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El asesino ‘BTK’: de líder Boy Scout a peligroso depredador sexual

Las caras del mal

Dennis L. Rader fue un asesino en serie que acechaba y asaltaba a sus víctimas en sus casas

La familia jamás sospechó de sus ‘proyectos’: “atar, torturar y matar”

Dennis L. Rader, el asesino BTK

Getty

“Me cuesta controlarme. Cuando este monstruo entra en mi cerebro, no sé. Quizá ustedes puedan pararle. Yo no puedo. Él ya ha escogido a su próxima víctima”. Dennis L. Rader, más conocido como el asesino en serie BTK, escribió estas palabras a la cadena local Channel 10 para adquirir notoriedad tras los crímenes perpetrados. Sin embargo, el único modo de planificarlos y ejecutarlos era llevando una doble vida.

Este depredador sexual se valió de su matrimonio, su hija, su educación universitaria y su posición como voluntario en los Boy Scouts y en la iglesia luterana para ganarse el favor de sus víctimas. Mató a diez personas y las autoridades tardaron más de treinta años en cazarle.

Fotografías de Dennis L. Rader en su juventud

LVD

Una vez detenido, el homicida presumió delante de la policía de que sus acciones estaban basadas en dos ídolos de la gran pantalla: John Wayne y James Bond. Esta obsesión iba desde vestirse con una indumentaria similar hasta la manera que tenía de empuñar una pistola para disparar.

La apariencia de este sexagenario jamás hizo sospechar ni a su familia ni a los que le conocían de que era el peligroso BTK que aterrorizaba al condado de Kansas. Una prueba de ADN realizada a su hija fue concluyente a la hora de capturarle.

Gestando aflicciones

El jefe de grupo de los Boy Scouts nació el 9 de marzo de 1945 en Pittsburg (Kansas, Estados Unidos), un lugar aparentemente tranquilo donde Dennis ya desde muy joven fantaseaba con vejaciones, torturas, sadismo y muerte. Aquel retraimiento que le caracterizaba le hacía ser un chico introvertido, callado y con muchos complejos. Seguramente tuvieron mucho que ver los problemas que padeció en la escuela de Wichita debido a una discapacidad en el aprendizaje. Esto motivó que fuese un alumno bastante mediocre, lento y muy inseguro. La tortura de animales se convirtió en su vía de escape.

Utilizaba a perros, gatos y ratones como conejillos de indias a los que desmembraba y mataba impunemente. Ellos fueron las primeras víctimas de sus frustraciones.

Foto de archivo de Dennis L. Rader

YouTube

Además, estos primeros desengaños le llevaron a ingresar en el ejército estadounidense, en el que llegó a trabajar como técnico de aviación. Parecía que su vida comenzaba a ser normal. Pero después de trasladarse de nuevo a Wichita y casarse en mayo de 1971 con Paula Dietz -una germano-estadounidense-, la mala suerte regresó.

Saltó de empleo en empleo. Trabajó como ensamblador en una compañía, empleado en un supermercado, agente de seguridad privada y hasta obtuvo el título de grado como funcionario de justicia. Sin embargo, su locura criminal comenzó tras ser despedido del supermercado a finales de 1973. Toda aquella desilusión encontró una salida, la búsqueda incansable de víctimas con las que “desahogarse”.

Los Otero, su primer ‘proyecto’

Con tanto tiempo libre, Dennis se dedicó a vagar con su coche por las calles vigilando y seleccionando cuidadosamente a sus víctimas. Se lo tomaba con calma, no dejaba nada al azar. No era un hombre imprudente, quería que todo saliese bien. Las observaba y las seguía durante horas, apuntaba sus rutinas e incluso se acercaba a sus buzones para conocer sus nombres.

“Cuanto más sabía de una persona, más confortable me encontraba con ella”, explicó durante el juicio. Así fue como inició lo que él denominaría sus “proyectos”, es decir, aniquilar a sus “elegidos”.

Ficha policial de Dennis L. Rader en la cárcel de Sedgwick

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Sentía una especial predilección por mujeres de origen hispano y su primer crimen fue el que marcó su carrera. Para perpetrarlo, utilizó una bolsa de deporte con cuerdas, bolsas y esposas y compró ropa especial que después tiró a la basura.

A las 7.30 horas de la mañana del 15 de enero de 1974 dio comienzo la masacre. Después de cortar el teléfono, entró en el domicilio de sus víctimas colándose por la puerta trasera. Sus objetivos eran la familia Otero: Julie (madre), Joseph (padre), Josephine (hija de once años) y Joseph Jr. (hijo de nueve años). Con una pistola en la mano, dijo ser un fugitivo que buscaba refugio, comida y un coche para huir. Nada más lejos de la realidad.

Las diez víctimas de Dennis L. Rader, el asesino BTK

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Inmediatamente, los ató de pies y manos. Los suplicios a que los sometió empezaron siendo psicológicos. Rader simuló violar a los niños delante de la pareja para después asfixiar al padre con una bolsa de plástico atada con cuerdas alrededor de la cabeza. Después llegó el turno de la madre, Julie, con quien se masturbó ante la aterradora mirada de los pequeños. Al terminar, la estranguló.

Siguió con la pequeña Josephine hasta que se dio cuenta de que los progenitores todavía estaban vivos y volvió a estrangularlos. Como la niña tampoco moría, decidió subirla a la segunda planta y ahorcarla. Lo mismo hizo con el más pequeño de la familia. Tenía que cerciorarse de que todos estuviesen muertos.

Me entró pánico. Yo nunca había estrangulado a nadie antes”

Dennis L. Rader

Cuando encontraron los cuerpos sin vida de la familia, recogieron restos de semen en el muslo de la niña. Dennis admitió haber eyaculado sobre ella una vez muerta.

El tercer hijo del matrimonio Otero fue el que encontró la dantesca escena. Pidió auxilio a los vecinos y la policía se personó en el lugar del crimen. El criminal había maniatado los cadáveres de los progenitores con la cuerda de una persiana veneciana y los había acostado sobre la cama. Según las investigaciones posteriores, ninguna de las víctimas había sufrido agresión sexual alguna. De hecho, Rader reconoció durante la vista judicial: “Me entró pánico. Yo nunca había estrangulado a nadie antes, así que en realidad, no sabía cuánta presión había que aplicar ni durante cuánto tiempo”.

BTK: “Bind, torture and kill”

Sin embargo, aquel “pánico” que dijo haber sentido el asesino una vez detenido no se correspondía con la realidad. Tan sólo tres meses después del crimen de la familia Otero, Dennis volvió a matar. En esta ocasión, las víctimas fueron Kathryn Bright y su hermano Kevin, quienes al entrar en casa se toparon con su verdugo.

Era la una de la tarde del 5 de abril de 1974 cuando ambos hermanos entraron en el apartamento y se encontraron con un hombre armado que les amenazaba con matarlos. Dennis agarró con fuerza a Kevin y le obligó a atar a su hermana a una silla. Después se lo llevó a la habitación contigua e intentó estrangularlo con una cuerda.

Un agente muestra en el juicio la máscara que utilizaba Rader para asaltar a sus víctimas

Getty

La víctima se resistía y el asesino tampoco estaba ejerciendo la presión suficiente, así que decidió dispararle dos veces por la espalda. Aun así, Kevin logró escapar de la casa para pedir ayuda y cuando llegaron las autoridades se encontraron a Kathryn con tres cuchilladas en el abdomen. No sobrevivió.

Durante las investigaciones policiales se interrogó a más de mil personas que o tenían datos esclarecedores sobre los crímenes, o podían ser sospechosos. Pero ninguna de las informaciones aportaba nada concluyente. Hasta tres hombres confesaron ser el asesino de la familia Otero y, cuando este hecho se publicó en los medios de comunicación, Dennis L. Rader dio señales de vida.

Las palabras claves para mí serán: 'Átalos, Tortúralos, Mátalos, BTK'”

Dennis L. Rader

No soportaba que le quitasen el mérito de sus actos. Así que llamó al teléfono que el periódico The Wichita Eagle había facilitado a la ciudadanía para aportar nuevos datos. También dijo que daría más información sobre el caso Otero, si lograban encontrar una carta que él mismo había escondido en un libro de ingeniería en la Biblioteca Pública de Wichita. Localizaron el libro y la carta, que tenía escrito en mayúsculas “EL CASO OTERO”. En la misiva, Dennis explicaba que él era el único autor de los crímenes y que descartasen a los otros tres sospechosos.

Su apodo BTK, siglas en inglés de bind, torture and kill, surgió de sus propias palabras: “Puesto que los criminales sexuales no cambian su modus operandi ni pueden hacerlo porque así es su naturaleza, yo no cambiaré el mío. Las palabras claves para mí serán: ‘Átalos, Tortúralos, Mátalos, BTK’; ustedes lo verán de nuevo. Estará en la siguiente víctima”.

Tres años de silencio

Aquella carta le sirvió a la policía para seguir investigando, pero con el paso del tiempo nadie encontraba una buena pista. Tuvo que ser un nuevo asesinato el que hiciera que el fuego se reavivase. La víctima fue una madre de veintiséis años y sus tres hijos pequeños, que en marzo de 1977 fueron asaltados en su propia casa por Rader.

De nuevo, maniató a la madre y la asesinó estrangulándola con una cuerda. Después le puso una bolsa en la cabeza y se masturbó. Esta vez los niños no sufrieron ningún daño. La policía dudó de si el autor de este crimen era el mismo que el de los anteriores, y asó se lo hizo saber a la prensa. Cuando Dennis se enteró, escribió una carta al mismo periódico explicando por qué no había matado a los pequeños.

Rader durante el juicio, el 3 de mayo de 2005

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¿A cuántos tengo que matar antes de ver mi nombre en el periódico”

Dennis L. Rader

“Tuvieron suerte, una llamada telefónica los salvó. Iba a atarlos y a ponerles bolsas de plástico en la cabeza, como hice con Joseph y Shirley, y después iba a colgar a la niña. ¡Oh, Dios mío, qué bonito alivio sexual habría sido...!”, escribió.

Desde aquel día y hasta enero de 1991, BTK mató a otras cuatro mujeres a las que les hizo exactamente lo mismo. Y con cada crimen enviaba un aviso en forma de carta e incluso realizaba una llamada telefónica desde una cabina. A pesar de las “pistas” que iba ofreciendo Rader, nadie daba con su paradero. “¿A cuántos tengo que matar antes de ver mi nombre en el periódico o algo de atención a nivel nacional?”, amenazaba el asesino en uno de sus mensajes. Necesitaba atención mediática, que se hablase de él sin parar y, al no tenerla, le entraba el “gusanillo” -como él decía- y mataba de nuevo.

En busca de fama

Pasaron los años y los crímenes dejaron de sucederse. Ya no había ninguna noticia sobre el famoso asesino BTK, así que éste decidió reaparecer en marzo de 2004 escribiendo una nueva misiva al periódico The Wichita Eagle. En el remite figuraba el nombre de Bill Thomas Killman y dentro del sobre había una carta escrita de su puño y letra, además de fotocopias del carné de conducir de una mujer y tres fotografías del cadáver de ésta.

El carné y las fotografías eran los de su última víctima, Vicki Wegerle, asesinada dieciocho años antes, y en la carta Dennis reivindicaba la autoría del crimen. La policía volvió a ponerse en marcha rescatando la grabación telefónica para analizar de nuevo su voz.

Foto familiar de Dennis L. Rader junto a su hija

IG

Se pidió la ayuda de un experto en perfiles criminales y se empezó a difundir en todos los medios nacionales la historia de este asesino. BTK por fin había cumplido su sueño: hacerse famoso. Gracias a las pistas que Rader les fue enviando, pudieron saber que el archivo de Word que se incluía en un CD pertenecía a un tal Dennis. Además, establecieron una relación entre el asesino y una iglesia luterana. De ese modo dieron con su paradero, pero necesitaban más indicios.

Aunque los análisis de ADN no apuntaban a Dennis, los investigadores decidieron ‘utilizar’ a la hija de BTK -asistía a la universidad y el requisito era precisamente un análisis genético-, para comparar las muestras de sangre. Los resultados revelaron que era hija del asesino. No había duda alguna.

Portada de la detención del asesino BTK en el Sunday Eagle

SE

El 25 de febrero de 2005, Dennis L. Rader fue arrestado e interrogado durante más de treinta horas. Él se sentía eufórico, quería contarles todo lo sucedido. Durante el juicio, su testimonio perturbó a los presentes debido a los minuciosos y macabros detalles que aportó de cada asesinato. Se mostró orgulloso al autoproclamarse el asesino BTK y se declaró culpable de los diez crímenes.

El 18 de agosto de 2005, el tribunal lo sentenció a diez cadenas perpetuas consecutivas, que sumadas hacen un total de ciento setenta y cinco años en prisión. Nadie de su familia quiere visitarle. Al fin y al cabo, él siente que: “No soy más que un buen hombre que ha hecho cosas malas”.

Una de sus hijas, Kerri, confesó en una entrevista al The Wichita Eagle sentirse “fatal por los treinta años de mierda que mi padre le dio a este pueblo y las cosas terribles que les hizo a sus víctimas. Las mujeres andaban con miedo. Mi propia madre andaba con miedo”. “Pero ya le he perdonado. Y no lo he hecho por él, lo he hecho por mí”, aseguraba la joven.

Mientras tanto, Rader continúa con su vida en la cárcel donde, incluso, ha elaborado su propia autobiografía gracias a la doctora Katherine Ramsland. La psicóloga ha descubierto cuál es ese “factor X” que le llevaba a matar. Parece ser que la clave está en la “mezcla de un impulso sexual desviado, afán de notoriedad y personalidad dividida”.

Dennis L. Rader trasladado al correccional de El Dorado (agosto 2005)

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No soy más que un buen hombre que ha hecho cosas malas”

Dennis L. Rader