su carrera homicida en diciembre de 1970. La primera víctima, Gertraud Bräuer, de 43 años, acudió a su apartamento para mantener relaciones sexuales. Sin embargo, la meretriz finalmente se negó dada la cogorza de su cliente. Fritz, borracho y encolerizado, no pudo soportar otro rechazo más y la asfixió. Después, desmembró y cortó su cuerpo en pequeños trozos, que fue abandonando por distintos lugares de la ciudad. Pese a que la Policía descubrió los restos de Bräuer jamás dieron con el autor del asesinato, hasta que cinco años después localizaron su torso en el ático de Honka.

Las víctimas de Fritz Honka

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Los siguientes cuatro años, Fritz experimentó un período de enfriamiento. Es decir, El asesino suspendió toda actividad delictiva motivado por su temor a ser detenido. Pero el verano de 1974 todo se precipitó y los crímenes regresaron, más violentos y en un lapso de tiempo menor. El alemán mató a tres mujeres más en apenas cinco meses, todas ellas procedentes del barrio rojo de Hamburgo.

A Anna Beuschel, de 54 años, la conoció en agosto de 1974, en el mismo bar que a Gertraud. Tras apalabrar un precio por tener sexo con él en su apartamento, la mujer lo acompañó sin miedo. La apariencia enclenque de Fritz no la hizo desconfiar. Pero cuando el joven, incapaz de tener una erección y prolongar el coito, le pidió otra práctica sexual distinta, la prostituta se rió. Aquella burla le llenó de rabia y terminó matándola. Tras el crimen, la descuartizó y ocultó los vestigios en un altillo.

Algunas de las pruebas encontradas en el apartamento de Fritz Honka: los zapatos de las víctimas y un serrucho con sangre

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Cuatro meses después, hizo lo mismo con Frieda Roblick, de 57 años, y en enero de 1975, con Ruth Schult, de 52 años. Ante la imposibilidad de deshacerse de sus cuerpos mutilados (tropezó y cayó por las escaleras), el criminal los escondió junto al de Anna. Según el informe forense practicado a las víctimas, en las bolsas se encontraron “piernas cortadas” a la altura del fémur, “ambos senos cercenados”, además de la “punta de la nariz y la lengua también seccionadas”.

En los meses posteriores, Fritz se dedicó a beber cantidades ingentes de alcohol y a disimular el fuerte hedor a descomposición poniendo perfume y piedras aromáticas. Pero el olor era tan nauseabundo que los vecinos comenzaron a quejarse. Sin embargo, las protestas no llegaron a ninguna parte: las autoridades no se personaban para averiguar lo que estaba ocurriendo.

Una tabla con sangre hallada en la casa de Fritz Honka

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Tuvo que producirse un incendio en la segunda planta del edificio para que se descubriese la verdad. Eran las tres y media de la tarde del 17 de julio cuando varias dotaciones de bomberos llegaron rápidamente hasta la que después se conocería como ‘la casa del horror de Hamburgo’.

Durante la extinción del fuego, algunos agentes inspeccionaron cada piso en busca de posibles víctimas, en el preciso momento en que el techo del ático se derrumbó y cayeron cuatro enormes bolsas. Al comprobar su interior descubrieron lo impensable: piernas, brazos y torsos mutilados de varias mujeres. Una vez apagadas las últimas llamas, la Policía registró el apartamento de Fritz y halló: ropa y calzado de mujer, imágenes pornográficas y pósters de modelos desnudas, sendas muñecas, además de numerosas botellas de bebidas alcohólicas.

El apartamento de Fritz Honka

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‘El destripador de San Pauli’

En cuanto Honka subió las escaleras del edificio, lo arrestaron y llevaron a dependencias policiales. Tras sesenta horas sin abrir la boca, finalmente terminó cantando. En su declaración, Fritz se autodenominó Jack El Destripador y espetó un “me las acabo de follar” a modo de pretexto.

Además, dio toda clase de detalles sobre las víctimas: sus nombres, fechas y la razón de cada asesinato. Al cotejar dichos datos, los investigadores se dieron cuenta de que nadie había denunciado la desaparición de aquellas mujeres. Nadie las buscaba. Excepto a la primera, Gertraud Bräuer. Un caso que se resolvió cinco años después porque Honka guardó su tronco en una bolsa en el desván de su casa.

Ficha policial de Fritz Honka

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Durante el juicio, celebrado en el Tribunal Regional de Hamburgo en 1976, los psicólogos forenses que examinaron al acusado determinaron que Fritz “desarrolló su agresividad y se desquitó con mujeres relativamente indefensas” por la “influencia de cantidades considerables de alcohol”. A esto se sumaba su necesidad de tener un papel superior como hombre, viéndose incluso a sí mismo como el “Señor de la vida y la muerte”.

Pese a las pruebas recabadas y a su propia declaración en sede policial, Honka afirmó en el estrado: “No soy culpable”. Su abogado defensor intentó excusar sus actos por tratarse de una persona con problemas psiquiátricos debido a su grave adicción al alcohol.

Imagen de Fritz Honka durante el juicio

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Así, el juez lo sentenció a quince años de prisión por un delito de asesinato y tres de homicidio, todos ellos perpetrados bajo un “estado de culpabilidad reducida”. Aquello significaba que Fritz no iría a un centro penitenciario sino a un psiquiátrico. Una estancia que cumplió con muy buena conducta y sin ningún tipo de altercado. Finalizada su condena, fue puesto en libertad y vivió bajo la identidad de Peter Jensen (el apellido era el de un pariente cercano) en una residencia de ancianos de Scharbeutz.

Su estancia allí no pasó desapercibida en el asilo por sus fuertes delirios: se quejaba del olor a cadáveres en su habitación. Tan solo cinco años después, Honka moría de un ataque al corazón. Era el 23 de octubre de 1998 y tenía 63 años. Jamás había dejado el alcohol ni el tabaco.

Fritz Honka, durante el juicio

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Su truculenta historia fue llevada a la literatura en 2016 gracias a Heinz Strunk y su novela “Der goldene Handschuh” ganando el premio Wilhelm Raabe, uno de los galardones literarios más respetados de Alemania. La manera en la que el autor relata el mundo desolador de Fritz Honka, sumido en el consumo excesivo de alcohol, los problemas sexuales y los crímenes violentos, llamó la atención del director de cine Fatih Akin que, en 2019, hizo una adaptación cinematográfica del libro no apta para estómagos impresionables.