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‘La bestia de la Bastilla’, el violador en serie que aterrorizó París: “Si salgo, lo volveré a hacer”

Las caras del mal

Guy Georges mató y violó a siete mujeres y atacó a otras catorce

‘La bestia de la Bastilla’, el violador en serie que aterrorizó París: “Si salgo, lo volveré a hacer”

AP

Como otro día cualquiera, Pascale salió de clase en La Sorbona y puso rumbo a su apartamento ubicado en el distrito 14 de París. Unos metros antes de llegar, entabló conversación con un joven al que había conocido recientemente. El encuentro parecía casual, sin embargo, el individuo lo tenía todo planificado para atacar a la universitaria. Tras convencerla para tomar algo en la casa, una vez dentro, la amenazó con un cuchillo. Fue entonces cuando inició su particular ritual de tortura, el de ‘La bestia de la Bastilla’.

Amordazada y atada a la cama, la violó salvajemente durante horas, la torturó y acuchilló, para después, terminar asesinándola. Pascale fue la primera de las seis víctimas que mató este asesino en serie del este de París, además de asaltar a otras catorce. Durante los siguientes siete años, Guy Georges puso en jaque a la Policía y aterrorizó a la sociedad parisina. Parecía que nadie podía dar caza a la ‘Bestia’.

Abandonado

Guy Rampillon, su verdadero nombre, nació el 15 de octubre de 1962 en Angers (Francia), de padre estadounidense y madre francesa. De su infancia se sabe muy poco, tan solo que su progenitor, George Cartwright, fue un soldado que trabajó como cocinero en las bases de la OTAN, y que Guy fue abandonado por sus padres siendo niño pasando a ser tutelado por los servicios sociales franceses. Le cambiaron el apellido por Georges, en honor a su padre, y con seis años fue adoptado por los Morins.

Pero en su nuevo hogar, con otros once niños más, Guy sintió que no recibía la suficiente atención, estabilidad y amor que necesitaba, y empezó a desarrollar una personalidad violenta y agresiva. Su primer acto violento: el intento de estrangulamiento a una de sus hermanas adoptivas, Roselyne. Tras el ataque fue puesto a disposición de las autoridades pero, a su regreso, atacó a otra de sus hermanas, Christiane, y a otra niña,

Guy Georges, en una fotografía junto a su familia adoptiva

LVD

En manos de nuevo de las autoridades, su familia adoptiva optó por rechazarlo: no podían controlar sus impulsos violentos en la casa. Esto hizo que Georges entrase en depresión y que recurriese al alcohol como su única tabla de salvación. Desde ese momento, hablamos del año 1980 y hasta 1991, cometió vario asaltos sexuales a mujeres por los que fue detenido y liberado poco después. Hasta que perpetró su primer asesinato.

Era el 26 de enero de 1991 y tras entablar cierta amistad con su víctima, Pascale Escarfail, una estudiante de La Sorbona de París, logró atacarla en su apartamento. Una vez en el interior, Georges la amenazó con una navaja de la marca Opinel, la amordazó con esparadrapo y la ató a la cama, desgarró su ropa en forma de Z, e hizo un corte al sujetador entre las dos copas. Ya desnuda, la golpeó, acuchilló y violó salvajemente para, poco después, terminar estrangulándola y realizándola un corte en el cuello. Cuando la Policía llegó a la escena del crimen no encontró ni rastros de esperma ni de sangre procedentes del responsable.

Ficha policial de Guy Georges de 1981

AP

Tres meses después, Georges volvió a atacar, esta vez a Elenore, aunque consiguió escapar con vida. No así, Catherine Rocher, de 27 años, quien el 7 de enero de 1994, fue violada y asesinada en un estacionamiento subterráneo del distrito 12. Fue “un escena de horror, llena de salvajismo, violencia e implacabilidad”, relató durante el juicio Christian Pellegrin, investigador jefe de la brigada criminal.

Seis días más tarde, una presentadora de radio, sufrió un brutal ataque en el patio de su casa, aunque pudo escapar. Elsa Benady, de 22 años, no corrió la misma suerte. El 8 de noviembre, Georges la atacó, violó y mató en el parking de su edificio. También residía en el distrito 13 de la ciudad de la luz.

Pascale Escarfail y Agnès Nijkamp, víctimas de Guy Georges

AP

Hasta ese momento, las autoridades buscaban a tres asesinos distintos porque todavía no habían dado con vínculo alguno. De hecho, la Gendarmería dispuso de tres unidades de investigadores para cada asesinato. Estaban dando palos de ciego, cuando un nuevo crimen lo cambió todo. Fue el de Agnès Nijkam, una arquitecta holandesa de 33 años, asesinada en su propia casa el 10 de diciembre en el distrito 11. A partir de aquí, los medios de comunicación empezaron a hablar del llamado ‘Asesino en el este de París’, y los investigadores a elaborar un perfil del delincuente.

Una vez más, hallaron a la víctima amordazada y atada, con la ropa rasgada en forma de Z, con un corte en la garganta, además de violada y golpeada. Aquellos datos eran similares al asesinato de Pascale Escarfail, pero esta vez, encontraron evidencias de ADN. Georges dejó su esperma sobre la víctima, además de una huella dactilar. El caso fue bautizado policialmente como ‘SK1’, ‘Asesino en serie 1’.

Cathy Rocher, Elsa Benady y Estelle Magd, víctimas de Guy Georges

AP

Pese a contar con estas evidencias genéticas, principalmente la de la huella digital, la Policía no consiguió identificar al asesino. Cabe recordar que, a principios de los años noventa, aún no existían archivos de huellas con los que cotejar en Francia, una tecnología que llegaría años después.

Mientras tanto, Georges siguió campando a sus anchas con más asaltos. En junio de 1995, por ejemplo, atacó a Elisabeth O. a la que intentó matar, pero ella huyó por la ventana y pidió ayuda en un bar del distrito de Marais. Los investigadores hallaron restos de saliva en una colilla de cigarrillo que dejó el atacante. Al mes, sí pudo matar a Hélène Frinking, de 27 años, con el mismo ritual sádico que con las anteriores víctimas. Al igual que ocurrió con el crimen de Agnès también dejó

Hèléne Frinking y Magali Sirotti, víctimas de Guy Georges

AP

A finales de agosto, el criminal asaltó a Mélanie Bakou en su apartamento del distrito 3 de París. Gracias a los gritos de la joven, su novio, que en ese instante entraba por la puerta, impidió el asesinato y lo persiguió mientras Georges trataba de escapar. Durante la huida, el homicida perdió la cartera con toda su documentación y, poco después, fue detenido. Sin embargo, la Gendarmería no relacionó estos dos últimos asaltos con los asesinatos y, tras su detención, fue condenado a treinta meses de prisión. Una vez en la calle, el 5 de junio de 1997, continuó matando.

El criminal asesinó a Magali Sirotti, una estudiante de 19 años, en su casa y siguiendo los mismos pasos que en los anteriores homicidios. Cuando los agentes analizaron la escena no dudaron: se trataba de la ‘Bestia de la Bastilla’.

‘SK 1’ y el ADN

Con la muerte de la séptima y última víctima, Estelle Magd, y gracias a un llamamiento en los medios de comunicación, los investigadores distribuyeron un retrato robot del presunto asesino. Con los datos que tenían (huellas y ADN) buscaban testigos que pudiesen identificarlo. Y los encontraron, aunque eso también supuso acrecentar la psicosis colectiva.

Gracias a la insistencia del juez de instrucción Gilbert Thiel se realizaron pruebas genéticas para comparar los rastros de ADN del ‘SK 1’ con los correspondientes a los archivos, tanto públicos como privados, de todos los laboratorios del país. Así fue cómo el 24 de marzo de 1998, Olivier Pascal, jefe del laboratorio de Nantes, identificó a ‘SK 1’ como Guy Georges.

Ficha policial de Guy Georges de 1991

Getty

Dos días después, la Gendarmería detuvo al serial killer en Place Blanche, en el distrito 18 de París. “Si salgo, lo volveré a hacer”, advirtió a los agentes. Y, aunque al principio reconoció todos los asesinatos, tanto los de los apartamentos como los de los estacionamientos, finalmente, se retractó de estos últimos. Es decir, de los de Catherine Rocher y Elsa Bédany.

El juicio, celebrado el 19 de marzo de 2001, contó con 50 testigos: cuatro de las supervivientes de los ataques y violaciones de Guy Georges, además de los investigadores del caso, psicólogos y peritos forenses e, incluso, de Jeanne Morris, la madre adoptiva del acusado, quien describió a su hijo como “un niño sensacional”. Pero su opinión distaba mucho de la de los expertos que lo evaluaron en la cárcel.

Guy Georges durante el juicio en 2001

Getty

Según los informes psiquiátricos, se encontraban ante un “psicópata narcisista” cuyo impulso de matar no tenía cura, era algo natural, y lo llegaron a comparar con el que tiene un gato cuando quiere atrapar a un pájaro. Por otro lado, la fiscal Evelyne Lesieur hizo un perfil del agresor ante la Corte: “Es una personalidad diabólica... la encarnación del mal”.

Desde el inicio de la vista, Georges mantuvo su inocencia y negó los delitos que se le imputaban, pero una semana después y tras escuchar los testimonios de los expertos, la presión pudo con él y se derrumbó. La ‘Bestia’, entre lágrimas, admitió los cuatro asesinatos que se le atribuían, además de los de Hélène Frinking, Magalie Sirotti y Estelle Magd. Fue su propio abogado quien le instó a reconocer los hechos: “Por todas las familias aquí presentes, si es usted el culpable, le ruego que salga de ese silencio”. Ante la negativa de Georges, insistió: “Por su familia, por su madre, por su padre, allí donde se encuentre, tiene que poder hablar. ¿Agredió usted a Elisabeth Ortega?”. Y entonces se escuchó un casi inaudible “sí”. Fue el primero de los muchos que soltó corroborando los asesinatos.

Guy Georges en imágenes de un documental de televisión

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Antes de que el tribunal emitiese el veredicto, Georges se mostró arrepentido y pidió perdón a los familiares de las víctimas. “Tengo casi 40 años y nunca saldré”, dijo tratando de evitar que le impusieran la cadena perpetua. Tanto es así, que él mismo se fijó una condena de veintidós años de prisión porque, a su juicio, no la cumpliría. Es decir, tenía pensado suicidarse antes.

El 5 de abril, Guy Georges fue sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de pedir la libertad condicional en 22 años por los asesinatos de siete mujeres entre 1991 y 1997. De hecho, en este 2020, la ‘Bestia de la Bastilla’ ya tendría derecho a iniciar dicho procedimiento legal, aunque, por el momento, no lo ha pedido. Por otro lado y, a raíz de este caso, el gobierno francés creó en el 2000 un fichero con huellas genéticas de delincuentes sexuales por violación, abuso o pedofilia, y también se añadieron aquellos crímenes de esa especie. Estos datos los guardará la policía judicial durante 40 años.