‘El asesino del martillo’, un policía convertido en asesino en serie tras ganar la lotería
Las caras del mal
Norbert Poehlke comenzó a matar para robar bancos y pagar sus deudas
Un ingeniero de ventas acude a visitar varias empresas para su área de negocio. Son las diez de la mañana y Siegfried decide tomarse un descanso y parar en un estacionamiento forestal. Aparca y sale de su BMW color blanco cuando, de repente, un desconocido le asalta a punta de pistola. Sin mediar palabra, le dispara en el rostro y el hombre cae desplomado sobre el asfalto. El criminal huye con el vehículo de su víctima. Quería robar un banco. Su identidad: el denominado ‘asesino del martillo’.
Nadie podía imaginar que tras aquel primer asesinato a sangre fría se encontraba el sargento de la policía Norbert Poehlke, un reputado agente al que le acababa de tocar la lotería. Tras gastarse todo el dinero, inició una serie de crímenes que sembraron el pánico en la localidad alemana de Stuttgart. Se había convertido en un asesino en serie .
Hasta el cuello de deudas
Cuando Norbert Poehlke se metió a policía para servir y proteger al ciudadano, no podía imaginarse que terminaría siendo un delincuente peligroso en busca y captura. Nacido en Stuttgart el 15 de Septiembre de 1951, este sargento perteneciente a la unidad canina de Stuttgart-Mühlhausen, era un miembro reputado de su cuerpo y de su comunidad. Casado con Ingeborg y con dos hijos, Adrian y Gabriel, llevaba una vida aparentemente normal. Su mayor pretensión era tener una casita en las afueras y por eso decidió comprar un boleto de lotería y probar suerte.
Era principios de los años ochenta cuando a Norbert le tocaron 30.000 marcos alemanes (unos 15.300 euros) en la lotería. Este dinero, que parecía caído del cielo, le ayudaría a construir su deseada casa en el campo, a la que tanto ansiaba trasladarse con toda su familia.
Lo que comenzó siendo un proyecto pequeño y sencillo terminó en algo más ambicioso, hasta el punto de gastarse toda la fortuna en una especie de mansión. Pero no solo se gastó el dinero del premio, también el de los numerosos préstamos que fue pidiendo a los bancos. Todas las entidades bancarias confiaban en su solvencia económica. Al fin y al cabo, su boleto salió premiado.
Sin embargo, las cuentas no cuadraban y las deudas comenzaron a ahogar al policía: en un año acumuló un total de 300.000 marcos en deudas (en torno a 153.000 euros). Su sueldo no era suficiente para tapar ese gran agujero económico y necesitaba un plan para conseguir dinero rápido.
Un disparo, un martillo y un atraco
Atracar bancos. Esa fue su gran idea. Pero, ¿cómo? Conocía la zona, la vigilancia, tenía un arma (la reglamentaria) y solo necesitaba un vehículo que no fuese el suyo para escapar. Aquí tomó su segunda decisión: robar coches a desconocidos para utilizarlos en los atracos. Así fue como Norbert emprendió su nuevo proyecto: amortiguar su economía.
El jueves 3 de mayo de 1984 fue la fecha elegida para el primer asalto. Merodeó por el área de Ludwigsburg en busca de un vehículo de gama alta. Allí se topó con Siegfried, de 47 años, un ingeniero de ventas que se encontraba visitando a diversos clientes en la región y que paró en la planta de tratamiento de aguas residuales del grupo Häldenmühle cerca de Marbach am Neckar.
A las diez de la mañana, cuando el hombre salió de su BMW blanco para estirar las piernas, Norbert le sorprendió encañonándolo con su arma. Sin hablar, el policía disparó en la cara de Siegfried. Fue un tiro certero. Murió en el acto. Tras la detonación, la víctima cayó al suelo y su asesino rompió con un martillo la ventana del coche y se marchó. Su intención era robar un banco de Volksbank en Erbstetten.
Sobre las 12:25 de la mañana, Norbert arribó a la sucursal y, con un mazo, partió la ventanilla de seguridad del mostrador. El empleado, aunque accedió a darle 5.000 marcos (2.500 euros), logró accionar la alarma silenciosa. Cuando las autoridades llegaron, el ladrón ya había huido apresuradamente.
Entre las pistas que lograron recabar los investigadores destacaban dos. Por un lado, la descripción física que dio el trabajador del banco sobre el delincuente. Este habló de un hombre entre 35 y 40 años, de cabello rubio oscuro y liso, de figura esbelta y alto, vestido con traje azul. Además, aportaron datos de la matrícula del BMW, pero Norbert las había cambiado por unas falsas.
Y, por otro lado, los rastros de sangre recogidos por el departamento de criminalística. El policía se lastimó la mano al romper el cristal. Ahora tenían su ADN. En cuanto a la víctima, horas después encontraron su cuerpo con un tiro en el rostro. También su coche con un martillazo en la ventanilla del conductor. Un golpe similar al hallado en la sucursal. De ahí el apodo que la prensa le puso tiempo después, ‘El asesino del martillo’.
Los casquillos
A partir de aquí, la Policía constituyó una comisión especial de veinte miembros para investigar el caso y lanzó un mensaje a la población: tomar precauciones, porque era probable que el autor de los hechos “utilice armas de fuego de forma despiadada”.
Pasaron varios meses hasta que Norbert volvió a actuar. El agente continuaba haciendo su vida, yendo a trabajar, disfrutando de su familia y elucubrando otro plan para obtener más dinero. Los dos mil quinientos euros no eran suficientes. Así llegó el mes de diciembre y, el día 21, el asesino decidió robar otro banco, no sin antes matar a otra víctima inocente.
El británico Eugene Wethey fue asesinado de un disparo en la cara. Se encontraba descansando en el aparcamiento de Rohrtäle, cerca de Großbottwar. Iba camino de Suiza para pasar la Navidad con sus padres, cuando un desconocido le asaltó y acabó con su vida ipso facto . Solo quería robarle su Volkswagen Gold de color verde y ejecutar un nuevo atraco.
Sin embargo, antes de huir, Norbert cambió su modus operandi: movió el cadáver de sitio; arrastró el cuerpo inerte de Eugene unos diez metros, cerca de un bosque; y lo cubrió con hojas. No quería que lo encontrasen tan pronto. Dejó pasar varios días hasta ir a Cleebronn en Baden-Württemberg. Allí se llevó 79.000 marcos (40.300 euros).
Dos días después del robo en dicha entidad, un deportista encontró el cuerpo sin vida de Eugene. En la escena del crimen localizaron un casquillo de bala similar al del asesinato de Siegfried. Cada proyectil es como una huella, deja una marca y ranura concretas y el departamento de balística lo sabía. Entonces comenzó la labor de identificación del arma homicida.
Las similitudes entre ambos casos eran más que evidentes y la investigación parecía que iba avanzando. Asimismo, los empleados de este segundo banco aportaron nuevos datos sobre el asesino y atracador:
El dispositivo que llevó a cabo la Policía alemana en aquella época no tenía precedentes. Más de mil personas fueron interrogadas por su posible implicación. Sin embargo, ningún sospechoso terminaba de encajar con el perfil ni la descripción que habían facilitado los testigos.
Si bien, los investigadores tenían claro varios aspectos: que el atracador mataba para adquirir un coche que le permitiese huir tras los robos; que jamás empleó la violencia contra los empleados de las sucursales bancarias; que utilizaba un martillo para acceder tanto a los vehículos como a los bancos y no para matar; y que el arma empleada en cada crimen siempre era la misma, una Walther P5.
El aviso de bomba
Mientras tanto, llegó un tercer asesinato, el del electricista Wilfried Schneider, de 27 años. El 22 de julio de 1985, Norbert lo mató del mismo modo que a las anteriores víctimas y trató de atracar el Raiffeisenbank de Spiegelberg. Finalmente, se echó para atrás debido a la gran presencia policial en la zona.
Con este último crimen, la Policía encontró un nuevo casquillo similar al de los homicidios de Siegfried y Eugene. Se analizaron más de 12.000 armas para dar con el modelo correcto. La presión mediática empezó a hacerse notar cuando corrieron rumores sobre la posibilidad de que el asesino en serie fuese un policía. Incluso se detuvo erróneamente a un agente italiano al que dejaron en libertad poco después.
Gracias a que el 27 de septiembre Norbert perpetró un nuevo atraco sustrayendo 11.000 marcos (5.600 euros), los testigos pudieron describirle más minuciosamente. Esto facilitó a los investigadores el primer retrato robot: una imagen de gran parecido a la del agente Norbert Poehlke.
Entre los movimientos que realizaron los investigadores para cazar al asesino: iniciar un seguimiento a varios policías, entre los que estaba el único responsable. Tanto es así que, gracias a un aviso de bomba en la estación de trenes de Ludwigsburg, la Policía rastreó todo el edificio, incluidas las taquillas, y se toparon con el uniforme de un sargento. Era el de Norbert. Cuando le preguntaron por qué lo dejó allí, él respondió que había acudido al entierro de un familiar.
La coartada parecía fiable, era uno de los suyos, así que los agentes lo dejaron marchar. Pero, cuando poco después comprobaron los datos, se percataron de que Norbert les había mentido. A esto se sumó que el sargento causó baja del servicio por enfermedad y que las balas encontradas en las escenas de los asesinatos correspondían con su arma reglamentaria. Por fin habían encontrado al ‘asesino del martillo’.
Cuando acudieron a su domicilio para interrogarlo y pedir explicaciones, hallaron una escena de lo más dantesca. Su mujer Ingeborg estaba muerta en el salón de la casa con dos disparos en la cabeza; y uno de sus hijos, Adrian, yacía asesinado por arma de fuego en su habitación.
El 23 de octubre de 1985, el cadáver de Norbert de 34 años y el de su hijo Gabriel, aparecieron en el interior de su coche cerca de la localidad italiana de Canno Torre. El policía disparó primero a su vástago para, después, suicidarse.
El caso del ‘asesino del martillo’ dejó una huella imborrable en la sociedad alemana. Tanto es así que, a día de hoy, lo recuerda conmocionada.