'Silo' es un notable ejercicio de ciencia ficción pero…

Crítica

Es interesante comparar la serie de Apple TV+ con 'The 100' por sus similitudes y los modelos de ficción televisiva que representan

Rebecca Ferguson produce y protagoniza 'Silo'.

Rebecca Ferguson produce y protagoniza 'Silo'.

Apple TV+

Si alguien todavía no sabe qué es Silo, en emisión en Apple TV+, aquí unas cuantas líneas. Es una notable obra de ciencia ficción, escrita por Graham Yost a partir de las novelas de Hugh Howey. Imagina que la humanidad restante vive encerrada en un búnker bajo tierra tras alguna clase de catástrofe nuclear en la superficie. Son 10.000 personas distribuidas en 144 niveles, con la natalidad controlada, sin un ascensor que les ayude a moverse para tener controlada la comunicación y la comunidad y se les prohíbe tener acceso a la historia del lugar.

Ni tan siquiera se les enseñan unos mínimos de ciencia: el conocimiento al que tienen acceso es el mínimo indispensable para ejecutar el oficio que convenga a la sociedad. Y, cuando alguien se hace demasiadas preguntas o desafía el sistema, muere en extrañas circunstancias, es enviado a la mina o sale a limpiar, que es como se llama a quienes salen al exterior y mueren ante la atenta mirada de los habitantes del silo, que tienen pantallas en las cafeterías para ver un paisaje desolado.

Ahora, quienes sintieran curiosidad al leer que Silo es “un notable ejercicio de ciencia ficción”, ya saben que el argumento distópico es estimulante. También deben saber que tiene una ambientación fantástica: desde el búnker industrial, el entorno de hormigón, la maquinaria en mal estado, la ropa reciclada, el entorno adulto en el que se mueven los personajes porque solo unos pocos elegidos pueden concebir hijos en función de las defunciones. Pero aquí en realidad queremos hablar de otra cosa: se pasa de lenta (y, quienes no estén más o menos al día, que dejen de leer).

Primero de todo, la lentitud no es un defecto per se. Es una elección narrativa. En el caso de esta ficción, en teoría, combina con el tono de Yost. El ambiente es gris, el funcionamiento del silo es la antítesis de la diversión porque cada habitante solamente importa en la medida que ejecuta su trabajo, las risas no están a la orden del día, sobre todo para Juliette (Rebecca Ferguson), que se encuentra en un proceso de duelo por la muerte de su amante y obstinada para descubrir la verdad del sistema. ¿Quiénes mandan? ¿Qué hay allí fuera? ¿Por qué asesinaron a George?

Es entretenimiento de toda la vida pasado por un filtro artificioso de alta televisión, como si la lentitud diera respetabilidad

Ahora que estamos en la segunda temporada, sin embargo, el ritmo y la estructura empiezan a ser un problema. Nos quedamos con los ojos abiertos al final de la primera y descubrir que, en realidad, el silo está rodeado de otros silos. En el del lado, por ejemplo, toda la población está muerta menos un hombre, Solo (Steve Zahn), que pronto explica a Juliette qué ocurrió en líneas generales. No se puede criticar cómo está construída la relación entre estos dos personajes. Pero quizá sí se puede criticar que, en la primera mitad de temporada, solo tenemos a la protagonista buscando un traje de bombero para volver a su silo de origen.

Con Shirley (Remmie Milner) planteándose iniciar una revolución desde los niveles más bajos, los de los ingenieros, estamos entendiendo mejor cómo Bernard (Tim Robbins) y los demás poderes ocultos mantienen intacto el sistema: hay tantos peldaños entre según qué ciudadanos y según que trabajadores, que pueden crear corrientes de opinión a partir de la imposibilidad de las personas de contrastar los mensajes que les llegan. Y, repito, no critico cómo se construyen las tramas, pero sí la excesiva confianza que tiene Yost en su originalidad y potencia de los personajes.

Las oportunidades perdidas que tiene esta dinámica en el arranque de temporada.

Las oportunidades perdidas que tiene esta dinámica en el arranque de temporada.

Apple TV+

Silo, al fin y al cabo, se mueve en un terreno distópico similar al de The 100. La paranoia de Solo, encerrado durante décadas y mirando a través de una trampilla, obliga a pensar en Desmond de Perdidos. Y, mientras Tim Robbins pone cara de aguafiestas y Rebecca Ferguson se muestra determinada, con una mirada que siempre deja entrever hasta qué punto planea su siguiente paso, al metraje le falta brío. Es entretenimiento de toda la vida pasado por un filtro artificioso de alta televisión, como si la lentitud diera respetabilidad.

Es gratificante tener una serie con una mirada clara pero lo es menos esperar más de un año para encontrarnos a Juliette improvisando una polea y encontrando un traje en cuatro episodios. Es como si cada episodio tuviera tramas para 30 minutos pero exprimieran las miradas largas durante veinte minutos extras para llegar a la duración reglamentaria de los dramas de calidad. La historia pide a gritos una trama complementaria en cada episodio para acabar de afinar este universo de ficción, o acelerar la cronología de los hechos, o desarrollar dramáticamente los secundarios, o todo al mismo tiempo.

no le vendría mal ser más rupturista a nivel de género: desde el episodio piloto, se mueve por terrenos previsibles para los amantes del género

Para justificar la lentitud, además, no le vendría mal ser más rupturista a nivel de género: desde el episodio piloto, que rompió las expectativas del público al presentar unos falsos protagonistas, se mueve por terrenos previsibles para los amantes del género. Que no se me malinterprete. Ese Silo es interesante, el escenario y el sistema son inmersivos y se agradece una protagonista a quien nada puede distraer de sus objetivos, pero se echa en falta que sus responsables quieran divertirse un poco con su juguete.

El ejercicio comparativo con The 100 de Jason Rothenberg es interesante: cómo dos historias tienen tantos puntos en común, con The 100 siendo el paradigma de la televisión en abierto de siempre (que hoy en día ya no daría luz verde al proyecto) y con Silo como paradigma del modelo de ficción del streaming. Y The 100 quizá tuvo unos primeros episodios mediocres, su mitología estaba siempre al borde del abismo y se quemó mucho antes de despedirse. ¡Pero vaya si fue vibrante en su osadía, en su capacidad de poner al límite a sus personajes, semana sí y semana también!

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