Cuando se piensa en la posibilidad de adaptar en televisión una de las novelas más conocidas de la literatura mexicana, Como agua para chocolate de Laura Esquivel, uno no piensa automáticamente que toca contratar a un aragonés para escribirla. Curro Royo, con amplia experiencia en televisión con títulos como Cuéntame o Desaparecidos, había cruzado el Atlántico con Hernán, la serie sobre el conquistador con Óscar Jaenada. Como había ido de maravilla, le contactaron.
“Ni me lo tuve que pensar. Buscaba mi forma de volver a México, de trabajar otra vez con el asesor histórico César Moheno”, comparte el guionista y productor ejecutivo con La Vanguardia sobre una de las propuestas más luminosas de este año y que se despide hoy en Max. Como historiador de formación, le daba la oportunidad de adentrarse “en unas coordenadas geográficas y temporales concretas” y de volver a un universo de ficción que había leído y que le había “alucinado” con la película de Alfonso Arau, que vio en el cine Mola de Zaragoza en 1992.
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Azul Guaita es Tita, una mujer con un don: transmite sus sentimientos a través de los platos que cocina.
Es la historia de Tita (Azul Guaita) y Pedro (Andrés Baiza), que de niños se enamoran entre maizales y de adultos tienen que sufrir cuando Mamá Elena (Irene Azuela) prohíbe a su hija casarse con nadie. Desde el día que nació entre un río de lágrimas que la odia sin revelar el motivo. El primer reto, al enfrentarse al texto de partida, era entender cómo enfocar el realismo mágico de Esquivel.
“El realismo mágico no es un cheque en blanco, esto no es Harry Potter, así que hicimos un libro de estilo”, comenta. “Es la irrupción de un elemento de una forma totalmente disruptiva en el contexto”, intenta definir, “y no causa ningún tipo de reacción entre las personas que lo presencian”. El nacimiento de la protagonista le servía a Royo como un arma para poner a prueba y seducir al espectador. “Es un comienzo fabuloso que te da el privilegio de arrancar con una declaración de intenciones para que la gente vea si la serie es para él o no”, reconoce.
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El parto le sirve como declaración de intenciones para que el espectador sepa si la serie es para él o no.
Como agua para chocolate sorprende por el armonioso baile entre el texto de Royo, escrito con Jimena Gallardo y María Jaén, la dirección de Julián de Tavira y Ana Lorena Pérez Ríos, la fotografía de Ximena Amann (“es una artista de la luz”) y la música de Darío Valderrama para crear un universo de belleza.
En los seis episodios producidos por Max, ha podido cubrir instantes icónicos marcados por el don de Tita de condimentar la cocina con sus emociones: “Tita y la comida son el vehículo del realismo mágico. Solo hay que ver el banquete de boda, donde los personajes lloran, o cuando cocina codornices con pétalos de rosas, se pincha y sangra, y en ese platillo vuelca todo el deseo que siente por Pedro”.
“El realismo mágico no es un cheque en blanco, esto no es Harry Potter, así que hicimos un libro de estilo”
También se mueve por los lugares anticipados del género: “Cada género tiene sus momentos que quieres encontrar. En el terror anticipas el horror, en la ciencia ficción esperas el acoplamiento de las naves, y en el género de época y romántico mostrar un baile es un must, que era también el momento de hacer un despliegue de producción”. Después está la escena del primer episodio en el que las hermanas están con los trajes: “Es un momento muy Mujercitas, en el que puedes ver cómo se divierten y cómo se relacionan, y que es muy necesario porque después la historia ya será intensa y trágica”.
Uno de los factores clave de la adaptación televisiva también es la disponibilidad de más horas para desarrollar personajes de perfil más secundario, que no se podían explorar en la película de Arau, o llevar a un primer plano la revolución mexicana que Esquivel mantiene fuera de la Hacienda: “Quisimos que los personajes estuvieran involucrados. Son jóvenes y son idealistas. Qué bien que Laura Esquivel nos puso sobre la mesa un maravilloso puzle y tenemos todas estas piezas”.
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"No queríamos que fueran malas solo porque tocaba, como si Elena fuera la mala de Blancanieves”
Pero después está la elección de humanizar personajes antagonistas como Mamá Elena: “Si caes en el cliché, esto se traslada en cadena hasta que llega a la pantalla, y no queríamos que fueran malas solo porque tocaba, como si Elena fuera la mala de Blancanieves”. Aquí disecciona la decisión creativa del penúltimo episodio: “Explicamos por qué es una mujer amargada, de dónde arranca todo esto y por qué gobierna a sus hijas con mano de hierro”.
“El mejor malo, al fin y al cabo, es el que no sabe que le ha tocado ser el malo de la película”, dice sobre una serie que, con magia, parece cocinada por las manos de la mismísima Tita. No acabará aquí: Salma Hayek, que produce Como agua para chocolate, anunció esta semana que habrá una segunda y última temporada.