El público del Dolby Theater se levantó de la silla al oír el nombre de Zoe Saldaña, empezando por Ariana Grande, que también competía al Oscar a la mejor actriz secundaria. Era como si, después de salir maquillada, procesada o transformada en Star Trek, Guardianes de la Galaxia y en las películas de Avatar, que suelen salvar las salas de cine, la industria quisiera agradecerle su contribución al cine comercial, aparte de dominar la pantalla con el número de El Mal en Emilia Pérez. Pero, si alguien quiere celebrarla y no tenía asiento en el auditorio de Los Angeles, siempre tiene otra opción: ponerse Desde cero en Netflix, que ella misma se produjo para Netflix con la colaboración de Reese Witherspoon y que es un ejercicio de alta intensidad para los lagrimales.
La actriz Tembi Locke, con la ayuda de su hermana Attica con amplia experiencia en televisión en series como Empire y Little fires everywhere, quiso adaptar libremente una experiencia vital suya desde la creación televisiva: cómo, de joven, se instaló a Florencia, volvió con un chef italiano bajo el brazo y juntos tuvieron que enfrentarse a las adversidades de la vida. La ficcionó. Por ejemplo, ella quería ser actriz mientras que su yo televisivo, interpretado por Saldaña, quería hacerse un hueco en el mundo de la pintura. Y, mientras su marido se llamaba Saro, el hombre interpretado por Eugenio Mastrandrea es Lino.
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Eugenio Mastrandrea es Lino Ortolano, un cocinero que lo deja todo por su nuevo amor: una americana de paso por Florencia.
Desde cero, que se estrenó en octubre de 2022 sin apenas promoción, fue toda una sorpresa: el clásico título que encontró su público en el catálogo de la plataforma, posiblemente por conciliar un tono y una premisa de película de sábado por la tarde. Tenía la trama de “mujer americana se enamora en Italia entre preciosas localizaciones”. Tenía el “uy, somos de dos mundos distintos: cuéntame cómo haces la pasta”. Tenía la trama de “y ahora aparece una enfermedad que podría destrozar esa fantasía de relación”.
Sin embargo, la producción que Saldaña se hizo a mayor gloria de sí misma (en un Hollywood que, repito, tendía a hacerla desaparecer en el maquillaje o los efectos visuales) mantenía un latido de autenticidad y de solvencia emocional a partir de una premisa que podría haberse derrumbado desde el primer episodio. En primer lugar, Florencia. Luce. En segundo lugar, la química de los actores protagonistas. Y, en tercer lugar, la creencia de la ahora ganadora del Oscar de que no existe rol que no requiera todo tu esfuerzo y verdad como actriz. Con Mastrandrea, vendía el ragù, para que nos entendamos.
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Una cosa es enamorarse y la otra es sobrevivir a los obstáculos que te arroja la vida.
Como dije en su momento, es tentador ponerse una máscara de superioridad moral y decir que es una historia lacrimógena y con una factura técnica que a ratos es de sobremesa. Pero, si hablamos del compromiso de Saldaña, Desde cero muestra esta profesionalidad en un logro audiovisual: elevar lo básico como actriz e instigadora de la producción, que funciona cuando tiene entre manos una comedia romántica en Italia, cuando muestra la consolidación dramática de la unión y cuando entra en terreno lacrimógeno.
Cuánto necesitamos buenas producciones sensibleras como Desde cero, que busca indisimuladamente la deshidratación del público. Se mueve por lugares comunes, sí, pero el miedo que aborda es honesto.