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Brenda Spencer, la adolescente que mató por su odio a los lunes: “Lo hice para animarme el día”

Las caras del mal

Utilizó un rifle semiautomático para disparar contra profesores y alumnos de su antiguo colegio

Durante la masacre, asesinó a dos personas e hirió gravemente a otras ocho

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Brenda Spencer, la adolescente que mató por su odio a los lunes: “Lo hice para animarme el día”

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“Vi a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, así que eran blancos fáciles para mí”. Así avistó Brenda Spencer a sus víctimas mientras, apostada en la ventana de su casa, esperaba el momento adecuado para disparar su rifle semiautomático. Treinta y seis balas después, la adolescente de tan solo dieciséis años asesinó a dos personas e hirió de gravedad a otras ocho: eran alumnos y profesores de su antiguo colegio.

Fueron seis horas angustiosas en las que los investigadores trataron de persuadirla para que saliese de su trinchera. Solo lo consiguieron ofreciéndole una hamburguesa del Burger King. Tras rendirse, varios periodistas le preguntaron por el motivo del tiroteo. La joven, sonriendo, respondió: “No me gustan los lunes”.

Acomplejada y antisocial

Nacida en San Diego (California, Estados Unidos) el 3 de abril de 1962, Brenda Ann Spencer procedía de una familia modesta y aparentemente modélica en la que los problemas matrimoniales de sus padres derivaron en un tortuoso divorcio. Pese a ser alcohólico, la joven terminó viviendo con su padre Wallace. Aquella situación derivó en un comportamiento antisocial repleto de inseguridades y complejos.

Brenda odiaba su físico. Era pelirroja, de piel muy blanca, repleta de pecas y con unas grandes gafas para la miopía. Una mezcla que siempre detestó y que le llevó a contravenir las normas continuamente. Primeramente, en la escuela. Su absentismo era la tónica habitual.

Brenda Spencer junto a su padre cuando era una niña

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Varios de sus maestros la describían como una muchacha introvertida y con problemas de aprendizaje. Parece ser que esto se debía a un accidente de bicicleta que tuvo durante su infancia y que le causó un importante daño cerebral. Le diagnosticaron dicha condición una vez que Brenda ingresó en prisión tras ser acusada de dos asesinatos en primer grado.

Y aunque también la veían como una chica inofensiva con grandes dotes para la fotografía, lo cierto es que desde muy jovencita ya fantaseaba con matar. Llegó a decirle a un amigo que quería asesinar a alguien, pero, sobre todo, convertirse en un francotirador para cazar los pájaros de su barrio. A esto habría que sumarle su historial de pequeños robos y abuso de drogas. Todo aquello que tenía que ver con la autoridad, lo rechazaba.

Brenda Spencer, una vez detenida

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De hecho, fue arrestada durante el verano de 1978 por disparar desde las ventanas de la Cleveland Elementary School –el que sería el lugar de la masacre meses después- a los pájaros que sobrevolaban la zona. Lo hizo con la pistola de aire comprimido que su padre tenía en casa. Su afición por los disparos comenzaba a ser un problema. El grado de violencia y agresividad habían aumentado considerablemente y decidieron internarla en un centro para enfermos mentales. Pero Wallace se opuso. Según él, no le ocurría nada a la joven. Y así fue como terminó comprándole el arma con la que su hija perpetró la matanza.

Brenda le pidió por Navidad un rifle Ruger semiautomático calibre 22 milímetros y con mira telescópica. Incluía 500 balas de munición. “Me sentí como que quería que me matase”, aseguró Brenda años después sobre su padre. Solo faltaba el detonante: elegir un lunes cualquiera.

Su odio a los lunes

Aquel odio homicida al primer día de la semana lo materializó en la mañana del 29 de enero de 1979. Brenda, que compartía cama con su padre, se despertó aburrida, puso algo de música y comenzó a dar vueltas por el cuarto. En un momento determinado, se asomó a la ventana y vio “a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, así que eran blancos fáciles para mí”. Eran alumnos de la Cleveland Elementary School que esperaban a que el director les dejase entrar al edificio.

En ese instante, la adolescente cogió su rifle semiautomático y, sin mediar palabra, comenzó a dispararles desde la ventana de su salón. En las últimas semanas había perfeccionado su puntería y los primeros proyectiles dieron en el blanco.

Los alumnos huyen de los disparos de Brenda Spencer

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Aquellas detonaciones iniciales pillaron por sorpresa a Burton Wragg, director del colegio, que falleció al proteger a uno de los alumnos de las balas. Chris Stanley, de 9 años, acababa de salvarse de una muerte segura. Después cayó el vigilante del centro, que corrió para poner a salvo al resto de alumnos que se encontraban en la puerta. Mike Suchar falleció víctima de los disparos.

Los gritos se confundían con cada balazo, también con las carcajadas de Brenda, que seguía descargando su rifle. Disfrutaba hiriendo a los menores que trataban de escapar. Un total de ocho terminaron gravemente heridos por los impactos. El número no aumentó gracias a la rápida reacción de un policía que llegó al lugar de los hechos y colocó un camión de la basura en la puerta principal del colegio para bloquearla. Aquello impidió que la adolescente continuase disparando. Sin embargo, hasta ese instante ya había disparado 36 proyectiles.

Los SWAT rodean la casa de Brenda Spencer durante la masacre

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Durante las siguientes seis horas, el perímetro fue acordonado por la Policía y un equipo de élite -los SWAT- desalojó el recinto y los alrededores, y rodeó la casa de Brenda. Además, un grupo de negociadores comenzó a dialogar con la homicida. Sabían que podía estar armada hasta los dientes y necesitaban que se rindiese antes de que continuase disparando al azar.

Poco a poco, la fueron persuadiendo para que claudicase. Lo lograron ofreciéndole algo de comer: una hamburguesa del Burger King. Esa fue la promesa que le hicieron. Cuando entraron en el domicilio para arrestarla, se encontraron con una adolescente agotada, hambrienta y con varios centenares de cartuchos de munición en su poder.

Una lesión en el cerebro

Al salir esposada entre varios agentes, decenas de periodistas que cubrían la masacre preguntaron a la autora por el motivo que le llevó a perpetrar la masacre. La joven se encogió de hombros y soltó una afirmación que dejó helados a los presentes: “No me gustan los lunes. ¡Son tan aburridos! Solo lo hice para animarme el día”.

Y continuó: “No tengo ninguna razón más, solo fue por divertirme. Me gustan el rojo y el azul de las chaquetas de los alumnos. Vi a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, así que eran blancos fáciles para mí. Fue muy divertido ver a los niños fusilados”.

Momento de la detención de Brenda Spencer

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Durante el juicio celebrado en San Diego en 1980, Brenda fue acusada de dos cargos de asesinato en primer grado y asalto con arma mortal y juzgada como una adulta, pese a ser menor de edad. Durante la vista, la joven aseguró haber consumido drogas y alcohol antes de la masacre y señaló a la fiscalía como responsable de una conspiración para falsificar pruebas en su contra.

Richard Sachs, fiscal del distrito adjunto del condado de San Diego, describió a Brenda como una joven con una “incapacidad para lidiar con el estrés y una inclinación desmesurada a actuar con ira”. Por su parte, los psiquiatras le diagnosticaron una lesión del lóbulo temporal del cerebro como motivo del origen de su agresividad. Un deterioro causado, presumiblemente, por el accidente de bicicleta en su infancia.

No me gustan los lunes. ¡Son tan aburridos! Solo lo hice para animarme el día”

Brenda Spencer

Entre las declaraciones que se escucharon en la audiencia, destacó el testimonio de un antiguo amigo de Brenda que aseguró que esta planeó la matanza para salir en televisión . O la de algunos supervivientes que recordaron ver a la joven mirándolos fijamente desde la ventaba y disfrutando mientras las balas alcanzaban a algunos de ellos.

Cam Miller, una de las víctimas, explicó al tribunal que veía a Brenda como una persona aterradora, “como el diablo, con la mirada en blanco”. Una opinión que contrastaba radicalmente con la de su madre. “Ella no es un monstruo”, llegó a decir.

Brenda Spencer en una entrevista en TV

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Tras finalizar el juicio, la adolescente admitió los cargos y el juez la declaró culpable de dos asesinatos y asalto con arma mortal. La condenaron a cadena perpetua revisable. Es decir, Brenda debería cumplir al menos 25 años en una institución penitenciaria para mujeres al cumplir los dieciocho. La enviaron a Corona (California) donde, durante los últimos casi cuarenta años, se ha dedicado a reparar equipos electrónicos y a poner demandas a su padre por abusos sexuales a su padre. Unas acusaciones que jamás se probaron y que se desestimaron por no haber informado del tema años antes. Brenda le denunció en 2001.

Poco después de la masacre, el grupo The Boomtown Rats compuso una canción titulada ‘I don’t like Mondays’ (No me gustan los lunes), que se convirtió en todo un fenómeno en el Reino Unido y que, años más tarde, fue versionada por artistas como Bon Jovi. Durante algún tiempo, las emisoras de radio de San Diego se negaron a promocionarla, algo que su compositor Bob Geldof intentó explicar: “Era el acto sin sentido perfecto y esa era la razón sin sentido perfecta para hacerlo. Así que pude escribir la canción sin sentido perfecta para ilustrarlo”.

La masacre hecha canción

Y lo justificó asegurando que la canción “no fue un intento de explotar la tragedia. Estaba haciendo una entrevista de radio en Atlanta y había un teletipo. Lo leí en cuanto salió. Que no le gustaran los lunes era un motivo un poco extraño para hacer algo así”. Una de las frases más famosas de este tema, dice así: “Un chip de silicio dentro de su cabeza se sobrecargó”.

Aparte de Bon Jovi y Tori Amos, la canción también apareció en series de televisión de renombre como Dr. House. Más concretamente, en el capítulo quince de la tercera temporada. También se ilustró en viñetas cómicas, como la del gato Garfield.

Brenda Spencer, en la actualidad (2019)

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A sus 53 años, Brenda continúa recluida en la cárcel de Corona, a la espera de poder conseguir la libertad condicional. Una libertad que siempre le ha sido denegada pese a sus numerosas peticiones. El juez todavía considera a esta asesina un peligro para la sociedad. Tampoco ayuda su falta de remordimiento y de empatía con las víctimas.

De nada le sirvió llorar en sala y mostrar una aparente “inestabilidad emocional”. Convertirse en el ejemplo de otros adolescentes que cometen asesinatos en masa le había tocado psicológicamente. “Con cada tiroteo en la escuela, me siento en parte responsable”, llegó a reconocer en una de las vistas para acceder a la libertad condicional. Tenía opciones de conseguirla este 2019, pero, por el momento, los tribunales siguen impugnándosela.