Chapman, el ‘Friki’ que mató a John Lennon: “No quería su autógrafo, quería su vida”
Las caras del mal
Se cumplen treinta y ocho años del asesinato del líder de The Beatles
Su asesino era un fanático cristiano obsesionado con la música de la banda británica y con el libro ‘El guardián entre el centeno’ de J.D. Salinger
El asesino de John Lennon pide la libertad condicional por décima vez
A lo largo de la historia hay personajes que gracias a su magnífica creatividad marcan un antes y un después en nuestras vidas. Esto mismo es lo que musicalmente hicieron The Beatles con John Lennon a la cabeza. El rock los había convertido en inmortales ya en vida, y al cantautor también lo haría tras ser asesinado frente a su casa a sangre fría.
Todos los movimientos de la banda se miraban con lupa. Causaban amor y displicencia a partes iguales, y cualquier pretexto era bueno para criticarlos. Entre sus fieles enemigos se encontraba el huraño Mark David Chapman, que tras hacer una lista con los famosos que quería matar, eligió a John por ser el más accesible. A las puertas del edificio Dakora murió un líder musical y comenzó su mito.
Naturaleza problemática
Este joven con problemas de peso nació el 10 de mayo de 1955 cerca de Fort Worth (Texas, Estados Unidos). Su padre era sargento de la Fuerza Aérea estadounidense, su madre, enfermera, y tenía una hermana siete años menor que él. Cuando Mark habló a los psiquiatras sobre su infancia, la describió como una etapa infeliz.
En el colegio sufría abusos por parte de sus compañeros -le apodaron el ‘Friki’-, no le gustaba el deporte -tampoco ayudaban sus problemas de obesidad-, se aislaba de la realidad creándose amigos imaginarios y soñaba despierto. Fantaseaba con que era un rey o un héroe que aparecía continuamente en los medios de comunicación.
“Yo era importante. Todos me adoraban”, decía. Su veneración por la banda de Liverpool empezó desde los inicios de su carrera y se convirtió en una obsesión. Lo único que sonaba en su habitación era la música de los británicos. Sin embargo, las desafortunadas declaraciones de John Lennon en las que afirmaba que eran “más populares que Jesucristo”, despertaron en Chapman los primeros recelos.
Su incipiente animadversión inició su escalada con la interpretación a la guitarra de la canción Imagina a John Lennon muerto en un campamento de verano . Catorce años después cumpliría su promesa.
La trayectoria de The Beatles seguía su imparable ascenso, polémicas incluidas. Su estilismo, sus declaraciones, las letras de sus canciones y la supuesta analogía con el diablo. Por no mencionar la presunta muerte de Paul McCartney en un trágico accidente de coche en 1966.
Al mismo tiempo, Mark se convertía en un fanático cristiano. Estaba resentido con el mundo y la actitud de su padre no le había ayudado en absoluto. Los significativos maltratos que recibió su madre hicieron que guardase un profundo rencor y que, incluso,
Seguramente movido por ese impulso de protección, acabó trabajando como guardia de seguridad en Atlanta. Se enamoró de una devota creyente, Jessica, que rechazó su propuesta de matrimonio. Aunque terminó casándose con Gloria Abe, a la que conoció en un viaje a Honolulú en 1977. Vivieron en el continente, pero Mark regresó a la isla para trabajar.
Los empleos eran precarios y pensó en el suicidio. Intentó quitarse la vida en dos ocasiones, pero no lo consiguió. Gloria lo abandonó después de que ingresase voluntariamente en un centro psiquiátrico, aunque al poco tiempo retomaron la relación.
Fan y asesino
Llegó un momento en que Mark no sabía si lo que vivía era realidad o ficción. Padecía delirios constantes y, tras perder el trabajo, empezó a beber. Durante uno de sus paseos a la biblioteca en busca de respuestas, se topó con dos libros que marcarían su vida: ‘El guardián entre el centeno’, de J. D. Salinger, y ‘John Lennon: One Day at a Time’, de Anthony Fawcett, biografía que desmitifica al líder británico.
Su resquemor estalla y se obnubila con Lennon, del que dice a su biógrafo años después: “Me di cuenta de que yo no había triunfado, pero él sí, y sentí que se había vendido. Lo quería a él porque no podía soportar más ser un don nadie. Me estaba ahogando, me estaba sofocando en esa condición”.
Como le escribió a su amiga Lynda Irish, se estaba volviendo loco. Y así fue como planeó el asesinato de Lennon. Primero, se alojó en el hotel Waldorf Astoria y se hizo amigo del portero del edificio Dakota, José Perdomo, quien le pasaba toda clase de información sobre el ex Beatle.
Dado que no tenía munición para su pistola ni la había registrado, decidió ponerse en contacto con un antiguo compañero de Atlanta, quien le proveyó de la carga necesaria. Dos hechos incongruentes hicieron que Mark desistiera temporalmente en su idea de asesinar a John. El primero sucedió después de ver el filme Gente corriente y el segundo tras hablar con su mujer Gloria. Regresó a Honolulú, arrepentido por sus pensamientos, aunque conservó el revólver.
Llegó el mes de diciembre de 1980 -por aquel entonces, Lennon había publicado su álbum ‘Double Fantasy’- y Mark continuó leyendo a J. D. Salinger. La inspiración del asesinato le vino tras leer quince veces más ‘El guardián entre el centeno’. Así que con cinco mil dólares en el bolsillo, el asesino se dispuso a regresar a Nueva York. Esta vez sí que llevaría a cabo sus planes.
Se instaló en un hotel y siguió al cantante durante tres días. Volvió a hablar con el portero y algunas fans. También contrató una prostituta para pasar la noche y, cuando se marchó, escribió en el Evangelio de San Juan de su Biblia la siguiente frase: “El Evangelio según San John Lennon”.
La persecución a John Lennon continuó hasta que el 8 de diciembre consiguió que le firmase su último disco. Una fotografía plasma ese encuentro entre el cantante y su asesino. Eran las cinco de la tarde.
Seis horas después, cuando Lennon se disponía a entrar en el edificio Dakota, Mark lo abordó y le disparó cinco veces. El portero salió a socorrer a la víctima y logró quitarle el arma al homicida. El cantante murió en la mesa de operaciones veinte minutos después. Una de las balas le había perforado la garganta.
Dentro del personaje
La reacción de Mark después de haber tiroteado a Lennon fue de total tranquilidad. De hecho, cuando los agentes llegaron, se lo encontraron leyendo por decimosexta vez ‘El guardián entre el centeno’. Durante el interrogatorio, echó la culpa de sus actos al protagonista de la novela de Salinger y asumió que “el resto de mí debe de ser el Diablo”.
“Después de disparar, me sentí como si la cinta de la película se hubiese roto. Estaba conmocionado. Me quedé de pie, con el arma en la mano”, explicó ante el tribunal, “estaba destrozado”. Porque Chapman “no quería su autógrafo, quería su vida. Y terminé obteniendo ambas cosas. Había una voz en mi cabeza que decía ‘hazlo, hazlo’. Lean ‘El guardián entre el centeno’. Allí están todas las respuestas. Léanlo y lo comprenderán todo”.
En agosto de 1981, Mark David Champan fue condenado a una pena de veinte años de prisión a cadena perpetua por el asesinato en segundo grado de John Lennon. Pero cuando se cumplieron los veinte años en el 2000, le denegaron la libertad condicional. Hasta en diez ocasiones recurrió la sentencia, pero siempre obtuvo un no como respuesta.
Durante estos años, Chapman ha sido exorcizado por un sacerdote que aseguró haber expulsado a cinco demonios de su interior y, según su compañero de celda, también había planeado el asesinato de los otros tres integrantes de The Beatles.
Esta obsesión por la banda le llevó a tatuarse el nombre de Lennon, dos corazones, la palabra ‘Lonely’, una pistola y la siglas FFYN (Fabulosos cuatro, ustedes son los siguientes).
En la actualidad, Chapman dice arrepentirse de sus actos. Pero en una de las entrevistas que concedió para la televisión estadounidense en la cárcel de Attica, aseveró que Lennon no fue su único objetivo. La lista en cuestión incluía nombres como Elizabeth Taylor y Johnny Carson.