Casi es necesario que la primera reacción ante la cuarta temporada de El ministerio del tiempo sea de agradecimiento, como mínimo para aquellos que la disfrutamos. Su existencia se podría decir que es casi por casualidad si no fuera fruto de la perseverancia: de un creador que no perdía la esperanza de producir más episodios, de una corporación que nunca terminó de cancelar la serie hasta encontrar la forma de hacer viable una nueva temporada (eso sí, una decisión tardía que hizo que se perdieran los decorados antiguos), un equipo técnico y un reparto dispuestos a volver y una predisposición de todos ellos de cuadrar las agendas en la medida de la posible. Vuelven todos los actores y actrices icónicos, incluyendo un Rodolfo Sancho que abandonó la serie al final de la segunda temporada, pero no está del todo claro hasta qué punto formarán parte de todos los episodios o no.
Lo más inteligente del arranque de temporada es que El ministerio del tiempo de La1 (y ahora también de HBO) no se olvide del tiempo que ha pasado: el final de la tercera temporada se había emitido en noviembre de 2017 y sería raro retomar las cosas donde las habíamos dejado. Nos encontramos con un Pacino (Hugo Silva) y una Lola (Macarena García) que ya han consumado su relación aunque la esconden de cara a los compañeros, Alonso (Nacho Fresneda) lleva tiempo desconectado del ministerio al haberse centrado en su familia y su nueva paternidad, se menciona que Amelia (Aura Garrido) no ha respondido a la llamada de Salvador (Jaime Blanch) y los presentes se encuentran ante una situación inesperada: la aparición de un actor en el NODO que es clavadito a Julián (Rodolfo Sancho).
Se agradece que una serie como 'El ministerio del tiempo' haya vuelto porque al principio esta cuarta temporada era improbable”
Del primer episodio se pueden destacar tres cosas. Una es que Javier Olivares, que creó la serie junto a su difunto hermano Pablo, no se complica la vida con el funcionamiento de los aspectos más fantásticos: se divierte con las posibilidades de su universo de ficción siempre con el entretenimiento en mente pero tampoco hay que obsesionarse con dichas explicaciones. ¿A qué me refiero? Pues que el Ministerio ha cambiado de ubicación y los personajes te informan que los ingenieros encontraron la forma de seguir utilizando las puertas y ya está. Tema resuelto. Vayamos a la aventura.
Otro aspecto es que la llegada de Rodolfo Sancho no es un clímax en si mismo: más bien este episodio trata su regreso como una presentación de la nueva situación de Julián y no hay prisa para reintroducirle o crear encuentros emotivos. Al fin y al cabo, hasta habían presentado la situación en un corto que subieron en la web de Rtve. Y volver a verle te recuerda hasta qué punto se le echaba de menos, sobre todo porque el porte de Rodolfo Sancho funciona de maravilla como actor de películas propagandísticas del régimen.
Y, finalmente, se nota que en la sala de guionistas se tenía claro un detalle: había que explorar más a fondo la dinámica entre Pacino y Lola con las maneras que había apuntado en la tercera temporada. Es imprescindible no porque se necesite una historia romántica (que nunca viene mal, sobre todo cuando está tan poco explotada como esta) sino porque el conflicto que se cierne sobre Lola funcionará mejor cuanto más atada esté al resto de personajes. Este episodio sobre el intento de asesinato de Franco deja clara una cosa: puede que Salvador reclutase antes a la chica para evitar que se convirtiera en la Lola traidora del futuro pero la oscuridad está en ella.
Es una carta de presentación sólida para esta nueva etapa. Pero también un apunte: ¿Por qué El ministerio del tiempo siempre parece que entre en nuevas etapas pero lo único que siempre hace es demostrar que está lista para evolucionar, divertirse, improvisar si es necesario aprovechando que los guionistas tienen calados a los personajes y que los actores están cómodos en sus respectivos papeles?
Cuanto mejor relacionada esté Lola, mejor funcionará el conflicto que se asoma con su oscuridad latente”
Pero antes de despedir este texto, una anécdota que no puede representar mejor la filosofía de El ministerio del tiempo sea un chiste tan cínico como involuntario. Como decía antes, la renovación tardía de El ministerio del tiempo hizo que se perdieran los decorados y buscaron una nueva localización: el edificio principal de la emisora de onda corta de Radio Nacional de España en Arganda del Rey.
Se trata de una construcción de 1949 del arquitecto Diego Méndez, que también sería uno de los arquitectos del Valle de los Caídos y reformó el Castillo de Viñuelas que utilizaría como residencia provisional Francisco Franco. ¿Y no es irónico que El ministerio se cobije en un edificio construido durante una de las etapas más duras del franquismo y cuando Rtve era pura propaganda del régimen? No puede simbolizar mejor el mensaje siempre presente en la serie: la historia siempre está presente y el contexto actual no deja de ser la consecuencia de los destrozos y las glorias y tropiezos anteriores.
El subsecretario, de hecho, ordena que se evite el asesinato de Franco porque alteraría la historia: el presente dejaría de existir tal y como lo conocemos, al igual que nosotros, y sin la garantía de que habría una mejora porque las ramificaciones son incalculables. Y, de hecho, el mensaje de la serie suele ser siempre el mismo: España tiene tendencia a cometer siempre los mismos errores, a repetir actitudes, pero siempre queda la esperanza que se pueda aprender de estos errores mirando la historia en lugar de borrarla.
¿Y no es irónico que El ministerio del tiempo tendría un aspecto totalmente distinto en estos momentos si durante el franquismo no se hubiera construido su actual sede? Son ironías de la vida que demuestran (como bien recalca siempre la serie) que el franquismo es imborrable. Y ojalá se pudiera borrar, que piensa Lola Mendieta.
'El ministerio del tiempo' ahora se aloja en un edificio construido por uno de los arquitectos del Valle de los Caídos porque, como dice la serie, el franquismo es imborrable”