En Prime Video están de enhorabuena. Fallout, que se estrenó en abril, es su mayor éxito desde Los anillos de poder y su serie más vista entre el codiciado público de 18 a 34 años. Y Maxton Hall, que aterrizó en el catálogo hace dos semanas, resulta que es (según dicen) su serie más vista de la historia en lengua no-inglesa, a pesar de que las expectativas no eran especialmente altas. Solo hay que entrar en la plataforma y echar un vistazo a las listas de las series más populares para ver que por estos lares también tiene una fantástica acogida. ¿Pero cuáles son las claves de esta propuesta juvenil? ¿Y merece la pena?
Maxton Hall, que es una producción alemana, no sale exactamente de la nada. Se basa en una trilogía de novelas románticas de Mona Kasten, publicadas con los títulos de Save me, Save you y Save us. El punto de partida, al igual que su universo, son fácilmente reconocibles. Ruby Bell (Harriet Herbig-Matten) estudia en Maxton Hall, la escuela más elitista posible, donde están matriculados los hijos de la aristocracia, de los jeques árabes y de los grandes empresarios: de esa clase de familias que consideran que su descendencia solo debe procrear con otros herederos de millonarios.
Ruby, sin embargo, no forma parte de la élite. Es la alumna becada. Es inteligente, atractiva, pero ha desarrollado un don: el de pasar desapercibida, con el objetivo de llegar ilesa a Oxford, la universidad en la que sueña entrar. Pero estos planes se tuercen cuando ve a un profesor enrollándose con Lydia Beaufort (Sonja Weißer), cuya familia tiene un imperio de la moda, y su hermano James (Damian Hardung) intenta comprar su silencio. Él es engreído, superficial y el chico más popular de la escuela y, como no puede ser de otra forma, no podrá evitar sentir algo más que indiferencia por Ruby, en quien nunca se había fijado.
El éxito internacional se debe a TikTok. Los vídeos con las miradas entre Harriet Herbig-Matten y Damian Hardung permearon más allá de las redes alemanas, despertando la curiosidad del público internacional ávido de contenidos románticos y adolescentes, y desencadenando ese interés en un consumo real. Es un estilo de éxito similar al de Élite: una serie que a priori podía quedarse en su nicho lingüístico pero, como si se tratase de una producción de Estados Unidos, ha encontrado un consumo internacional. Y, en consecuencia, ha sido renovada por una segunda temporada.
Eso sí, que sea un éxito no significa que aporte nada nuevo. Es una serie hecha a base de tópicos del género, especialmente del romanticismo juvenil tóxico, con esa necesidad de presentar a un caballero impresentable que tiene que reformarse por amor mientras ella se convierte en una Cenicienta moderna. También parte de la premisa que una chica tan canónicamente atractiva puede pasar desapercibida en una escuela solamente porque “intenta no llamar la atención” mientras levanta la mano en clase todo el santo día.
De hecho, hay un elemento cansino en la fórmula empleada por Maxton Hall. ¿Por qué, en vez de mostrarse falsamente crítica con el elitismo de la escuela, no abraza por completo la amoralidad de las élites privilegiadas? ¿Por qué se necesita justificar siempre todas y cada una de las acciones tóxicas de los protagonistas? ¿Por qué, entre tanto cliché, no tiene las agallas de contar algo nuevo o de una forma nueva? Porque, entre traumas, faldas cortas, vestidos de reina y aspiraciones a entrar en Oxford (como si cualquier otra universidad implicase la ruina vital de un ser humano), queda una serie demasiado simplona.