Por qué ‘Gambito de Dama’ es la reina del boca a boca y el fenómeno que nadie esperaba
Análisis
La fiebre por Beth Harmon no baja tras cuatro semanas en Netflix
Sumérgete en 'Gambito de dama' con estos básicos para dominar el ajedrez
Este artículo está destinado a aquellas personas que ya vieron la historia de Beth Harmon. Porque hay que asumir una realidad: desde el mes de octubre, hay dos conversaciones de las que no se puede huír. Una es la Covid-19 y la otra es la serie de Scott Frank para Netflix. Es encontrarte con una amistad que está dada de alta a la plataforma y este improbable título aparece en la conversación: ¿Has visto ya Gambito de Dama?
El secreto del éxito es fruto de distintas circunstancias, por supuesto. Es el trabajo de Gabriele Binder en el departamento de vestuario, la dirección artística, la capacidad de Scott Frank de acercar el ajedrez sin temer los tecnicismos ni necesitar que el espectador los entienda todos para disfrutar de la serie (y el recurso visual para comprender el funcionamiento de la mente de Beth Harmon es un hallazgo) y también es el trabajo de Anya Taylor-Joy seduciendo la cámara en todos y cada uno de los planos.
La conjunción de estos elementos, sin embargo, diría que explican por qué Gambito de Dama funciona, por qué el veredicto es positivo y hay alicientes para que los espectadores le den una oportunidad. Pero hay algo que va más allá. Mientras que no disponemos de los datos de visionado, no resulta muy habitual ver que una ficción ocupa los primeros puestos de la lista de éxitos de Netflix durante cuatro semanas. Estaría bien descubrir si es tan bombazo como Stranger things.
En una plataforma donde lo habitual es que los títulos se quemen rápido, una miniserie de siete episodios y desconectada de la actualidad está siendo la joya de la corona, la apuesta más mimada, aunque apenas sabíamos nada de ella antes del día del estreno. Y quizá no diré nada que no hubiera escrito en la primera crítica pero es que no puedo dejar de darle vueltas: Gambito de Dama es infalible porque es la historia inventada que nos encantaría que fuera verdad.
'Gambito de Dama' sigue en el podio de Netflix tras cuatro semanas como si fuera la nueva 'Stranger things'”
Al ser la adaptación del bildungsroman escrito por Walter Tevi, los paralelismos con los biopics habituales en el cine son muy obvios. ¿No estamos acostumbrados a ver decenas de películas sobre personas que se salieron del molde y obtuvieron logros inesperados o marcaron la historia? Así que, al invertir emocionalmente en la historia de Beth Harmon, uno no puede evitar pensar que está viendo una historia real o posible, aunque no deje de ser una invención del escritor, que ideó una versión femenina de Bobby Fischer.
¿Qué tienen las historias reales? Los guionistas se pueden inventar pasajes, colocar elipsis y desviar la atención de ciertas tramas pero hay eventos que deben permanecer en la historia sí o sí. En Una mente maravillosa (Ron Howard, 2001) se olvidaron de las tramas homosexuales de John Forbes Nash pero sí tocaba sufrir de lo lindo con sus problemas de salud mental. En Judy (Rupert Goold 2019) se disfrutaba del ocaso de la carrera de Judy Garland con destellos de talento pero sobre todo de destrucción.
Pero Gambito de Dama tiene lo mejor de los dos mundos: se inventa una historia de superación (chica huérfana se convierte en campeona mundial de ajedrez) sin tener que darse de bruces con las limitaciones de una biografía existente. Sólo hay que ver el recorrido de Beth Harmon desde que la conocemos hasta que la despedimos: conflictos no le faltan, momentos con los que sufrir, pero nunca se llevan hasta el límite porque Scott Frank siempre da un volantazo en el último momento y reconduce la vida de la ajedrecista.
El orfanato de Beth parece terrible en primera instancia (y es cierto que ella desarrolla su adicción) pero no se acaba sintiendo incómoda en ningún momento: encuentra una figura silenciosa pero positiva en el señor Shaibel y una amiga para toda la vida en Jolene. Incluso la directora del centro es estúpida, negligente pero no es despótica ni necesariamente mala.
El creador Scott Frank es muy hábil: nunca lleva los conflictos al límite, da volantazos en el último momento”
Cuando los Wheatley adoptan a la chica, da la impresión que será un desastre, que la querrán por motivos que somos incapaces de entender, pero finalmente Alma se confirma como una persona rota pero de buen fondo. Quiere a Beth y Beth la quiere a ella.
Cuando participa en su primer torneo de ajedrez, la ficción nos hace creer que el machismo marcará su carrera pero las menciones se quedan en una anécdota. Le dicen que no hay liga femenina, la colocan en su primera partida contra otra chica, pero pronto se la toman en serio y dejan de infravalorarla.
Así se puede recorrer todo Gambito de Dama: la ilusión del obstáculo infranqueable que después resulta no ser para tanto. Todo rival de Beth Harmon se convierte en un aliado: Harry Beltik y después Benny Watts. Hasta los rivales soviéticos (primero el joven, después el veterano) adoran a Beth y se lo expresan directamente. Incluso en el terreno amoroso se encuentra con una situación fácil de comprender: D.L. la rechaza porque es homosexual pero con el tiempo se convierten en mejores amigos (Beth, mariliendre en los sesenta). ¡Y hasta su adicción se convierte en llevadera y Beth no cae en el pozo sin fondo que se insinúa en todo momento para una genio como ella!
Hay que reconocer la astucia de Scott Frank. Se mueve como pez en el agua en el falso biopic y lidiando con los conflictos de Beth Harmon. Los conflictos prometen un dramatismo que se reduce en el último momento sin que el espectador se sienta estafado. Pero lo mejor es que tampoco permite que se perciba Gambito de Dama como un entretenimiento ligero (que lo es) con la ayuda de Anya Taylor-Joy y un presupuesto irreprochable por parte de Netflix.
Y, claro, esta combinación es irresistible. Convierte la miniserie en un producto agradecido, que deja con buen sabor de boca, que te tatúa en el cerebro el nombre de Beth Harmon y la mirada de Taylor-Joy e incluso te puedes pensar que has aprendido, que entiendes mejor el ajedrez, aunque sigas siendo solamente apto para el parchís.
Es gracioso, además, el diálogo que tiene Gambito de Dama con la cuarta temporada de The Crown. La serie monárquica nos explica a través de Carlos y Diana que el ser humano quiere creer en los cuentos de hadas pero estos en realidad no existen. El guionista Peter Morgan es consciente porque adapta vidas reales. Y, mientras tanto, la audiencia de Netflix sigue obsesionada con Gambito porque vende extremadamente bien la ilusión de que sí existen los finales felices. Y los espectadores somos como Fox Mulder de Expediente X: queremos creer.
Vende la ilusión de los finales felices y, como Fox Mulder de 'Expediente X', nosotros queremos creer”