Las claves de ‘Todos quieren a Daisy Jones’, la sorpresa más agradable de la televisión
La recomendación
Se ambienta en los 70 y se centra en una banda con un parecido razonable con Fleetwood Mac
Ver el primer episodio de Todos quieren a Daisy Jones comporta pensar que es una propuesta bien ambientada en el mundillo musical de los setenta con un banda de rock ficticia en el centro de la acción. Nada más. Pero a veces sucede que una obra, poquito a poco, cala en el corazón del espectador y, cuando llega la recta final, uno se encuentra coreando las canciones y sintiendo que conoce a los personajes al dedillo, no tanto para juzgar sus acciones como para comprenderlos. Esto es Daisy Jones, la sorpresa más agradable de la televisión.
¿Qué es esta miniserie emitida por Prime Video, la plataforma de contenidos de Amazon, y que ya ha terminado la emisión de sus diez episodios? ¿Cuáles son sus claves? ¿Y por qué merece la pena echarle un vistazo?
Un argumento de best-seller
La escritora Taylor Jenkins Reid estaba fascinada con Civil Wars, un grupo de indie-folk formado por un hombre y una mujer que escribían canciones de amor juntos mientras estaban casados con sus respectivas parejas y que, de repente, un buen día deshicieron la banda. Se le suma la admiración de la autora por Fleetwood Mac, y especialmente por la relación entre Stevie Nicks y Lindsey Buckingham, y la autora tenía un argumento que no se podía quitar de la cabeza y que le sirvió para vender más de un millón de copias y que Reese Witherspoon comprase los derechos para adaptar el libro, titulado Daisy Jones and the Six en su versión original en inglés.
En Todos quieren a Daisy Jones, desarrollada para televisión por Scott Neustadter y Michael H. Weber, guionistas de películas como 500 días de verano o Ciudades de papel, se muestra la colaboración entre la banda de Billy Dunne (Sam Claflin) y Daisy Jones (Riley Keough), unidos por un productor musical (Tom Wright) que cree que pueden ayudarse el uno al otro. Ambos tienen sensibilidades compatibles pero tienen problemas para crear hits en solitario, demasiado obsesionados con sus propias virtudes.
Billy, líder innato, tiene en su familia a su mayor activo, con su hermano Graham (Will Harrison) y sus amigos de adolescencia (Josh Whitehouse y Sebastian Chacon) en la banda. Daisy, que es una letrista tan buena como valiente, es una loba solitaria tras haber sido criada por unos padres que siempre la trataron como un estorbo. Y, juntos, se convierten en un dúo creativo tan volátil como fructífero.
La mirada de los personajes femeninos
Una de las sorpresas es que, acostumbrados a los relatos audiovisuales centrados en el aura rockera de los hombres y la condición de las mujeres de groupies fascinadas, esta adaptación muestra interés, fascinación y empatía por todos los personajes femeninos presentes.
Para empezar, Riley Keough está magnética como la Daisy del título como si la presencia escénica se pudiera heredar genéticamente (Keough, hija de Lisa Marie Presley, es la nieta de Elvis). Pero también está fantástica Camila Morrone como Camila, el amor de juventud de Billy, que debe lidiar con las dificultades de estar con un artista del rock y su alianza creativa con Daisy. El guion se esfuerza en mostrar su perspectiva mientras Morrone sorprende con una presencia maternal.
Y, mientras Suki Waterhouse está allí como Karen, la letrista que siempre muestra compasión por las excentricidades de Daisy, entendiendo que es una mujer en un mundo de hombres, Nabiyah Be complementa la historia como Simone, una cantante con problemas para triunfar al ser lesbiana y negra.
Sobre el papel, Simone podría ser considerada un pegote al estar desconectada y tener la función de mostrar el rol de las minorías en la industria, pero su trama funciona por el cariño que le tienen Neustadter y Weber y la forma en la que Be convence como futura diva de la música disco. Cuando Todos quieren a Daisy Jones se desvía para centrarse en ella, sólo quieres saber más de su realidad.
La música
En los títulos de crédito suena Dancing Barefoot de Patti Smith. En la serie suenan Goin Back de The Birds, I saw the light de Todd Rundgren, My room de The Beach Boys o el grupo de los hermanos Dunne versiona House of the rising sun de The animals o Suzie Q de Creedence Clearwater Revival. Incluso suena Fleetwood Mac con Gold Dust Woman. Pero, en realidad, la clave de Todos quieren a Daisy Jones es lo bien y lo verosímiles que son las canciones de Daisy Jones and the Six, la banda ficticia.
Detrás de los temas está Blake Mills, un músico y compositor que ha trabajado con Lana del Rey, Julian Casablancas, Pink, Dixie Chicks, Norah Jones y que ha producido para Fiona Apple o John Legend. ¿Funcionan porque son buenos o porque los escuchamos en la serie y, en consecuencia, en ellos vertemos las emociones que nos suscita la serie? No lo tengo claro pero la cuestión es que, cuando suenan Look at as now, Let me down easy o The river, uno los siente como los temazos que permiten que Daisy Jones and the Six triunfen en esos setenta de cocaína para salir al escenario y pastillitas para dormir.
¿Y lo mejor? Que en las plataformas musicales como Spotify, Apple Music o Amazon Music se puede encontrar el álbum entero como si el grupo existiera de verdad. Aurora, se llama, el álbum.
Los conciertos
Para terminar, otra de las claves de Todos quieren a Daisy Jones son los conciertos. En tiempos de espectáculos marcados por el artificio, reivindica la pureza del directo con esos Sam Claflin y Riley Keough siempre sudados sobre el escenario. “Quizá deberíamos meter fuegos artificiales en los conciertos”, les proponen cuando llegan al éxito, a lo que ella responde: “Yo soy los fuegos artificiales”.
Además, el guion y la dirección se esfuerzan en mantener las actuaciones musicales y las secuencias en los conciertos, incluso si esto comporta complicar y encarecer la producción, permitiendo que la música sea omnipresente e impregne toda la serie, danzando con el dramatismo. Y es que, en función de cómo canta Daisy sobre del escenario, podemos predecir hacia dónde se dirige la acción.
Es curioso porque, al sumar estos elementos y una ambientación construida desde el vestuario y la luz, y que no parece ahorrar en ningún momento, Todos quieren a Daisy Jones pasa de ser un falso biopic funcional a una historia tan agradable que se convierte en una de las sorpresas inesperadas de la temporada. Y es que es una maravilla ver que se destinan los recursos adecuados para que la producción luzca, para que la música esté viva dentro del metraje, y no tener que conformarse con las migajas de antaño, cuando se hubiera rodado en interiores, con conciertos sin ambiente, música producida de saldo y subtramas sin encajar.